(tomado de
Christianity Today, investigación de Steven Gertz)
P/ ¿Cuando y por
qué se inició la costumbre del llamado al altar después de la predicación?
R/. Esta pregunta
está ligada a la historia del avivamiento y las campañas evangelísticas. George
Whitefield, a quien los historiadores identifican como el predicador del Gran
Despertar, rehusaba especular sobre cuántos de los oyentes de sus sermones se
habían convertido. “Hay tantos oidores del pedregal, que reciben la Palabra con
gozo”, decía Whitefield, “que he determinado detener mi opinión hasta que el
árbol se identifique por sus frutos”. Los avivamientos fueron la obra exclusiva
del Espíritu Santo, y el tiempo es el que prueba finalmente, confirmando o
desaprobando estas conversiones. Pero al acercarse el siglo diecinueve, los
populares predicadores Metodistas Americanos querían un método para poder determinar
quiénes de los que escucharon el mensaje se habían convertido. Las iglesias Anglicanas
tenían siempre una mesa de comunión al frente, y los ministros con frecuencia animaban
a sus feligreses a venir al altar si necesitaban oración o algún consuelo especial.
Los predicadores Metodistas heredaron esta tradición pero le cambiaron el
propósito, llamando a aquellos que “estaban bajo convicción” a venir al frente,
al altar. En 1801, por ejemplo, el predicador itinerante Metodista Peter
Cartwright decía a las mujeres en sus campañas que si prometían “orar a Dios
por religión”, deberían tomar un lugar en el altar. Cartwright además, acusaba
a los padres que no animaban a sus hijos a “venir al altar” de impedir su
salvación. La llamada al altar ganó popularidad a partir de 1830 con la
predicación de Charles G. Finney.
Finney rechazaba
por completo la enseñanza calvinista de que la naturaleza del hombre estaba completamente
depravada por el pecado; Finney creía que solo la voluntad del hombre fue dañada,
de modo que esto es lo que debía ser cambiado y no su naturaleza lo que debía
ser convertida, como lo afirmaban los de convicción calvinista. “Un avivamiento
no es un milagro”, escribió Finney. “Es solamente el resultado filosófico de
utilizar los medios adecuados que ya están disponibles”. En otras palabras, los
predicadores deben crear avivamientos con métodos probados, siendo el principal
de estos métodos “la banca del penitente” o “el asiento de la decisión”. “El
objeto de nuestras medidas es ganar atención”, decía Finney, y por eso “usted debe
proveer algo nuevo”. Los evangelistas prominentes desde tiempos de Finney, más notablemente
D.L. Moody y Billy Graham, han continuado haciendo uso del llamado al altar.
Pero aunque
Moody utilizó el método de Finney con entusiasmo, era muy cuidadoso en evitar
la implicación de que el ministro pueda “causar” la salvación – sea cual sea el
método usado. “No es nuestra fuerza lo que queremos”, decía Moody a sus
consejeros voluntarios. “No es nuestro trabajo lo que los hace creer. Esa es
labor del Espíritu... Yo no puedo convertir hombre; Yo solo puedo proclamar el
Evangelio.”
Soli Deo Gloria
bY LeMS
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