Quienes
asisten a una universidad muy pronto descubren la diversidad de opiniones, concepciones y valores que marcan su
ambiente. Aunque la diversidad está presente en sus
vidas mucho antes de convertirse en universitarios, es en la academia donde el
estudiante sentirá más de cerca su fuerza. [1]
La pluralidad es uno de los conceptos iconos de nuestra generación, una de las marcas de la moderna universidad. Sin embargo, aunque la pluralidad se considere como uno de los postulados mejor establecidos en nuestra era, es saludable reflexionar sobre su naturaleza, efectos y desafíos.
Aunque
la enseñanza superior exista desde la antigüedad, la universidad moderna tuvo
sus orígenes en la Europa del s. XII,
según la opinión más aceptada, y debe su forma actual a las universidades de
Bolonia, París y Oxford, que surgieron durante el siglo XIII. A pesar de haber sufrido influencias y
transformaciones oriundas del Renacimiento, de la Reforma y de la Ilustración,
la universidad permaneció básicamente igual y es una de las instituciones más
antiguas y estables del mundo occidental.
Las
universidades medievales surgieron gracias a diferentes factores, como el atender
la creciente demanda de personas que buscan educación, el deseo idealista de
obtener conocimiento, la resistencia al monopolio del saber por parte de los
monasterios, la vitalidad de las escuelas mantenidas por las catedrales y el
deseo de reformar la enseñanza. Sin embargo, tenían un
objetivo en común, una misma misión, y esta era la búsqueda del conocimiento
unificado que permitiera la comprensión de la realidad.
Universitas,
en la Edad Media, era un término jurídico que, empleado para las escuelas,
significaba un grupo de personas comprometidas con ocupaciones científicas, es
decir, profesores y alumnos. Más tarde el término
llegaría a significar una institución educativa en donde ocurren estas
actividades. Tal designación ya hace referencia a la tarea
que diferentes personas tenían en común: la búsqueda de la verdad en medio de
la diversidad de pensamientos. Este objetivo requería
una síntesis de las diferentes visiones y comprensiones de mundo, un campo unificado
que diera sentido a los más diversos saberes. El
principio fundamental para la creación de las universidades, por lo tanto, era
la búsqueda de las verdades universales que pudieran unir las diferentes áreas
del conocimiento. De ahí el nombre "universidad".
Cuando
las universidades medievales surgieron, la cosmovisión cristiana, que dominaba
Europa, proveyó los presupuestos para esa búsqueda de unidad de conocimiento. Hoy en día, la cosmovisión cristiana del mundo es
excluida a priori en muchas universidades modernas debido a los presupuestos
naturalistas, humanistas y racionalistas que llegaron a dominar el ambiente
académico después de la Ilustración. Tales presupuestos
no han sido capaces de proporcionar una base común para las diferentes áreas
del conocimiento. La fragmentación del conocimiento ha sido un
resultado constante en la academia, como si las diferentes disciplinas trataran
con mundos distintos y contradictorios.
Lamentablemente,
hoy, muchas universidades se han vuelto multiversidades o diversidades, abandonan
la búsqueda de un todo coherente, una cosmovisión que dé sentido y relacione
armónicamente todos los campos del conocimiento. Este
fenómeno ocurre principalmente en el área de las ciencias humanas; sin embargo, ni el área de las ciencias exactas es
totalmente inmune, como prueban las diversas percepciones, a veces conflictivas
entre sí, en las matemáticas, en la física y en la química.
Según
Allan Harman, la palabra "universidad" tiene la idea de unidad de
conocimiento o de enfoque. Deriva del latín
"universum," se refiere a la totalidad o integración. Refleja claramente el concepto de que, en una
universidad, debería existir adherencia a una base común de conocimiento que
permita interconectar la enseñanza en todas las escuelas. [2]
Edgar
Morin, intelectual francés contemporáneo, percibe correctamente esta
fragmentación del conocimiento y la educación en las diversas obras que ha
publicado. Para el,
... el sistema educativo
fragmenta la realidad, simplifica lo complejo, separa lo que es inseparable,
ignora la multiplicidad y la diversidad... Las disciplinas así estructuradas
sólo sirven para aislar los objetos de su entorno y aislar partes de un todo. Eliminan el desorden y las contradicciones
existentes, para dar una falsa sensación de organización. La educación debería romper con esto mostrando las
similitudes entre los saberes, la complejidad de la vida y de los problemas que
hoy existen. [3]
Es
evidente que existe una gran pluralidad o diversidad en el mundo. La creación de Dios es plural, la humanidad hecha a
su imagen es plural, las culturas son plurales, las ideas son plurales. Hay una enorme y fascinante diversidad en la
realidad que nos rodea. Para nosotros, esta impresionante variedad en
la vida revela la riqueza, el poder y la creatividad de Dios, según registra la
Biblia en el Salmo 104: 24,
¡Qué variedad, Señor, en
tus obras!
Todas con sabiduría las hiciste;
llena está la tierra de
tus riquezas.
Tal
entendimiento en nada compromete nuestra búsqueda en la academia de verdades
absolutas y universales. Las dificultades surgen cuando se confunde
pluralidad con relativismo radical y absoluto. Este
último niega los conceptos de unidad, igualdad, armonía y coherencia que
existen en el mundo, entre ideas, personas y culturas. El relativismo total pretende deconstruir el
principio implícito de verdad absoluta, de valores, conceptos e ideas que sean
válidos en cualquier lugar y en cualquier tiempo. En
este sentido, la pluralidad se confunde con el relativismo que domina la mente
moderna, que afirma que la convivencia de ideas y concepciones contradictorias deben
aceptarse por igual, sin verificar su
veracidad y sin que una prevalezca sobre la otra, porque se considera que todas
son verdaderas.
Para
una universidad confesional cristiana que se guía por un conjunto de
fundamentos -en este caso, la fe cristiana reformada-, la pluralidad, entendida
como diversidad, es bienvenida. La enorme variedad que
caracteriza nuestro mundo no anula en modo alguno la existencia de verdades
generales y universales. Cuando, sin embargo, la pluralidad se
entiende como relativismo total o sistema de contradicciones igualmente
válidas, necesitamos analizar el asunto con mucho cuidado.
El
relativismo absoluto genera diversos problemas de naturaleza práctica, como,
por ejemplo, la dificultad para vivir el día a día de forma coherente creyendo
que todo es relativo. Incluso los relativistas más radicales se ven
obligados a someterse ante la inexorable realidad: la vida puede organizarse y continuar
solo con base en principios, valores y leyes universales que sean observados y
reconocidos por todos.
Difícilmente
el ser humano logra convivir en paz con el relativismo absoluto. Existe una búsqueda interior en cada individuo por
coherencia, síntesis y unidad de pensamiento, sin esto no se puede encontrar
sentido a la realidad, un lugar en el mundo y ni siquiera saber por dónde caminar. Creemos que este ímpetu es resultado de la imagen
de Dios en el hombre, un Dios de orden, de propósitos, coherente y completo.
Para
muchos, el pluralismo de ideas en la educación significa simplemente que la
universidad debería ser el lugar neutral donde todas las ideas y sus
contradicciones pueden expresarse por igual, pudiendo los alumnos elegir, o no,
entre aquellas que parecen ser las más correctas. Sin
embargo, como bien escribió Robert P. Wolff (La
Universidad Ideal, 1993), la neutralidad de la universidad en cuanto a los valores
es un mito. Es inevitable posicionarse ideológicamente
ante cuestiones como la vida y el conocimiento. Este
punto es incluso reconocido, aunque tímidamente, por la Ley de Directrices y
Bases, cuando define a las universidades confesionales como aquellas que
"atienden la orientación confesional e ideologías específicas" (LDB, Artículo
20, inciso III).
Las
universidades de orientación confesional cristiana desde hace mucho tiempo han
intentado desarrollar un modelo académico en el que la búsqueda de la verdad se
lleve a cabo a partir de la cosmovisión cristiana con el constante diálogo con
la pluralidad de ideas y con la diversidad de visiones y pensamientos. No es tarea fácil ante el mundo pluralista en que
vivimos, incluso algunos han defendido que estas universidades confesionales deben
desistir de este propósito.
Por
último, reconocemos la diversidad y la complejidad de las ideas, conceptos,
costumbres y la existencia de valores. Sin
embargo, objetamos que la pluralidad involucre la total relativización de la
verdad. Afirmamos la existencia de ideas y valores
absolutos, principios y verdades espirituales, éticas, morales, epistemológica
universal. Concordamos con Edgar Morin en cuanto a su
percepción sobre la complejidad de la vida y de la existencia. Sin embargo, reconocemos que todas las áreas de actividad
y conocimiento están complejamente interconectadas de manera que reflejan un
propósito unificado y un origen único, que señalan hacia el Creador.
Creemos
que el cristianismo bíblico proporciona el fundamento para poder comprender la
realidad como un todo coherente, teniendo siempre en cuenta la fabulosa
variedad de la existencia humana.
Todos deberíamos reflexionar sobre el hecho de que
la pluralidad, si se entiende como una saludable diversidad, dentro de los
límites y sin negar la verdad, enriquece el conocimiento humano y nos lleva a una
mejor percepción de nosotros mismos, de nuestro mundo y de nuestro Creador.
[2] Allan Harman, "Vision and Reality: The Challenges
Facing Christian Higher Education Today," conferencia inaugural en la
Universidad Presbiteriana de Corea en 1998, pp. 24-25
[3] Ver http://educador.brasilescola.com/trabalho-docente/cidadania-terrestre-na-comunidade-planetaria.htm (visitada
09/08/2012).
Traducción al Español: Lenin MDS
Origen del Texto: http://tempora-mores.blogspot.mx/2017/11/cristianismo-e-universidade-7-verdadee.html
Excelente artículo! Muchas gracias por compartir este conocimiento, buena reflexión.
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