Por Rev. Augustus Nicocemus Lopes
Cuando la gente
piensa que ya ha visto todo en los círculos académicos sobre estudios bíblicos,
es sorprendido con la llegada de un enfoque potencialmente revolucionario sobre
el apóstol Pablo. Este enfoque termina
por impactar profundamente a una de las doctrinas más preciosas para los
evangélicos, especialmente para aquellos que se identifican con la Reforma
Protestante del siglo XVI.
Estoy
hablando de la “Nueva Perspectiva de Pablo”, un movimiento que tiene cerca de
20 años de existencia y que recientemente llegó a Brasil, especialmente a
través de los escritos de N. T. Wriht, de quien hablaremos más adelante. La NPP
(“Nueva Perspectiva de Pablo”) desde sus inicios ha estado bajo ataque por
parte de eruditos en el campo Reformado. Hombres de la talla de Jhon Piper, D.
A. Carson, Lingon Duncan, Sinclair Ferguson, y muchos otros han escrito libros,
artículos y conferencias manifestando preocupación por las implicaciones de
este movimiento.
¿Qué
es entonces la NPP? ¿Cuáles son sus propuestas y por qué ha causado tanto furor
entre los eruditos evangélicos reformados? De manera sucinta, la NPP defiende que
a partir de la Reforma Protestante hemos estado leyendo las cartas del apóstol
Pablo de manera equivocada. Pensamos que su predicación fue sobre la
justificación por la fe sin las obras de la ley, cuando en realidad Pablo
estaba debatiendo contra aquellos predicadores judíos cristianos que no querían
a los gentiles en la naciente iglesia
judeo-cristiana. Es necesario, entonces, abandonar la “vieja” perspectiva que
tuvo su origen con Lutero y los demás Reformadores, y adoptar una nueva, que
haga justicia a los hechos de la época del apóstol.
Déjeme
intentar explicar mejor como comenzó todo esto, si es que es posible hacerlo en
un espacio corto y más o menos informal como este.
1).
Primero, es necesario entender que antes de que fuera una nueva perspectiva
sobre Pablo, este enfoque era una nueva perspectiva sobre el Judaísmo de
Palestina de los tiempos de Pablo. Eruditos como E. P. Sanders (Paul
and Palestis, 1977) lograron convencer a muchos de que el Judaísmo del primer
siglo no era una religión legalista sobre la búsqueda de méritos para
salvación. Los judíos ya se consideraban salvos y hacían las
obras de la ley para permanecer en el pueblo de Dios. Los fariseos, a pesar de
su apego a las leyes de Moisés, sabían que la salvación no era por la
obediencia a estas leyes, sino por la fidelidad de Dios al pacto hecho con
Abraham. Por lo tanto, cuando pablo afirmaba que la salvación era por la fe sin
las obras de la ley, él no estaba combatiendo el legalismo o el intento de
salvación por obras. Pablo estaba simplemente condenando el énfasis que los
judíos daban a estas obras al punto de prohibir que gentiles convertidos al
cristianismo fueran considerados parte del pueblo de Dios.
A
pesar de su importancia, hay varios problemas con las obras de Sanders. Uno de
ellos es que usó fuentes del siglo III y IV (Talmud, Mishna, midrashes) para
construir el pensamiento judaico del siglo I, algo que llamamos como
anacronismo.
2).
La nueva perspectiva de Sanders sobre el Judaísmo trajo una nueva perspectiva
sobre la Reforma. Para los defensores de la NPP, Lutero leyó a Pablo a la luz
de su propia experiencia y de esta manera desvió a las iglesias reformadas de
la correcta interpretación de lo que el apóstol escribió sobre la salvación, la
justificación y las obras de la ley. Ya en 1963 el luterano Krister Stendhal
había escrito un artículo influyente (“Pablo y la Conciencia Introspectiva de Occidente”) en el que acusaba a Lutero de
haber impuesto a Pablo su propio drama existencial en cuanto a la salvación.
Pablo nunca tuvo problemas de conciencia antes de su salvación, dice Stendhal,
ni ningún otro judío de aquella época. Nadie estaba preguntando “Qué tengo que
hacer para ser salvo” – esa fue la pregunta de Lutero, pero no era la pregunta
de Pablo y tampoco de los judaizantes
con quienes discutió en Gálatas. Además de esto, las confesiones de Agustín
también influenciaron mucho a las iglesias de Occidente, llevándolas a la introspección
y la búsqueda individual de la salvación. Esto hizo ver a Lutero en la polémica
de Pablo contra las “obras de la ley” en Gálatas y Romanos, su propia lucha
sobre la búsqueda de la salvación dentro de la iglesia católica – lo que fue un
error. Los defensores de la NPP critican a los reformados por haber defendido
durante tanto tiempo que el centro de la predicación de Pablo, así como del
Nuevo Testamento, era la doctrina de la justificación por la fe, cuando ésta,
en realidad, era la agenda de Lutero y no la de Pablo.
Sin
embargo, como se ha observado, no fueron solamente los luteranos quienes lo
entendieron de esta manera – el protestantismo en general, incluso aquellos que
no fueron influenciados directamente por las obras de Lutero y demás
reformadores, siempre se entendió, leyendo la Biblia, que ella trata
esencialmente este asunto: ¿De qué manera puede el hombre ser justificado ante
un Dios santo y justo?
3).
Como consecuencia, vino una nueva perspectiva sobre las “obras de la ley”. La
Reforma entendió siempre que las “obras de la ley” en Gálatas y en Romanos,
contra los cuales Pablo escribe, eran aquellos actos practicados por los judíos
en obediencia a los más estrictos preceptos de la ley de Moisés. Ellos buscaban
guardar tales preceptos buscando acumular méritos ante Dios. Fue contra tales
obras que Pablo escribió a los gálatas y a los romanos que la salvación es por
la fe en Jesucristo, solamente. Pero, James G. Dunn, en especial, argumentó que
las “obras de la ley” a las que Pablo hacer referencia en Gálatas y Romanos
eran la circuncisión, guardar el calendario religioso y las leyes dietéticas de
Moisés – signos que tenían que ver con la identidad judía en el siglo I. Pablo
estaba en contra de aquellas cosas porque separaban a los judíos de los
gentiles e impedían que gentiles convertidos se sentaran a la mesa con judíos
convertidos. En otras palabras, la polémica de Pablo no era contra el legalismo
de los judaizantes, sino contra la insistencia
que tenían por mantener lejos a los gentiles. La cuestión no era
soteriológica, sino eclesiástica. La Reforma había perdido este punto de vista
por causa de Lutero y Agustín.
Pero,
cabe aquí la observación, si las obras de la ley no eran esfuerzos meritorios, entonces,
es muy difícil entender no solamente a Gálatas y Romanos, sino incluso también
algunos pasajes de Hechos, como este: “Algunos individuos que descendieron de
Judea enseñaban a los hermanos: si no os circuncidáis según la costumbre de
Moisés, no podréis ser salvos (Hch. 15: 1). Al final tengo que elegir si creer
en lo que dice Hechos o en lo que Dunn está diciendo”.
4).
Todo esto trajo lo que Dunn llamó una “nueva perspectiva” sobre Pablo. Este
movimiento se dividió en dos líneas generales. (a) Los más radicales, que
creen, como H. J. Schoeps, que Pablo, por ser un judío de la Dispersión, no
entendió y por lo tanto, distorsionó de manera inadvertida la soteriología del
Judaísmo de Palestina, atacándolo de ser una religión basada en méritos,
cuando, en realidad, no lo era. Otros, como H. Räisanen, alegaron que Pablo era
un judío por fuera y un gentil por dentro, lo que le provocaba una ambigüedad
que jamás pudo vencer y que lo llevó a hablar mal de la ley en Gálatas así como
en Romanos. En esta vertiente, el
problema es Pablo, que tuvo una visión distorsionada de los judíos y los
fariseos del primer siglo. Esta línea dentro de la “nueva perspectiva” no tiene
muchos defensores. La que ganó más aceptación fue la segunda, (2) aquellos que
afirman que el problema no es Pablo, sino los reformados que lo leyeron con las
gafas de Lutero. Es necesario mirar a Pablo desde una nueva perspectiva, que
tome en cuenta los descubrimientos de Sanders (el Judaísmo no era legalista)
Stendhal (Pablo era un fariseo sin problemas con la ley), Dunn (las obras de la
ley son solo marcas de identidad judaica). Es necesario releer a Gálatas y
Romanos desde el nuevo punto de vista e intentar descubrir cuál era realmente
la polémica que tenía Pablo con los judíos, judaizantes y fariseos de su época.
Tiene que ser otra cosa, pero no este asunto de la salvación por la fe sin las
obras de la ley.
La
pregunta que no quiere callar es: ¿Cómo toda la Iglesia, tomando en cuenta a
los exegetas y teólogos de mayor calibre, pudieron estar engañados por tanto
tiempo, desde el siglo XVI hasta hoy, en un asunto tan esencial?
5).
Y por último, todo esto trajo como consecuencia una nueva perspectiva sobre la
justificación propuesta por los defensores de la NPP. Los reformados siempre
afirmaron, con base en Gálatas, Romanos y demás libros del Nuevo Testamento,
que el mensaje central de las cartas de Pablo es que los pecadores pueden ser
justificados de sus pecados mediante la fe en Jesucristo, sin las obras
personales y meritorias. Y que esta justificación consiste en que Dios nos
imputa – es decir, atribuye – la justicia de Cristo. Lutero decía que somos
justificados con una justicia ajena, la de Cristo, y no con nuestra justicia,
que procede de nuestra obediencia a la ley (obras de la ley). Lutero y demás
reformadores entendieron que este era exactamente el punto de discusión entre
Pablo y los judaizantes, que en su época querían exigir a los creyentes que no
eran judíos, guardar la ley de Moisés para poder ser salvos.
Es
aquí que entra en escena Thomas Wright, obispo anglicano de Durham, Inglaterra,
probablemente sea hoy el erudito más conocido y destacado que defiende la
“nueva perspectiva” sobre Pablo. Gano la simpatía de muchos evangélicos por sus
posiciones firmes contra el aborto, la eutanasia y las uniones civiles entre
homosexuales dentro de la Iglesia Anglicana.
El
punto más controversial de la posición de Wright sobre Pablo es su intento de
redefinir la doctrina de la justificación por la fe. Wright abraza la “nueva
perspectiva” siguiendo a Stendhal, Sanders y Dunn. La principal obra de Wright,
que lo marcó como un defensor de la “nueva perspectiva” es What St. Paul Really Said (1997).
Según él, para Pablo la justificación no significa que Dios transfiere su
propia justicia al pecador, como enseña la doctrina de la imputación; Dios, a
semejanza de lo que se hace en un tribunal, considera perdonado al pecador,
sin, todavía, imputarle su propia justicia. Según Wright, ese es el caso en los
tribunales griegos – ningún juez imputa al acusado su propia justicia personal,
simplemente lo absuelve. La conclusión es que Pablo nunca enseñó la imputación
de la justicia. No es eso lo que Pablo entiende por justificación, justificar y
justificado. Dios absuelve al pecador por causa de su fidelidad al pacto. Esto
es lo que significa su justicia.
¿Tiene
algo bueno la NPP? Si, el movimiento nos despierta para que estudiemos el
contexto de Pablo más profundamente. Los estudios de Sanders nos trajeron mucha
información sobre el pensamiento rabínico de los siglos III y IV sobre la
salvación. Las observaciones de Stendhal nos ayudan a tener una visión más
correcta sobre la relación personal de Pablo con la ley - él realmente no era un fariseo con crisis
existencial antes de convertirse. Y Dunn llama nuestra atención al aspecto
misionologico y social de la polémica de Pablo contra las obras de la ley. Sin
embargo, estos aspectos no anulan las serias implicaciones del movimiento,
especialmente en cuanto a la doctrina de la justificación.
Esto
puede sonar como una de esas cuestiones sin importancia que ocupan la mayor
parte del tiempo de los teólogos. Sin embargo, no lo es. Lo que la NPP pone en
juego son dos de las doctrinas más importantes de la fe cristiana, como son la
muerte substitutiva de Cristo y la imputación de su justicia a los que creen.
Aunque Wright diga que los pecados de los creyentes son perdonados, queda la
pregunta: ¿con base en que, si la muerte de Cristo no es substitutiva y sus
méritos no se transfieren?
Prefiero
la vieja perspectiva. No siempre el vino nuevo es el mejor.
__________________________________________________________________________
Traducción del
portugués al español: Lenin MDS
Siempre es un agrado leer a un hombre tan instruido como el reverendo Augustus Nicodemus.
ResponderBorrarPor Rev. Augustus Nicocemus Lopes, en realidad es Rev. Augustus Nicodemus Lopes, tuvieron un error de tipeo. Saludos.
ResponderBorrar