(Génesis
17: 1-14; Col.2: 8-15; Mt 28: -18-20; Tito 3: 5)
por
Rev. Paulo R. B. Anglada[1]
I. INTRODUCCIÓN
El
bautismo y la Cena del Señor son los dos sacramentos ordenados por Jesús para que
fueran observados en la dispensación de la gracia. La Cena se instituyó cuando
Cristo participó por última vez en la Pascua (Mt 26, 26-30)[2]. El
bautismo está incluido en la Gran Comisión, mencionado en Mateo 28: 18-20 y
Marcos 16: 15-16). En la visión reformada, “los sacramentos son signos y
sellos santos del pacto de gracia, instituidos inmediatamente por Dios para
representar a Cristo y sus beneficios, y para confirmar nuestro interés en él,
así como para marcar una diferencia visible entre los que pertenecen a la
Iglesia y el resto del mundo, y para comprometerlos solemnemente con el servicio
a Dios en Cristo, conforme su Palabra[3].
1.
Importancia del tema
Hay
algunos temas controversiales relacionados con el bautismo, especialmente con el
bautismo de niños y el modo del bautismo. Nuestros hermanos Bautistas y
Pentecostales (principalmente en nuestro contexto) no bautizan niños y solo
reconocen el bautismo por inmersión. Las otras denominaciones protestantes
históricas (luterana, reformada, anglicana, presbiteriana, metodista, etc.), de
distintas formas, bautizan a los niños y reconocen la legitimidad de ambos
métodos (inmersión y aspersión), prefiriendo el último.
Esto,
además de la práctica católica de bautizar indiscriminadamente a cualquier
niño, nos obliga a dar las razones de nuestras prácticas sobre el tema. El
propósito de este artículo es presentar un resumen de la teología reformada
sobre el bautismo, especialmente en lo que concierne a estos temas controversiales.
2.
El problema básico
Desde
el punto de vista reformado, el error fundamental de quienes no bautizan a los
niños y exigen la inmersión, es que pierden de vista la continuidad de la Revelación
de la obra de redención. El desarrollo progresivo de la Revelación de la
obra de redención, planeada por Dios en la eternidad, no debe eclipsar su
continuidad.
En
primer lugar, es necesario comprender que el Antiguo y el Nuevo Testamento no
enseñan dos religiones diferentes. La Iglesia cristiana no es otra
iglesia. El apóstol Pablo revela claramente que la Iglesia cristiana no es
un árbol nuevo, sino solo una rama injertada en el mismo árbol cuya raíz es
Abraham (Rom. 11: 13-24), el "padre de todos los creyentes" (Rom. 4:
11). Abraham es el padre tanto de los incircuncisos como de los
circuncidados, "que siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre
Abraham antes de ser circuncidado" (Rom. 4: 11-12).
II. EL
SIGNIFICADO DEL BAUTISMO
1.
No es un testimonio de la salvación
No
indica necesariamente que la persona que recibe la señal visible es
salva. Este no es un rito de admisión pública en la iglesia invisible,
sino en la iglesia visible, y esto incluye a los salvos y no salvos:
“… no todos los que descienden de
Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos
hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que
son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos
según la promesa son contados como descendientes”. (Romanos 9: 6-8).
Hay
varios ejemplos de miembros admitidos en la iglesia tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento, que fueron circuncidados/bautizados, pero que nunca
experimentaron el lavamiento regenerador del Espíritu Santo. Los
asistentes directos del apóstol Pablo, como Demas, abandonaron la fe cristiana
porque amaron el mundo (2 Timoteo 4:10). Refiriéndose a esta clase de
personas, el apóstol Juan explica que “Salieron
de nosotros (de la iglesia visible), pero no eran de nosotros (miembros de la
iglesia invisible); porque si hubiesen sido de nosotros (de la iglesia
invisible), habrían permanecido con nosotros (iglesia visible); pero salieron
para que se manifestase que no todos son de nosotros (de la iglesia invisible)”
(1 Jn. 2: 19).
Parece
innecesario probar lo que la Historia de la Iglesia y la experiencia hacen más
que evidente.
2.
No es un medio de salvación.
El
bautismo no tiene un poder divino inherente. En sí mismo no puede
regenerar a nadie. Esta doctrina (de la regeneración bautismal) es
enseñada por la Iglesia Católica. Para ellos, el bautismo confiere los
méritos de Cristo y el poder del Espíritu Santo, purifica de la corrupción
interna, garantiza la remisión de la culpa del pecado e infunde la gracia
santificante, uniendo al bautizado con Cristo, abriéndole las puertas del cielo[4]. En
la teología católica romana, la eficacia del bautismo no depende ni de los
méritos del oficiante ni de los méritos del bautizado, sino de la acción
sacramental misma.
Para
nosotros, los reformados, sin embargo, el bautismo no es eficaz en sí
mismo; no opera una nueva vida; la presupone y la fortalece, pero ni
la opera ni la garantiza. Esto es lo que dice la Confesión de Fe de
Westminster:
“Aunque (todavía) es un gran pecado despreciar o
descuidar esta ordenanza, sin embargo, la gracia y la salvación no están tan
inseparablemente vinculadas con ella, que sin ella nadie puede ser regenerado y
salvo o que todos los que son bautizados son indudablemente regenerados”[5].
3.
No es esencial para la salvación
La
Iglesia Católica cree que sí, pero nosotros los protestantes no. El
bautismo es obligatorio, por obediencia a los preceptos de Dios. Y nuestra
desobediencia a este precepto naturalmente resultará en un empobrecimiento
espiritual, como sucede cuando se desobedece cualquier otro precepto del Señor.
Sin
embargo, esta concepción del bautismo como esencial para la salvación es
contraria al carácter espiritual del Evangelio, que no condiciona la salvación
a formas externas (Juan 4: 21-24). El ladrón arrepentido en la cruz es una
prueba indiscutible de esto. Jesús afirmó que ese mismo día estaría con él
en el paraíso, sin ningún bautismo.
4.
Es la continuación de la circuncisión.
Los
dos sacramentos del Antiguo Testamento no fueron abolidos, sino sustituidos.
La
Pascua
(el sacramento conmemorativo de la iglesia visible) se convirtió en la santa
cena cuando Jesús participó en ella por última vez (Mt 26, 26-30).
La
circuncisión
(sacramento de admisión a la iglesia visible) se convirtió en bautismo
cristiano, debido a que ya no había necesidad de derramamiento de sangre, ya
que el Cordero Pascual estaba a punto de ser sacrificado. En Colosenses 2:
11-12, al bautismo cristiano se le llama explícitamente "la circuncisión
de Cristo" (lo mismo que la circuncisión cristiana)[6]:
“En él también fuisteis circuncidados
con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso
carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el
cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios
que le levantó de los muertos”.
El
argumento del apóstol Pablo es evidente: los cristianos también hemos sido circuncidados,
no con el prepucio cortado, sino con el bautismo cristiano, que tiene la misma
función que la circuncisión judía, por lo que incluso se puede llamar
circuncisión cristiana.
5.
Es el Sello del Pacto de Gracia
Dado
que el bautismo cristiano corresponde a la circuncisión judía, el bautismo es,
para la Iglesia visible en el Nuevo Testamento, lo que fue para la Iglesia
visible en el Antiguo Testamento: la confirmación (la señal visible) del pacto que
Dios hizo con Abraham, el “padre de todos los creyentes ". Este es
exactamente el papel de la circuncisión, conforme a las palabras que el Señor
mismo le dijo a Abraham, cuando se instituyó esta ordenanza en Génesis 17:
1-13:
“Cuando Abraham alcanzó la edad de
noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: Yo soy el Dios
Todopoderoso: anda delante de mí y sé perfecto. Haré una alianza (un
pacto) entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera ... mi pacto es
contigo; y serás padre de muchedumbre de gentes ... Y estableceré mi alianza
(pacto) entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por
pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Dijo
de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu
descendencia después de ti por sus generaciones... Circuncidaréis, pues, la
carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y
de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras
generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier
extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu
casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto
perpetuo”.
La
circuncisión de los israelitas y los prosélitos del judaísmo fue, por tanto,
una señal externa del pacto de Dios con Abraham, según el cual él (Abraham) y
sus descendientes constituirían la iglesia visible de Dios en la
tierra. El bautismo cristiano, así como la circuncisión judía, es, por
tanto, el símbolo externo solemne de la admisión a la iglesia visible.
Esto
no implica necesariamente que todos los de Israel (de la iglesia visible en el
Antiguo Testamento) fueron o serían verdaderos israelitas (miembros de la
iglesia invisible), es decir: que necesariamente fueron o serían objeto de la
gracia salvadora. Tampoco implicaba que aquellos que no eran de Israel
(judíos), no pudieran convertirse en verdaderos israelitas (miembros de la
iglesia invisible).
La
circuncisión implicaba que serían considerados el pueblo de Dios y serían
objeto de su especial cuidado, bendición y revelación. De hecho, los
compatriotas de Pablo según la carne disfrutaban de privilegios especiales,
tales como “la adopción, la gloria, los pactos
(los pactos de gracia y ley), el culto y las promesas; de quienes son los
patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo...'' (Romanos 9:
3-5). Después de mostrar la culpa universal (de gentiles y judíos), el
apóstol Pablo pregunta:''¿Qué ventaja
tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión?”. Él mismo responde:
“Mucho, en todas maneras. Primero,
ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios''. (Romanos 3:
1-2).
Conclusión:
El bautismo, al igual que la
circuncisión, es el rito o forma externa determinado por Dios para simbolizar y
sellar la admisión de las personas a la iglesia visible, como beneficiarias del
pacto de gracia y objeto de su cuidado especial. Es cierto que el símbolo
presupone, en general, el lavamiento dadivoso y regenerador del Espíritu Santo
por la Palabra (Tito 3: 5), mediante el arrepentimiento y la fe; pero no
lo opera ni lo garantiza.
III. LOS NIÑOS EN EL PACTO DE GRACIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La
pregunta realmente importante con respecto al bautismo infantil como “la circuncisión
cristiana” es la siguiente: ¿Se consideró a los niños beneficiarios del pacto
de gracia que Dios hizo con Abraham? Y la respuesta es evidentemente
positiva. Cuando fue establecida la circuncisión, los niños fueron
incluidos explícitamente como beneficiarios del pacto de gracia, como miembros
de la iglesia visible en el Antiguo Testamento. Por eso debían ser
circuncidados: "El que tenga ocho
días será circuncidado entre vosotros, todo varón por vuestras
generaciones" (Génesis 17: 9-12). ¡No había ningún impedimento
para instituir la circuncisión solo para adultos! Pero eso no ocurrió. Los
niños también fueron incluidos, porque era el propósito del Señor que su pacto
fuera con Abraham y su descendencia.
Lo
que debe entenderse es que este pacto que Dios hizo con Abraham, llamado por
los reformados como un pacto de gracia, es la implementación histórica de un
pacto eterno, y nunca ha sido derogado (cancelado). Este pacto, cuyo sello
era la circuncisión y ahora es el bautismo (la circuncisión de Cristo), es
anterior a la ley de Moisés y, por lo tanto, sigue en vigor. El pacto de
la ley ha pasado (un apéndice), es cierto, así como sus leyes
ceremoniales. Pero no el pacto de gracia con Abraham, que fue instituido
unos cuatrocientos años antes de la ley de Moisés. El pacto con Abraham no
ha pasado, es un "pacto eterno". Las ordenanzas, los símbolos de
ese pacto, han cambiado: primero, solo la circuncisión; luego se añadió la
Pascua, y luego ambos fueron reemplazados por el bautismo y la Cena del
Señor. Pero el pacto es el mismo.
Esto
es lo que dice el apóstol Pablo en Gálatas 3:17. Demostrando que la ley de
Moisés no puede invalidar el pacto con Abraham, él dice: “El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que
vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa”
Por
lo tanto, el pacto que se menciona en el Nuevo Testamento no es otro pacto, un
pacto establecido recientemente, que derogó el pacto hecho con Abraham; sino
el mismo pacto que fue renovado por Aquel que es el Mediador del pacto: Jesús
(cf. Gál 3: 27,29). La palabra que se utiliza no es "nevo", sino " kainov " como en nuevos cielos
y nueva tierra (no otros cielos y otra tierra, sino estos cielos y esta tierra
renovados).
El
hecho es que la iglesia es la misma. Somos miembros de un mismo cuerpo. Somos
la "comunidad del pacto". Somos los verdaderos descendientes de
Abraham. "Los de la fe son los hijos de Abraham" (Gálatas 3:
7). Somos (la iglesia cristiana) las ramas que han sido
injertadas; nos convertimos en partícipes de la misma raíz y la misma savia
del olivo (Rom 11:17). Los medios de salvación tampoco han
cambiado. Somos salvos hoy de la misma manera que los creyentes en la
época del Antiguo Testamento; es decir, por la gracia soberana de Dios
mediante el arrepentimiento y fe en Sus promesas, entre las cuales la principal
era la venida del Mesías, el Redentor de Israel (Rom. 4: 1-17). Por lo
tanto, ¿Por qué razón los hijos de los miembros del nuevo pacto deberían
ser excluidos de la comunidad del pacto, de la iglesia visible? ¿Por qué
negarles el sello del pacto: el bautismo?
IV. LOS
NIÑOS Y EL PACTO DE GRACIA EN EL NUEVO TESTAMENTO
¿El
Nuevo Testamento excluye a los niños de ser beneficiarios del pacto de
gracia? No, en ninguna parte del Nuevo Testamento se excluyó a los hijos
de aquellos que pertenecían al pacto, - los que enfática y explícitamente
fueron incluidos en él en Génesis 17 – fueron excluidos. Por el contrario, hay
afirmaciones explicitas también de que siguen incluidos.
1.
El mismo Señor Jesús afirmó que ellos pertenecen a su reino: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis; porque de los tales es el reino de Dios". (Lucas 18:16).
2.
Pedro confirma que la promesa los incluye: "Pues para vosotros es la promesa, para vuestros hijos y para todos los
que aún están lejos" (Hechos 2:39).
3.
El apóstol Pablo reconoce la posición de los niños como "santos"
cuando al menos uno de los padres es creyente. Escribiendo a los
Corintios, Pablo instruye a los maridos que se habían convertido a no separarse
de su cónyuge incrédulo, al decir: “Porque
el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el
marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora
son santos'' (1 Co 7: 14).
4.
También hay ejemplos implícitos de su práctica en las páginas del Nuevo
Testamento:
Lidia: el Señor le abrió el corazón para
creer, y pronto fue bautizada ella y toda su casa (Hechos 16: 14-15).
El
carcelero de Filipos:
“y
sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron:
Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. … y en seguida se
bautizó él con todos los suyos. (Hechos 16: 30-33)
Estéfanas:
Entre las pocas personas que el apóstol Pablo había bautizado estaba la '' casa
de Estéfanas'' (1 Cor 1:16).
5.
Los Padres de la Iglesia, de un modo general. Reconocen y mencionan la práctica
del bautismo infantil. Nueve, de los doce Padres que vivieron en los dos
primeros siglos, mencionan la práctica del bautismo infantil, por ejemplo:
Justino Mártir (130), Irineo (180), Origenes
(230). Posteriormente, Agustín declaró que “ningún concilio había
ordenado jamás el bautismo de infantes porque era una práctica que había estado
ocurriendo desde los tiempos apostólicos; y que nunca había escuchado o
leído de nadie en la iglesia que sostuviera lo contrario ''.
6.
Cabe señalar que, si no hay un ejemplo explícito de bautismo infantil en el
Nuevo Testamento, ¡Tampoco hay la menor referencia a los bautismos de adultos
nacidos y criados en hogares cristianos!
V.
OBJECIONES
1.
No hay ningún mandamiento para bautizar a los niños.
Y
tampoco fue necesario, ya que los hijos (hijos del pacto) siempre fueron
reconocidos como miembros de la iglesia visible del Antiguo
Testamento. Uno esperaría lo contrario: un mandamiento para no incluirlos
más en la iglesia del Nuevo Testamento. Tampoco hay un mandato explícito para
establecer el domingo como el día de descanso cristiano, ni mandamiento
explicito para incluir a las mujeres en la Cena del Señor.
2. Los niños no cumplen las condiciones necesarias: arrepentimiento y fe
¡El
mismo argumento los excluye del cielo! “Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”
(Lucas 13: 3). “El que en él cree,
no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído
en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). Pero Jesús no
los excluyó, e incluso los que hacen esta objeción no los excluyen.
El
argumento es válido solo para los adultos que pueden ejercer la fe, pero no
para los niños. La Biblia también dice: "El que no trabaja, que no
coma". ¡Y los niños! ¿Debemos dejarlos con hambre porque no
pueden trabajar?
En
el AT los niños (hijos del pacto) tampoco podían arrepentirse y tener fe en las
promesas (condición para la salvación también en el AT), pero aun así fueron
circuncidados y considerados miembros del pueblo de Dios (de la iglesia
visible) y beneficiarios del pacto.
3.
¿Qué beneficios puede producir en el niño?
¿Qué
beneficio podría producir la circuncisión en los niños? Muchos, no solo
para el niño, sino también para la iglesia y los padres, como veremos a
continuación.
VI. IMPORTANCIA
DEL BAUTISMO INFANTIL
Para
la Iglesia
1) La edificación de los miembros.
2) La Responsabilidad de la iglesia para
orientar a los padres y a sus hijos.
1)
Para padres
a) Consuelo al saber que sus hijos
pertenecen al pacto. A menos que lo rechacen cuando sean adultos, esa es la
condición.
b) Responsabilidades: Darle a conocer a sus hijos que
pertenecen al pacto. Que sean fieles (dándoles buen testimonio). Educándolos en
el temor del Señor.
Para
los niños
a)
Cuando lleguen a la edad de la razón, sabrán que pertenecen al pacto y
preguntaran: ¿Qué significa esto? Y se beneficiaran del bautismo como aquellos
que fueron bautizados siendo adultos.
b) Gozan de todos los privilegios de la Iglesia Visible: oración, consejo,
disciplina, enseñanza de la Palabra, ejemplo de otros fieles, y principalmente de
las promesas referentes al pacto.
VII. EL
SIMBOLISMO Y EL MODO DEL BAUTISMO
1. La práctica bautista y pentecostal
Nuestros
hermanos Bautistas y Pentecostales (éstos proceden históricamente de los
primeros), insisten en la inmersión como la única forma legítima de bautismo.
La
primera razón que presentan está relacionada con el símbolo del
bautismo. Para ellos, basado en Romanos 6: 3ss y Colosenses 3:12, el
bautismo es una prescripción para la inmersión, como símbolo de la muerte,
sepultura y resurrección de Cristo. Aquí están los textos:
“¿O no sabéis que todos los que hemos
sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en
la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Rom. 6: 3-5).
“sepultados con él en el bautismo, en
el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios
que le levantó de los muertos”
(Colosenses 2:12).
La
segunda razón se refiere a la falta, según ellos, de ejemplos de bautismos por aspersión en el Nuevo
Testamento.
2.
La práctica reformada y protestante
La
práctica reformada no insiste en la necesidad de inmersión (o aspersión). Las
razones son las siguientes:
1) El simbolismo del bautismo no
está en la inmersión, sino en la purificación, en el lavamiento
purificador. Así como en la circuncisión simbolizaba la eliminación de la
impureza, el bautismo en agua (que es la circuncisión cristiana) simboliza el
lavamiento purificador del Espíritu Santo en virtud de la obra de Cristo (a
través de Cristo): “[Él] nos salvó, no
por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el
cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tito
3: 5).
Este
simbolismo del bautismo se ejemplifica en el relato del apóstol Pablo de las
palabras de Ananías en su propio bautismo: “levántate,
recibe el bautismo y lava tus pecados ...” (Hechos 22:16). Es decir,
el bautismo no purifica del pecado, simboliza la purificación del pecado.
Esto es lo que dice el Catecismo de Heidelberg sobre el bautismo:
“Cristo instituyó este lavamiento externo1 y
con él la promesa de que, tan cierto como el agua lava la suciedad del cuerpo,
así también su sangre y su Espíritu lava la impureza de mi alma, esto es, todos
mis pecados” (respuesta 69).
Por
supuesto, en un sentido más amplio, todas las bendiciones espirituales que
surgen de la salvación están implícitas en el símbolo: muerte al pecado, el
nuevo nacimiento, pertenecer al cuerpo de Cristo a través de nuestra unión con él,
etc. Y muchas figuras se emplean en este sentido: morir con Cristo, ser
sepultado con Cristo, ser resucitado con Cristo, vivir en Cristo, caminar en
Cristo, revestirse de Cristo (Gál 3, 27), ser plantados, etc. con Cristo,
etc. Sin embargo, esto no significa que alguna de estas figuras sea el
único símbolo del bautismo.
El
símbolo del bautismo está en el lavado, en la purificación por el lavado en
agua, en la acción purificadora del Espíritu Santo, que nos separa del uso
común (impuro) y nos une a Cristo; y no en el modo en que se realiza el
lavado[7]. Cabe
señalar que, incluso en Romanos 6, el contexto general es la purificación del
pecado:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?... sabiendo esto, que nuestro
viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado
sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.... o reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias...” (vs. 1-2, 6, 12).
Lo
esencial en el bautismo, se enseña explícitamente en su institución y en otros
textos del Nuevo Testamento: que se haga con agua (Hch 10, 47) y en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).
2) El uso de la palabra bautizar en la Septuaginta. En las cuatro ocasiones que aparece el verbo, todas se pueden traducir como lavar, pero no todas se pueden traducir como sumergir. Ejemplos: Daniel 4:33, donde leemos que el cuerpo de Nabucodonosor “...y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo...” Ver Levítico 6:28: "Y la vasija de barro en que fuere cocida, será quebrada; y si fuere cocida en vasija de bronce, será fregada y lavada con agua". Incluso en 2 Reyes 5:14, donde la inmersión es probable, el propósito es claramente el lavado como símbolo de purificación, como lo indican los versos 10, 12 y 13.
3) Los ritos de purificación en el
Antiguo Testamento: a menudo a través de aspersiones de sangre o agua. Ver
números 19: 9, 13 y 20. Estos ritos para purificar utensilios, etc., se les
llama bautismos en el Nuevo Testamento:
“Los cuales,
viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto
es, no lavadas, los condenaban. Porque los fariseos y todos los judíos,
aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. Y volviendo de la plaza,
si no se lavan , no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar,
como los lavamientos de los vasos de
beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos. Le
preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no
andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos
inmundas?” (Mc 7, 2-5).
Hebreos 9:10, 13, 19 y 21, habla de la práctica de
abluciones de rociar cenizas y sangre al pueblo, al tabernáculo y a los
utensilios sagrados con el propósito de una purificación religiosa.
4) El uso de la palabra en el Nuevo
Testamento:
a) Intercambiable con (lavar): 7: 3-4 Marcos (ya mencionado); Lucas
11:38; Mateo 15: 2 y 20.
Nota:
la forma común de lavarse las manos en Oriente era derramando agua, como hoy.
b)
La contienda de los discípulos de Juan sobre el bautismo (Juan 3: 22-30) es sin
duda una contienda sobre la purificación (v. 25).
5) El carácter espiritual de la
adoración en el Nuevo Testamento, que no enfatiza la forma sino el
espíritu. El énfasis de la adoración en el Nuevo Testamento no está en la
vestimenta del oficiante, en el templo, el rito, sino en su naturaleza
verdadera y espiritual. Por consiguiente, en ninguna parte del Nuevo
Testamento se especifica la forma del bautismo (inmersión o
aspersión). Entonces, ¿por qué lo enfatizaríamos nosotros?
6)
También es interesante notar que no hay
un solo ejemplo de bautismo en el Nuevo Testamento que especifique explícita e
inequívocamente la forma de bautismo (inmersión o aspersión) que se
practica. De hecho, el contexto y algunos de estos ejemplos de bautismos
hacen que la inmersión sea incluso poco probable. Este es el caso del
bautismo de grandes multitudes en la ciudad de Jerusalén, donde el agua
escaseaba (en 2: 37-41); eunuco en el desierto (); de Pablo en la
casa de Judas, por Ananías (nada en el informe indica que salieron de la
casa, Hch 9: 17-19); y el carcelero de Filipos (Hch 16: 30-33).
7) Los dibujos, grabados y pinturas
más antiguos (de los siglos II y III) de escenas de bautismos cristianos
representan el derramamiento de agua sobre el bautismo.
CONCLUSIÓN
1) El bautismo en agua fue
instituido como sustituto de la circuncisión, como sacramento de iniciación en
la iglesia visible de Cristo en el nuevo pacto, ya que el derramamiento de
sangre ya no es necesario. Es, por tanto, “la circuncisión de Cristo”
(cristiana).
2) El bautismo no es un
certificado de salvación (no todos los bautizados son necesariamente
salvos). No es un medio de salvación (la opera la salvación). No es
esencial para la salvación (pero debe practicarse en obediencia al mandato de
Cristo).
3) El bautismo es la señal
visible y el sello del pacto de gracia, de la entrada a la iglesia visible, de
nuestro solemne compromiso público con Cristo y su obra. A través de él,
los miembros de la iglesia se distinguen visiblemente de otras personas como pueblo
de Cristo y beneficiarios del pacto.
4) El símbolo del bautismo
consiste no solo o específicamente en la inmersión (o muerte y resurrección),
sino del lavamiento purificador y regenerador operado por el Espíritu Santo en
el corazón de quien se arrepiente de sus pecados y cree en la eficacia y
suficiencia de la obra de Cristo; y en su unión con Cristo y su cuerpo.
5) El modo del bautismo no
es relevante. Puede ser tanto por inmersión como por aspersión. No
obstante, consideramos que el bautismo por aspersión (o ablución) es
exegéticamente e históricamente preferible, a la luz de las prácticas
purificadoras (bautismos, lavamientos) del Antiguo Testamento e incluso de los
ejemplos del Nuevo Testamento y del testimonio de la historia de la iglesia.
Fuente: Bautismo de niños, Editorial Puritanos. Usado
con permiso. http://www.puritanos.com.br/
Traductor al español: Lenin MDS
[1] El reverendo Paulo Anglada es ministro presbiteriano desde hace más
de 25 años. Tiene una Maestría en Teología por la Potchefstroom University
(África del Sur) y un Doctorado en Ministerio por el Westminster Theological
Seminary (EUA), autor de varios libros y artículos en revistas teológicas.
[2] Véase también Marcos 14:
22-26; Lucas 22: 14-20; y 1 Corintios 11: 23-26.
[3] Confesión de fe de
Westminster 27.1
[4] Newman, Lectures on Justification, 257.
Citado por Alexander Hodge, Outlines of Theology (Edimburgo: Banner of Truth,
1972), 625.
[5] Capítulo XXIII, párrafo V.
[6] Este es el uso común del genitivo (el genitivo descriptivo), usado
como un adjetivo. Ej: toswmath aJmartiva - el cuerpo de pecado/pecaminoso (Rom. 6:
6); ejn tw / swvm ati th sarkov - en
el cuerpo de la carne/carnal (Colosenses 1:22). Así
también: al bavptisma jIwavnnou - el bautismo
de Juan / Joanine (Mt 21:25).
[7] Este es el símbolo del
bautismo: el lavamiento regenerador del creyente por el Espíritu Santo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar