Porqué Debo Ser un Calvinista

P. Andrew Sandlin Explicando la Soberanía de Dios sobre el hombre y el pacto con el hombre.

Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciara el evangelio!
― 1 Corintios 9:16

Nuestro mundo postmoderno habla mucho acerca de “opciones.” Dice muy poco acerca de convicciones. Se supone que todos han de estar felices con sus propias “preferencias,” y el trato tácito es que no me alteraré demasiado por tus preferencias (digamos, por ejemplo, la heterosexualidad, el corn flakes, la marca Oldsmobile, la pedofilia, o Dan Rather) si tú no te perturbas demasiado por las mías. Simplemente todos hacemos “elecciones,” y nos aseguramos de no volvernos demasiado dogmáticos con respecto a ellas.

La Biblia, por otro lado, tiene poco que decir acerca de lo que llamaríamos “preferencias.” Tiene mucho que decir acerca de lo que calificamos como “convicciones.” Las preferencias son elecciones que nos complacen; las convicciones son creencias que nos obligan.

Pablo estaba convencido que Dios le había llamado a predicar el evangelio. Esto no era una preferencia. Era una convicción. Esta es la razón por la cual declaró que “le era impuesta necesidad.” Era dirigido por una obligación interna – una obligación que Dios mismo había inculcado en él para predicar el evangelio.

Hoy voy a hablar sobre porqué yo debo ser un Calvinista. No estoy hablando principalmente sobre porqué Ud. debiera ser un Calvinista, aunque si Ud. no es un Calvinista, espero que se convierta en uno. No estoy abordando el tema, “Porqué soy un Calvinista.” Esto simplemente podría terminar siendo una disertación desapasionada. Acerca de lo que estoy hablando hoy arde en mi alma e inflama mi mente. Esto es lo que hacen las verdaderas convicciones. No son simplemente asuntos de discusión relajada. Son asuntos de convicción apasionada. ¿Por qué debo ser un Calvinista?

Razones Insuficientes

Primero, déjeme discutir razones insuficientes para yo ser un Calvinista. No soy un Calvinista porque tenga una opinión exaltada de Juan Calvino. Ėl fue un hombre grande, piadoso y erudito. Pero era, después de todo, un ser humano como el resto de nosotros; y cometió algunos errores – incluso algunos serios errores. No soy un Calvinista porque exalte a Calvino, sino más bien porque creo que las creencias de Calvino estaban bastante cercanas a lo que la Biblia enseña. Calvino (en mi opinión) básicamente estaba en lo correcto.

Algunas veces se piensa que Calvino es el padre de las iglesias Reformadas, y uso los términos “Calvinista” y “Reformado” más bien de manera sinónima. Menciono a las iglesias Reformadas. Hay muchas de ellas, y a menudo estas iglesias están alineadas con denominaciones. No soy un Calvinista solo sobre la base de que soy un denominacionalista. Muchos Calvinistas no son miembros de alguna denominación particular, aunque todos deberían ser miembros de una iglesia sana. Hay buenas denominaciones y hay malas denominaciones; y la verdad del Calvinismo no descansa en el estado o criterio de algunas denominaciones (o de alguna iglesia en particular, en esa materia).

No abrazo el Calvinismo sobre la base de que nací en una familia Calvinista. De hecho, nací en una buena familia, bíblica y temerosa de Dios, que no era Calvinista. No soy Calvinista por nacimiento, sino por elección [!]. Calvino el hombre, las denominaciones Calvinistas, y el haber nacido en una familia Calvinista no son (para mí) razones suficientes para abrazar el Calvinismo. Al final, no abrazas el Calvinismo debido a que solamente lo seleccionas como una “opción.” Abrazas el Calvinismo porque - ¿me atrevo a decirlo? – tienes que hacerlo. Su verdad penetra hasta la médula de tu ser, y no puedes hacer otra cosa.

Catolicidad (Universalidad)

Es importante entender primero que los Calvinistas mantienen, con otros sectores de la iglesias, ciertos distintivos. Nosotros los Calvinistas concordamos con todos los otros Cristianos ortodoxos en abrazar las creencias básicas Cristianas resumidas en el Credo de los Apóstoles. Sostenemos el Trinitarianismo explicado explícitamente en el Credo Niceno. Afirmamos la Cristología (visión de la Persona de Cristo) articulada en la fórmula de Calcedonia. Creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, Dios en la carne. Tenemos fe de que derramó su sangre en la cruz para expiar nuestros pecados; que se levantó de manera corporal de la tumba al tercer día; y de que volverá otra vez con esplendor y gloria grande y visible para juzgar a las naciones. Creemos que el evangelio es el poder de Dios para salvación a todos los que creen. Igual que nuestros homólogos ortodoxos, creemos en la historia redentora – aquellos eventos grandes y milagrosos de la obra de Dios en Cristo para salvar a los pecadores.1 En estos y otros asuntos fundamentales concordamos con todos los Cristianos ortodoxos. Estos son simplemente asuntos de la fe católica (universal, no Romana) en la cual todos consentimos.

Distintivos

Pero los Calvinistas tenemos ciertas creencias y prácticas distintivas. Estas nos distinguen del resto de la Cristiandad ortodoxa. No afirmamos que nuestros hermanos y hermanas sean menos Cristianos de lo que nosotros somos. Sin embargo, sí afirmamos que tienen un entendimiento menos perfecto, o maduro, de la fe. Por supuesto, si creyésemos como ellos creen, seríamos miembros de sus iglesias. Es precisamente porque estamos convencidos de la exactitud de la creencia y práctica Calvinista que somos miembros de iglesias Reformadas – y, más importante aún, esa es la razón por la cual abrazamos el Calvinismo.

Note que digo “creencia y práctica.” Como todos los otros sectores del Cristianismo, el Calvinismo no es solamente un sistema de creencia; es también un sistema de vida. Lo que crees influencia el cómo vives. Hacia fines de los ‘40s, Richard Weaver, el gran historiador Sureño, escribió un libro titulado Las Ideas Tienen Consecuencias. Seguramente que las tienen. Lo que crees y piensas da forma al como actúas y te comportas. Los Calvinistas no somos “doctrinalistas.”2 No creemos que la fe esté limitada a la doctrina, con todo lo esencial que es, y ciertamente no del tipo de teología académica que uno encuentra solamente en los seminarios de torres de marfil que otorgan licenciaturas acreditadas Th. D. No, el Calvinismo es una creencia y una vida. En el lenguaje de Santiago en el Nuevo Testamento, es tanto fe y obras.

Teniendo todo esto en mente, déjeme decirle porque yo debo ser un Calvinista.

La Soberanía de Dios

Debo ser un Calvinista, primero, porque no puedo reconocer un hecho más grande en el universo que la soberanía de Dios. ¿Qué es la “soberanía de Dios”? En palabras de un sabio ministro, la soberanía de Dios quiere decir que Dios es... Dios. Dios no es hombre, y no hay nadie con quien podamos compararle (Is. 40:18). Los antiguos dioses paganos – y los dioses falsos de hoy, con relación a esto – eran simplemente extensiones de la humanidad. Eran mezquinos, vengativos, caprichosos y tímidos. Expresaban características exageradas del hombre mismo. Este no es el Dios revelado en la Biblia, y no es el Dios de los Calvinistas. Creemosque Dios es absoluto, todopoderoso, omnisciente, omnipresente, siempre amoroso, siempre justo, siempre perfecto. Ėl es auto-contenido, auto-suficiente, y auto-referencial. Ėl no es “contingente” en ningún sentido. Ėl no depende de nadie o de algo más para su ser o acciones. Cuando Moisés le preguntó a este Jehová Dios cuál era su nombre, Dios contestó simplemente, “Yo soy,” o “Yo soy el que soy.” No hay ningún factor externo o derivante con el cual podamos comparar a Dios. Dios simplemente es. Este es el Dios a quien amamos y servimos.

Creemos que este Dios hace lo que quiere. De hecho, él nos dice en su Palabra, la Biblia, que esto es precisamente lo que él hace (Sal. 115:3). Ėl no solicita el permiso del hombre. Ėl es el Creador, y el hombre es la criatura (Gén. 2:7). El hombre es su criatura más alta, y el hombre es hecho a su imagen; aún así el hombre es una criatura. Dios es soberano. Ėl conoce el fin desde el principio porque Ėl determina el fin desde el principio. Nadie puede frustrar su voluntad, y nadie puede detener su mano. No podemos escudriñar su mente como a un semejante, y no podemos conocer su voluntad aparte de su revelación en la Biblia y en la creación y en su Hijo Jesucristo. En Isaías leemos, “así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa.55:9-10). Como el resto de su creación el hombre mismo es una criatura; y Dios hace con el hombre lo que Ėl quiere. Romanos 9 presenta esto con abundante claridad. Dios es soberano, y esto significa que el hombre no es soberano.

Es bastante claro cómo Dios ejerce principalmente esta soberanía. Ėl lo hace por medio de su Hijo, Jesucristo. Jesucristo es el gran Rey.3 Como resultado de Su muerte y resurrección, el Padre le otorgó el dominio universal (Dan. 7:13-14; Mat. 28:18-20; Fil. 2:5-11). Ėl está gobernando hoy desde los cielos (Hch. 2:29-36). El gran centro de la fe para los Cristianos primitivos era el Señorío del Cristo levantado y exaltado.4 De hecho, la fe Cristiana puede ser resumida en tres palabras:

Jesús es Señor.

La soberanía de Dios se ve en la creación y mucho más, pero alcanza su expresión más plena en el gobierno de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, Salvador y Rey.

La muerte de Cristo en la cruz y su resurrección de la tumba aseguran la salvación del hombre, y Ud. puede estar seguro que nuestro Dios es soberano en la salvación del hombre, igual que es soberano en cualquier otro aspecto del universo. Este es un principio destacado de la creencia Calvinista en la soberanía de Dios. Dios salva a los hombres; él no les ayuda a salvarse a sí mismos. Dios no está en el negocio de hacer que hombres que andan dando tumbos vuelvan a afirmarse sobre sus pies con seguridad. Los pecadores están muertos en delitos y pecados (Efe. 2:1). Ellos no son hombres enfermos que necesiten una medicina; son hombres muertos que necesitan una resurrección. Dios es exactamente lo que el Espíritu Santo le da a los elegidos, los escogidos de Dios. La salvación, según los Calvinistas, no es un esfuerzo cooperativo. Dios envió a su Hijo, Jesucristo, a la tierra para salvar a los pecadores que Ėl amó (Jn. 3:16). Su muerte simplemente no hizo de la salvación algo asequible; su muerte en realidad aseguró la salvación de los pecadores. Esta es la razón por la cual el escritor de Hebreos nos dice, “y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre [la de Jesucristo], entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Heb. 9:12, énfasis añadido). En realidad Ėl ha obtenido salvación. Dios salva a los pecadores; Ėl no les ayuda a que se salven ellos mismos.

Ninguna de estas cosas significa que el hombre es una máquina o un autómata. Con seguridad que Dios le ha dado al hombre una voluntad y la capacidad de hacer elecciones. Una y otra vez Dios apela a la voluntad del hombre. Al Israel del Antiguo Testamento Jehová le dice, “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deut. 30:15). En el Nuevo Testamento Jesús mismo declara, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28). Las elecciones del hombre son elecciones reales, y su voluntad es una voluntad real.

Pero – y este es el punto crucial – subyaciendo toda la voluntad y elecciones del hombre se encuentra la voluntad soberana y eterna de Dios (Efe. 1:11).

¿Cómo explicamos esto los Calvinistas? ¿Cómo armonizan la soberanía de Dios y la voluntad del hombre? Una respuesta simple es, no lo sabemos. De hecho, es precisamente porque Dios es soberano y nosotros no que no profesamos entender la relación exacta entre la soberanía de Dios y la voluntad del hombre. Sabemos que Dios es soberano en todas las cosas, y sabemos que el hombre tiene una voluntad y una capacidad de eleccón que tiene significado real; y allí lo dejamos. Si Dios es soberano, Ėl es tan soberano que puede crear un ser como el hombre con una voluntad cuyas acciones no son forzadas por Dios, y no obstante, cumple de manera intachable la voluntad de Dios. ¿Cómo puede ser esto? No lo sé. Dios es soberano, y nosotros no lo somos.

La Centralidad del Pacto

Hay una segunda razón por la cual debo ser un Calvinista. Los Calvinistas creemos que el pacto se halla en el centro de los tratos de Dios con el hombre, y creo que esto es exactamente lo que la Biblia enseña. Este es el segundo gran distintivo del Calvinismo.6 Es un distintivo cuya importancia a menudo no es reconocida. Parte de la razón para esta falta de reconocimiento es debido a una época donde se ha perdido la noción total del pacto. Un pacto es un vínculo sagrado. Es una relación en la que el amor y la legalidad armonizan de la forma más hermosa. A menudo tendemos a ver estos dos fenómenos de manera antitética: la ley y el amor son opuestos. El amor es espontáneo y emocional, mientras que la ley es calculada y racional. Pero la doctrina Bíblica del pacto destruye esta falsa antítesis. En los pactos Bíblicos (y estoy hablando aquí de los pactos entre Dios y los hombres), Dios entra en una relación vinculante y obligatoria con el hombre. No es menos obligatoria porque sea llena de amor, y no es menos amorosa porque sea obligatoria. Dios ama tanto al hombre que está dispuesto a comprometerse Ėl mismo para con el hombre. Como resultado del previo amor de Dios para con el hombre, el hombre está dispuesto a vincularse él mismo con Dios debido a su amor por Dios. Es tanto espontáneo como calculado, emocional y racional. Dios ama al hombre y hace un compromiso para con el hombre; el hombre ama a Dios y hace un compromiso para con Dios. Esta es la raíz del pacto bíblico.

El pacto es un tema dominante en la Biblia – desde el pacto de Dios con Noé de que nunca destruiría nuevamente la tierra con un diluvio, el pacto con Abraham de que Ėl sería Dios para él y su descendencia después de él y que bendeciría a todas las familias de la tierra a través de aquella simiente, a su pacto con Israel como nación que les bendeciría en tanto que ellos guardaran su ley, su pacto con David de que levantaría un rey para siempre en el trono de Israel del fruto de los lomos de David, hasta el “nuevo pacto”, que Dios colocaría su ley en los corazones de su pueblo.7 Jesús ratificó este nuevo pacto con el derramamiento de su sangre en la cruz, de la cual su última comida con los discípulos, o la Cena del Señor, es un signo y sello poderoso. Pablo, el agran apóstol del Nuevo Testamento, definió su ministerio en términos del nuevo pacto (2 Cor. 3:6).

El hecho es que el pacto es la manera como Dios se relaciona con el hombre. Ėl pudo haber escogido otra manera, pero no lo hizo. Ėl escogió entrar en un vínculo sagrado y bilateral con los hombres en el tiempo y la historia. Amorosamente Ėl se comprometió a sí mismo con los hombres, y ellos responden al comprometerse ellos mismos, también amorosamente, para con Ėl.
Dios nos ha dado su palabra en la revelación como una palabra pactal. Tiene dos partes, el Antiguo y el Nuevo Testamento, o los antiguos y nuevos pactos. Esta Palabra, las sagradas Escrituras, verifican la relación pactal con su pueblo; y esta Palabra, una palabra infalible, presenta sus términos a sus criaturas. Esta Palabra es la forma escrita del vínculo pactal.

El pacto necesita fe intergeneracional. Somos miembros del pacto Abrahámico, unidos a Cristo la simiente prometida. Pero también nuestros hijos se hallan en pacto con el Señor (Gén. 17:7-14; Hch. 2:38-39; 1 Cor. 7:14). Como señaló una vez Andrew Murray, Dios le dio a Isaac las mismas promesas que le dio a Abraham.9 Dios es el mismo Dios, y sus promesas son las mismas promesas. Confiamos que Dios salvará nuestros hijos y los acercará hacia sí mismo y que ellos le seguirán. Ellos son su posesión especial. Ellos permanecen en pacto con Ėl. Y nosotros permanecemos en las promesas del pacto de Dios en la crianza de nuestros hijos.
Debo ser un Calvinista porque creo que el pacto es el medio por el cual Dios se relaciona con Su pueblo.

La Fe, una realidad que lo abarca todo

Tercero, y final, debo ser un Calvinista porque estoy convencido que la Fe Cristiana debe dominar la totalidad de la vida y existencia del hombre. No hay expresión del Cristianismo ortodoxo que haya reconocido este hecho tanto como el Calvinismo lo ha hecho. Los Calvinistas creemos que Jesucristo es Señor, no solamente del servicio de adoración de la iglesia el domingo, sino también de la sala de juntas o en el taller el lunes.

Todo pertenece a Cristo y todo lo que al apresente se encuentra bajo el dominio experimental del pecado debe ser reorientado hacia la justicia bíblica. Los Calvinistas concordamos con Francis Schaeffer cuando declaró que uno de los grandes problemas con los Cristianos hoy es que ven las cosas en pequeños pedacitos, en lugar de verlas como un todo.11 Estos buenos paisanos miran los males en la sociedad aquí y allá, pero no se dan cuenta que estos males son parte de un “sistema de vida” particular, o cosmovisión. En Occidente, esta cosmovisión es el humanismo secular. Pero peor aún, los Cristianos no entienden que el mismo Cristianismo requiere su propio “sistema de vida” distintivo. Por casi dos mil años el Cristianismo ha dominado las vidas de los devotos, y hoy esta necesidad es aún más apremiante. A diferencia de muchos de nuestros antepasados en Europa y los Estados Unidos, ya no vivimos dentro de una cultura Cristiana. Por lo tanto, debemos estar especialmente vigilantes para enfatizar el Señorío de Cristo en todas las áreas de la vida, para que no vayamos simplemente a afirmar – por falta de comparecencia – la visión humanista secular de las cosas.

La Biblia declara que sea que comamos o bebamos, o cualquier cosa que hagamos, debemos hacer todo para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31). Esto significa que todas las áreas de la vida deben estar bajo la autoridad de Cristo. Las artes, la ciencia, la tecnología, la vocación, los medios de comunicación, la política, la economía – todas estas y más – se encuentran bajo la autoridad de Cristo. El Calvinista no cree que hayan áreas “neutrales” de la vida y que tanto el creyente como el no-creyente puedan concordar en los principios básicos de estas áreas.12 Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Ėl no es simplemente un camino, una verdad y una vida para alguna parte de nuestra existencia. Jesús mismo nos dice que venimos al Padre solo por Cristo,; y si no venimos al Padre somos espiritualmente ciegos (1 Cor. 2:14). Necesitamos interpretar las cosas desde la “perspectiva” de Dios para interpretarlas apropiadamente. Si Jesucristo no es Señor de la vida de uno, el hombre no puede esperar interpretar el mundo (incluído él mismo) con exactitud.

Si el conocimiento de Cristo domina nuestro mismo ser, debemos, como la Escritura dice, traer todo pensamiento cautivo a Cristo (2 Cor. 10:5). Simplemente no podemos ser Cristianos de “medio tiempo.”13 El Cristianismo se extiende mucho más allá de la esfera que se encuentra entre nuestras dos orejas – debe dominar la totalidad de la cultura, la totalidad de la vida.

Conclusión

Dios es un soberano. Dios se relaciona con el hombre por medio del pacto. Y la fe es totalizante, no está limitada a unas pocas áreas. Hay mucho más que podría decir, pero esta es la razón por la cual debo ser un Calvinista. Y oro que Ud. también se convierta en uno.

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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