Las Obras de Providencia II

Luis Berkhof en su Libro de Teologia Sistematica nos comenta lo siguiente:
CAPITULO 14: LA PROVIDENCIA

El teísmo cristiano se opone a la separación deísta de Dios y el mundo tanto corno a la confusión panteísta de Dios con el mundo. Por tanto, la doctrina de la creación tiene que ser seguida inmediatamente por la de la providencia en la cual el concepto bíblico de la relación de Dios con el mundo se define con toda claridad. Aunque el término "providencia" no se encuentra en la Escritura, la doctrina de la providencia es sin embargo eminentemente bíblica. Este vocablo se deriva del latín providentia, que corresponde al griego pronoia. Estas palabras significan principalmente presciencia o pre­vista; pero gradualmente adquirieron otros significados.

Presciencia se asocia, por una parte, con planes para el futuro, y por otra, con la realización actual de esos planes. Así que la palabra "providencia" ha venido a significar la provisión que D ios hace para los fines de su gobierno, y para la preservación de todas sus criaturas. Este es el sentido en que, por lo general, se usa hoy en teología; pero no es el único en el que los teólogos la han empleado. Turretin define el término en su más amplio significado diciendo que denota (1) presciencia, (2) preordenación, y (3) la eficaz administración de las cosas decretadas. Sin embargo, en el uso general, actualmente, casi se encuentra restringido a este último sentido.


LA PROVIDENCIA EN GENERAL

HISTORIA DE LA DOCTRINA DE LA PROVIDENCIA

Con su doctrina de la providencia la Iglesia se opuso contra la noción epicúrea de que el mundo está gobernado por la casualidad, v contra el concepto estoico de que está gobernado por la suerte. Desde muy al principio los teólogos tomaron la posición de que Dios preserva y gobierna al mundo. Sin embargo, no siempre tuvieron un concepto absolutamente igual respecto del control divino de todas las cosas. Debido a la estrecha relación que hay entre los dos, preservar y gobernar, la historia de la doctrina de la providencia sigue en lo principal a la doctrina de la predestinación. Los Padres de la Iglesia primitiva no tuvieron conceptos definidos sobre el asunto.

Oponiéndose a la doctrina estoica de la suerte y con el deseo de resguardar la santidad de Dios, algunas veces los Padres exageraron la libre voluntad del hombre, y hasta ese punto manifestaron una tendencia a negar el absoluto gobierno providencial de Dios con respecto a las acciones pecaminosas. Agustín señaló el camino en el desarrollo de esta doctrina. En contra de la doctrina de la casualidad y de la suerte, insistió en el hecho de que todas las cosas son preservadas y gobernadas por la soberana, sabia y benéfica voluntad de Dios. No hizo reservas en relación con la providencia de Dios, sino que mantuvo el control de Dios tanto sobre los buenos como sobre los malos, es decir, sobre el mundo entero. Defendiendo la realidad de las causas secundarias salvaguardó la santidad de Dios y sostuvo la responsabilidad del hombre.
Durante la Edad Media hubo muy poca controversia sobre el tema de la divina providencia. Ni un solo concilio se produjo sobre esta doctrina. El concepto prevaleciente era el de Agustín, que sujetaba todas las cosas a la voluntad de Dios. Sin embargo, esto no quiere decir que no hubiera conceptos diferentes. El pelagianismo limitaba la providencia a la vida natural, y la excluía de la vida normal. Y los semi-pelagianos se movieron en la misma dirección aunque no todos fueron igualmente lejos. Algunos de los escolásticos consideraron la actividad conservadora de Dios como una continuación de su actividad creativa, en tanto que otros hicieron una verdadera distinción entre las dos. La doctrina de Tomás de Aquino acerca de la divina providencia sigue en lo esencial a la de Agustín, y sostiene que la voluntad de Dios, según está determinada por sus perfecciones, preserva y gobierna todas las cosas; mientras que Duns Escoto y los nominalistas como Biel y Occam hicieron que todas las cosas dependieran de la voluntad arbitraria de Dios. Esta fue la introducción aparente del gobierno de la casualidad.

Los Reformadores siguieron completamente la doctrina agustiniana de la divina providencia aunque difirieron un tan to en los detalles. Aunque Lutero creía en una providencia general, no insistía tanto como Calvino en que Dios preserva y gobierna al mundo en general. Lutero considera la doctrina fundamentalm ente en sus consecuencias soteriológicas. Los socinianos y los arminianos aunque no hasta el mismo grado los dos, limitaron la providencia de Dios insistiendo en el poder independiente del hombre para iniciar sus acciones, y de esta manera controlar su vida. Realmente se quitaba el control del mundo de las manos de Dios, y se ponía en las manos del hombre. En los Siglos XVIII y XIX la doctrina de la providencia fue aparentemente descartada por un deísmo que representaba a Dios como retirándose del mundo después de su obra de creación, y por un panteísmo que identificaba a Dios con el mundo, borrando la distinción entre creación y providencia, y negando la realidad de las segundas causas. Y aunque el deísmo pudiera considerarse actualmente como cosa del pasado, su concepto sobre el control del mundo, continúa en la posic ión de la ciencia natural, de que el mundo está controlado, por un sistem a de leyes irrompibles como el acero. Y los modernos teólogos anchos, con su concepto panteísta de la inmanencia de Dios tienden también a desterrar la doctrina de la divina providencia.

LA IDEA DE LA PROVIDENCIA

La providencia puede definirse como aquel continuado ejercicio de la fuerza divina por medio de la cual el Creador preserva a todas sus criaturas, opera en todo lo que tiene que suceder en el mundo y dirige todas las cosas hacia su determinado fin. Esta definición indica que hay tres elementos en la providencia, es decir, preservación (conservatio, sustentatio), concurrencia o cooperación (concursus, cooperatio), y gobierno (gubernatio). Calvino, el Catecismo de Heidelberg y algunos de los más recientes dogmáticos (Dabney, los Hodges, Dick, Shedd, McPherson) hablan solamente de dos elementos, es decir preservación y gobierno. Esto no quiere decir, sin embargo, que quieran excluir el elemento de concurrencia; sino únicamente que lo consideran incluido en los otros dos, indicando así la manera en la que Dios preserva y gobierna el mundo. McPherson parece pensar que solamente algunos de los grandes teólogos luteranos adoptaron la triple división; pero en esto se equivoca, porque esa triple división es muy común en las obras de los dogmáticos holandeses desde el Siglo XVII en adelante (Mastricht, á Marck, De Moor, Brakel, Francken, Kuyper, Bavink, Vos, Honig).

Partieron de la división más antigua porque querían dar al elemento de concurrencia un lugar más prominente a fin de escudarse en contra de los peligros del deísmo y del panteísmo. Pero en tanto que distinguimos tres elementos en la providencia, siempre deberíamos recordar que esos tres elementos nunca están separados en la obr a de Dios. En tanto que la preservación se relaciona con el ser, la concurrencia con la actividad, y el gobierno con la dirección de todas las cosas, esto nunca debe entenderse en un sentido exclusivo. En la preservación hay también un elemento de gobierno, en el gobierno hay un elemento de concurso, y en el concurso hay un elemento de preservación. El panteísmo no distingue entre creación y providencia pero el teísmo insiste en una doble distinción: (a) La creación es el llamam iento a la existencia de algo que antes no existía, en tanto que la providencia continúa o hace continuar lo que ha sido llamado a existencia. (b) En la primera no puede haber cooperación de la criatura con el Creador, pero en la últim a sí hay concurrencia de la primera causa con las causas secundarias. En la Escritura siempre se hace distinción entre las dos.


ERRORES REFERENTES A LA NATURALEZA DE LA PROVIDENCIA.

1. Limitarla a la presciencia, o a la presciencia más la preordenación. Esta limitación se encuentra en algunos de los primitivos Padres de la Iglesia. El hecho es, sin embargo, que cuando hablamos de la providencia de Dios, generalmente no tenemos en mente ni su presciencia ni su preordenación sino simplemente su continuada actividad en el mundo para la realización de su plan. Vemos claramente que esto no puede separarse de su eterno decreto, pero también sentimos que las dos pueden y deben distinguirse. La distinción que frecuentemente se hace entre las dos se denota como providencia inmanente y providencia transitoria.

2. La concepción deísta de la divina providencia. De acuerdo con el deísmo el cuidado de Dios para el mundo no es universal, ni especial, ni perpetuo, sino únicamente de naturaleza general. Cuando Dios creó a todas sus criaturas les impartió ciertas propiedades inalienables, las colocó bajo leyes invariables y las dejó que se ocuparan en labrar su destino por medio de sus poderes propios inherentes. Entre tanto, El únicamente ejercita una inspección general, no de los agentes específicos que aparecen en la escena, sino de las leyes generales que el ha establecido. El mundo es simplemente una máquina que Dios ha puesto en movimiento, y en ningún sentido un barco que El pilotea día tras día. Esta concepción deísta de la providencia es característica del pelagianismo, fue aceptada por diversos teólogos católico romanos, fue patrocinada por el socinianismo, y fue uno nada más de los errores fundamentales del arminianismo. Se revistió con un aire filosófico por los deístas del Siglo XVIII, y apareció en una nueva forma en el Siglo XIX bajo la influencia de la teoría de la evolución y de la ciencia natural, con su fuerte énfasis en la uniformidad de la naturaleza controlada por un sistema inflexible de leyes irrompibles como el acero.

3. El concepto panteísta de la divina providencia. El panteísmo no reconoce la distinción entre Dios y el mundo. Desde el punto de vista idealista absorbe el mundo en Dios, y desde el materialista absorbe a Dios en el mundo. En cada caso no deja lugar para la creación y también elimina la providencia en el sentido propio de la palabra. Es cierto que los panteístas hablan de la providencia, pero la llamada providencia de ellos es simplemente idéntica al curso de la naturaleza y esto no es otra cosa sino la revelación propia de Dios, una revelación de Dios que no deja lugar para las operaciones independientes de las segundas causas en ningún sentido de la palabra. Desde este punto de vista lo sobrenatural resulta imposible, o, más bien, lo natural y lo sobrenatural resultan idénticos, la consciencia en el hombre de tener una determinación propia, personal y libre resulta una ilusión, la responsabilidad moral es una ficción de la imag inación, y la adoración religiosa es una superstición. La teología siempre ha sido muy cuidadosa en eludir los peligros d el panteísmo; pero durante el último siglo este error triunfó adueñándose de una gran parte de la moderna teología ancha bajo el disfraz de la doctrina de la inmanencia de Dios.

LOS DESIGNIOS DE LA PROVIDENCIA

1. Las enseñanzas de la Escritura sobre este punto. La Biblia claramente enseña el control providencial de Dios.

a. Sobre todo el universo, Sal. 103: 19 ; Dan. 5 : 35 ; Ef. 1 : 11

b. Sobre el mundo físico, Job 37 : 5, 10; Sal. 104: 14; 135 : 6 ; Mat. 5 : 45

c. Sobre la creación inanimada, Sal. 104 : 21, 28; Mat. 6 : 26 ; 10 : 29

d. Sobre los negocios de las naciones, Job 12: 23; Sal. 22: 28; 66: 7; Hech. 17 : 26

e. Sobre el nacimiento del hombre y su parte en la vida, I Sam 16: 1;Sal. 139: 16;Isa. 45 : 5;Gal 1 :15

f. Sobre los sucesos y fracasos externos en las vidas de los hombres, Sal. 75: 6, 7; Luc. 1: 52

g. Sobre las cosas que parecen accidentales o insignificantes Prov. 16 : 33; Mat. 10 : 30

h. En la protección de los justos
, Sal. 4: 8;5 : 12;63 : 8;121 : 3 ; Rom. 8: 28

i. Satisface las necesidades del pueblo de Dios, Gen 22: 8, 14; Deut. 8 : 3;Fil. 4: 19

j. Contesta la oración, I Sam 1: 19; Isa. 20: 5, 6; II Crón. 33: 13; Sal. 65: 2;Mat.
7: 7;Luc. 18 : 7, 8; y

k. Denuncia y castiga a los malvados, Sal. 7: 12, 13; 11: 6.

2. La providencia general y la especial. Los teólogos generalmente distinguen entre providencia general y especial, denotando, por la primera, el control de Dios sobre el universo como un todo, y por la segunda, su cuidado en relación con cada parte de la toda. No son dos clases de providencia, sino la misma providencia que se ejercita en dos relaciones diferentes. El término "providencia especial", puede tener, sin embargo, un significado más específico, y en algunos casos se refiere al cuidado especial de Dios para sus criaturas racionales. Algunos hasta hablan de una providencia muy especial (Providentia specialissim a) con referencia a aquellos que se encuentran en la relación especial de hijos de Dios. Las providencias especiales son combinaciones particulares en el orden de los eventos, como en la respuesta a la oración, en la liberación de la tribulación, y todos aquellos ejemplos en que en m edio de circunstancias críticas llegan la gracia y el socorro.

3. Negación de la providencia especial. Hay quienes están dispuestos a admitir una providencia general, una administración del mundo bajo un sistema fijo de leyes generales; pero que niegan que hay también una providencia especial de D ios en la que El se preocupa de los detalles de la historia, de los sucesos de la vida hum ana, y particularmente de las experiencias de los justos. Algunos sostienen que Dios es demasiado grande para preocuparse con las pequeñeces de la vida, en tanto que otros sostienen que simplemente no puede hacerlo, puesto que las leyes de la naturaleza le atan las manos, y por eso sonríen maliciosamente cuando escuchan que Dios responde a las oraciones del hombre. No se necesita negar que la relación de la providencia especial con las leyes uniformes de la naturaleza constituye un problema. Al mismo tiempo debe decirse que constituye un concepto antibíblico de Dios, concepto muy pobre y superficial, decir que El no se ocupa ni puede ocuparse de los detalles de la vida, que no puede responder a la oración que no puede ayudar en los apuros, o intervenir milagrosamente en favor del hombre.

Un gobernante que atendiera simplemente a ciertos principios generales y no diera atención a los particulares, o un hombre de negocios que fracasara por no atender los detalles de su negocio se vería muy comprometido. La Biblia enseña que hasta los más pequeños detalles de la vida tienen lugar en el orden divino. En relación con la pregunta de si podemos armonizar la operación de, las leyes generales de la naturaleza con las especiales de la providencia, únicamente podemos señalar los puntos siguientes :

a. Las leyes de la naturaleza no deben representarse como potencias naturales que controlan absolutamente todos los fenómenos y las operaciones. Realmente no son más que las del hombre; una descripción, a menudo deficiente, de la uniformidad en la variedad descubierta en el sendero en que actúan los poderes de la naturaleza.

b. El concepto materialista de las leyes de la naturaleza, como un sistema de apretado tejido, que actúa independientemente de Dios y que hace que El realmente no pueda interferir en el curso del mundo, es concepto absolutamente erróneo. El universo tiene una base personal, y la uniformidad de la naturaleza es simplemente el método ordenado por un agente personal.

c. Las llamadas leyes de la naturaleza producen los mismos efectos siempre que las condiciones sean las mismas. Los efectos no son generalmente el resultado de un simple poder, sino la combinación de las potencias naturales. Hasta el hombre puede variar los efectos mediante la combinación de una fuerza natural con otra o con varias fuerzas, y sin embargo cada una de estas fuerzas actúa en estricto acuerdo con sus propias leyes. Y si esto es posible para el hombre, es infinitamente más posible para Dios. Mediante toda clase de combinaciones El puede producir los más variados resultados.

bY LeMDS

Ver parte 3

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentar

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------