¿Amor vs. Ortodoxia?

Guillermo Green

No es secreto para nadie que nuestro mundo religioso está en tumulto. Una de las manifestaciones del tumulto es la lucha dentro de muchas denominaciones de enmarcar las fronteras de la “libertad teológica”. A menudo se dice que el amor y la unidad serán promovidos por un mínimo de celo por la “ortodoxia.” Generalmente se presentan como opuestos:

O mostramos amor por todos, o procuramos con celo afirmar la ortodoxia. ¿Son opuestos el amor y la ortodoxia?

En el primer libro a los Corintios, Pablo se dirige a un problema de divisiones en la congregación.

Pero es interesante que Pablo no enfoca el problema de divisiones como un problema ético, sino un problema doctrinal. Para Pablo, el problema de los Corintios ponían en tela de duda la obra suficiente de Cristo. Es por esto que Pablo pregunta: “¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Cor. 1:13). Pablo está espantado que él, o Cefas o Apolos estuvieran comparados con Cristo, como que Jesucristo fuera simplemente otro buen líder entre varios. El problema de las divisiones en Corinto era un problema doctrinal en primer lugar, y no ético ni moral. Para Pablo, el lugar único de Jesucristo debía tomar la preeminencia sobre toda discusión.

Este lugar único de Jesucristo se enfoca más en las siguientes palabras de Pablo. Notemos que Pablo continúa su argumento no enfocando en la conducta de los Corintios, sino en el fundamento que buscan los judíos por un lado, y los griegos por otro. Pablo menciona que lo judíos buscan fundamentar su seguridad en señales, y que los griegos buscan sabiduría y filosofías humanas.

Pablo responde que los Cristianos fundamentan nuestra fe y seguridad únicamente en el Cristo crucificado (1 Cor. 1:23). Y Pablo termina esta sección recordándoles a los Corintios que su predicación fue así, “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor. 2:5). De esta manera Pablo nos da a entender que el único tropezadero y el fundamento principal de la Iglesia es el mensaje de Jesucristo crucificado. En este mensaje hay poder y seguridad. Y sobre este fundamento todo Cristiano debe estar unido. Creo que en nuestras relaciones eclesiásticas este principio debe formar el eje central. Según las palabras de Pablo en 1 Corintios, toda motivación se debe medir por el lugar único que tiene Jesucristo.

Algunos miembros de la congregación en Corinto se habían confundido en cuanto al tropezadero verdadero. Bajaron a Cristo al nivel de los hombres, y el resultado fue una confusión de opiniones personales. Pablo tajantemente los vuelve a enfocar en el único tropezadero que debe haber - Jesucristo crucificado. De igual manera el liberalismo de nuestros días nos conduce a quitar el tropezadero en Cristo, y dejaría en su lugar opiniones relativas. En esto vemos que el error de los Corintios fue el mismo en principio que el liberalismo moderno - relativizar el lugar de Jesús.

Y hemos notado cómo Pablo enfáticamente vuelve a restaurar este lugar único al Hijo de Dios.

Por eso decimos que el problema fundamental de los Corintios era doctrinal - sus proyectos personales llegaban a comprometer el lugar singular que debía ocupar Jesucristo. Hoy no podemos hacer menos. Seguramente algunos miembros de Corinto se vieron envueltos inocentemente en el problema, creyendo que un apóstol enseñaba mejor que otro. Cualquiera que fuera el motivo, Pablo los llama a exaltar de nuevo a Cristo a su lugar. Es posible que hoy tengamos que volver a analizar algunas de nuestras prácticas. A veces por amistad y compromisos adquiridos nos cuesta hacer cambios o siquiera levantar preguntas. Pero si Pablo tiene razón, entonces nuestra única meta debe ser también poner a Cristo en el lugar que le corresponde - como único Salvador, poder y sabiduría de Dios, tropezadero para los incrédulos pero salvación para los que creen.

Un segundo principio lo encontramos en 2 Timoteo 4:1-5. En este pasaje Pablo está dando sus últimas instrucciones a Timoteo, su discípulo. Dice Pablo, “Estoy por ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2 Tim. 4:6). Es natural que Pablo dejara algunas instrucciones básicas para el resto del ministerio de Timoteo, y esto es lo que hace. En 4:1 Pablo pone bajo juramento a Timoteo con la palabra diamarturomai - traducido como “encarezco”. El uso más amplio de este verbo incluye los sentidos de advertir, mandar, y testificar. Sin embargo, puede llevar el peso de poner bajo juramento, y esto lo vemos por el mismo contexto - Pablo llama como testigos a Dios, y a Jesucristo que ¡pronto aparecerá para juzgar! ¿Cuáles son estas instrucciones del último testamento de Pablo? ¿Cuáles son estas cosas tan serias a las cuales Timoteo estará atado hasta que venga Jesucristo a juzgarlo?

El encargo de Pablo es: Que predique la palabra de Dios a tiempo y fuera de tiempo. Esto incluirá las tareas de “redargüir, reprender, exhortar con paciencia y doctrina.” (4:2) Y ¿por qué estos términos un poco toscos - “redargüir, reprender”? Porque vendrán tiempos cuando no soportarán sana doctrina, sino que amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (4:3,4).

En 1 Corintios vimos que Jesucristo debía ocupar el único y principal lugar en la Iglesia. Aquí en Timoteo Pablo ahora nos instruye que la tarea sobre toda tarea, especialmente de los ministros, es la de proclamar a este Cristo a tiempo y fuera de tiempo. Esta frase nos indica dos cosas: 1) Primero, que la proclamación de Jesucristo es la bandera que la Iglesia siempre debe llevar adelante. Haga lo que haga - lo imprescindible es la predicación del evangelio. Todo esfuerzo debe ser invertido en este trabajo - de predicar a Cristo a tiempo y fuera de tiempo. 2) En segundo lugar, Pablo advierte que vendrán tiempos que se pueden calificar como “fuera de tiempo”, o sea, épocas en que “no soportarán la sana doctrina.” Por tanto Timoteo estaba advertido que su empeño no debía descansar en la recepción que diera sus oyentes. Pablo lo estaba comprometiendo ante Dios y Jesucristo el juez - no ante sus oyentes. Creo que todos los que predicamos la Palabra hemos sido tentados en alguna ocasión a dejar a un lado las enseñanzas duras de la Biblia, para mejor agradar a nuestros oyentes. Los que servimos en el ministerio de la Palabra podemos entender perfectamente el porqué Pablo se expresa enfáticamente aquí. Él mismo había luchado con el temor ante la tarea de hablar de Jesucristo (Efesios 6:19,20), y sabía que Timoteo luchaba con su timidez y el temor en ocasiones. Fue Pablo mismo que había experimentado muchas veces la predicación de la cruz de Cristo como “tropezadero,” habiendo experimentado tanto la furia de los judíos, como las palabras lisonjeras de los poderosos. Y en muchas ocasiones hubiera sido más fácil omitir de hablar de Jesucristo.

Es muy claro que el último encargo de Pablo incluye el llamado vehemente por la fidelidad con respecto a la doctrina dejada una vez por todas a los santos. El que no siente el peso de este encargo no debe ocupar nunca un púlpito. Y el que descuida de predicar “todo el consejo de Dios” tanto “a tiempo como fuera de tiempo” tendrá que responder a Jesucristo “que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación.”

¿Implica esta actitud una afronta a la unidad y el amor? Pareciera que Pablo aquí aconseja una actitud de “regañón” con las palabras “redargüir, reprender, exhortar.” Pero todo lo contrario.

Pablo sí está preocupado por la unidad -la unidad en la verdad. De hecho, en este mismo pasaje Pablo emplea el término “apartar” - que implica una preocupación por la unión. En vs. 4 Pablo está preocupado de que los falsos maestros aparten de la verdad a los que les escuchen. La unidad bíblica está en la verdad - y desear esta unidad es desear lo que Dios desea. Es verdadero amor. Jesucristo mostró esta misma actitud en su oración sumo-sacerdotal a Dios en Juan 17, cuando fundamentó la unidad de su pueblo en la “santificación en tu verdad - tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Pablo simplemente hace eco de los sentimientos de Jesucristo. El amor de Dios se encuentra en Jesucristo, tal como el Padre lo ha revelado. La unión a esta verdad constituye la verdadera unidad con Dios y con el cuerpo de Cristo. Cualquier otra cosa - aunque lleve la bandera de ‘unidad’ - cae bajo el juico de Pablo como “fábulas” que “apartarán de la verdad el oído” (1 Tim. 4:4).

No son compatibles con el “amor” y la “Ortodoxia”- sino que son dos caras de la misma moneda. El amor por Jesucristo y por su Iglesia se manifiesta en un celo por su verdad y la ‘ortodoxia.’

No puede haber el uno sin el otro. Amar la Palabra de Jesús es amar a Jesús, porque su Palabra nos dirige a él. Cumplir con su Palabra es agradar a nuestro Salvador y contribuir a la unidad de la Iglesia. No quiero terminar sin antes tocar un punto pastoral. He tratado de mostrar cómo Pablo establece el lugar que Jesucristo debe ocupar en nuestro pensamiento, y el lugar que debe ocupar la predicación fiel de su Palabra. Ahora quisiera concluir reconociendo que muchas veces en las iglesias se agrupan bandos que parecen basarse más o en “el amor” o en “la ortodoxia.” Quiero dirigirme primero a los que tienden a buscar la “ortodoxia a todas costas.” Recordemos que Pablo cortó los argumentos humanos en 1 Corintios, y llevó a sus lectores a ver a Jesucristo.

En mi experiencia yo he visto muchas veces que falta esta actitud. Hace poco una persona muy “ortodoxa” expresó que ojalá todas las personas que no estuvieran de acuerdo con él fueran echadas de su denominación. Fíjese que no dijo, “ojalá todos fueran convencidos por la verdad de Jesús.” Su deseo fue su expulsión, punto. Lamentablemente esta es la actitud de muchos de los “ortodoxos”, y dañan la causa de Jesucristo. Juan Calvino pasó muchos días discutiendo la verdad bíblica con Servet con la esperanza de convencerle por medio de la Biblia. Su deseo fue un cambio genuino, no su castigo. Toda motivación y táctica humana sólo servirá para dañar la unidad real de la Iglesia y por ende, la causa de Cristo. Cada uno debemos escudriñar nuestro propio corazón.

A los que se preocupan más por el amor que por la sana doctrina, comento lo siguiente: no pretendamos ser más “buena gente” que Dios. Podemos caer también en el error de los Corintios en relativizar a Cristo, bajándolo al nivel de meras opiniones humanas. Dios nos ha manifestado muy claramente que lo que le agrada es el respeto por su Palabra y la fidelidad para con ella. Cometemos un gran error cuando confundimos a los miembros de nuestras congregaciones ¡poniendo a Jesús contra Jesús! Hace unos años estuve en una reunión congregacional en la que se estaba discutiendo unos puntos doctrinales. Se puso en pie una persona y habló en contra de procurar una decisión definitiva, apelando a la oración de Jesús en Juan 17 por la unidad de la Iglesia. Este tipo de engaño es inadmisible, puesto que en la misma oración Jesús ora que sean “santificados en la verdad.” Todo “amor” que no se fundamente en amor por Dios y su verdad en Cristo y la Biblia es un engaño. No nos engañemos.

¿Pueden co-existir el amor y la ortodoxia? ¡Por supuesto que sí! No sólo pueden, sino deben.

Los que hemos sido salvados por la pura gracia de Dios nos sometemos humildemente a su Palabra y los unos a los otros - teniendo el lugar preeminente Jesucristo, nuestro Señor. A él sea toda la gloria en su Iglesia.

bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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