Siete mitos sobre Calvino

Peter Wyatt

El Rev. Peter Wyatt fue rector del Colegio Emmanuel en Toronto, Canadá. Es presidente de la conferencia “Rediscovering Calvin” (Redescubriendo a Calvino) que se llevará al cabo durante junio de 2009 en la Universidad de Toronto.

Este año en Ginebra se están fabricando chocolates especiales, también se ha preparado una cerveza nueva y un vino fresco. El motivo, el 500º aniversario del naci-miento de su ciudadano naturalizado más famoso: Juan Calvino, quien también es importante para nosotros, la Iglesia Unida. Él es uno de nuestros grandes precursores espirituales, un teólogo que generó un movimiento internacional en la Europa del siglo XVI que sentó las bases de dos iglesias: la presbiteriana y la congregacional, que en el siglo XX se convirtieron en la Iglesia Unida de Canadá.

Pero, ¿acaso no fue Calvino el fundador de una forma represiva de cristianismo? Cierto, Calvino era obstinado; podía ser intransigente y hasta rencoroso. Pero de ninguna manera se puede decir que esto era todo lo que era. Más allá de los estereotipos distorsionantes, las verdades a medias y la plena ignorancia que alimentó la imagen de un déspota teocrático, Calvino espera ser redescubierto. Este aniversario es una excelente oportunidad para hacerlo.Examinemos algunos mitos acerca del gran reformador.

1º Calvino gobernó Ginebra como una teocracia

En 1536, Calvino llegó a Ginebra desde Francia en calidad de refugiado, después de su ruptura con la Iglesia Católica Romana. Como otros refugiados franceses, siempre fue visto como un extranjero por los ginebrinos nativos. Aunque Calvino ejercía una gran influencia a través de la enseñanza diaria y la predicación semanal, el único oficio público que ocupó fue el de pastor principal. Después de servir dos años en ese puesto fue retirado por el consejo estatal; a invitación de esta instancia, volvió en 1541. No podían vivir con él pero tampoco sin él.

Conforme se alargó su estancia en Ginebra también creció su influencia. Era un predicador célebre; los viajeros se desviaban de sus rutas con la intención de escucharlo. Sus denuncias directas del comportamiento poco ético de los oficiales y magistrados de Ginebra a veces provocaban pleitos en las escalinatas del templo. Sus escritos publicados, incluyendo la edición múltiple de la Institución de la Religión Cristiana, así como sus comentarios a la mayoría de los libros de la Biblia, le redituaron fama internacional. Líderes jóvenes que huían de la persecución católica llegaron de toda Europa para estudiar con él; cuando volvían a sus lugares de origen, llevaban con ellos las enseñanzas de Calvino. Sin embargo, durante casi toda su estancia en Ginebra, el control político de la ciudad estuvo en manos de quienes se oponían, algunos con hostilidad, a su ministerio. En respuesta a su propia solicitud, Calvino fue sepultado en una tumba anónima cuando murió en 1564.

2º Calvino creía que la bondad era ajena a la naturaleza humana

Ciertamente, Calvino creía que el pecado afecta profundamente a toda la humanidad. La “depravación total” es la frase que viene a nuestras mentes. Sin embargo, lo que quería decir con ello es que no hay aspecto de la naturaleza humana que no haya sido afectado por el pecado. Por lo general, los teólogos medievales enseñaban que el combustible del pecado está en nuestros cuerpos y que la mente puede sobre-ponerse a nuestros apetitos carnales. Calvino rechazó el dualismo cuerpo-mente; enseñó que las facultades mentales e imaginativas del ser humano eran tan susceptibles al pecado como el cuerpo. La mente, dijo, es “una fábrica de ídolos”.

En su interpretación de Génesis 3, Calvino señaló que el pecado entró al mundo por la infidelidad humana a Dios. Esta infidelidad y alejamiento de Dios es evidente, en primera instancia, en la ingratitud humana hacia la creación como don de Dios. Como ha señalado el eminente teólogo estadunidense Brian Gerrish: “La indignación de Calvino hacia la ingratitud

del ser humano, y no su indignación hacia la humanidad, es lo que está detrás de su retórica del pecado y la depravación”.

3º Calvino era un partidario implacable de la disciplina.

Calvino y sus colegas ministros se reunían semanalmente en el Consistorio con algunos magistrados para tratar asuntos y ofensas relacionadas con la moralidad. Las actas del Consistorio registran entrevistas y acciones que van desde pleitos hogareños hasta el ejercicio de prácticas devocionales católicas y embriaguez pública. Lo que resulta sorprendente es que toda esta información revela que los miembros del Consistorio se preocupaban más por propiciar la comprensión y la restauración, y no simplemente por imponer castigos.

4º Calvino estaba obsesionado con la moralidad personal

La insistencia de Calvino en el ejercicio de la vida cristiana se refería a algo más que la mera regeneración espiritual de los individuos. Él creía que el Reino de Dios proclamado por Jesús incluía el bienestar social. Cristo vino a transformar tanto a los individuos como a las culturas. A lo largo de su ministerio, Calvino fue un defensor incansable de los refugiados y los pobres de Ginebra; enseñaba que la solidaridad es un imperativo que la imagen de Dios produce en la humanidad. Estamos unidos por un “cordón sagrado” y, por lo tanto, somos responsables de la ayuda y el apoyo mutuos.

Además de percibir las implicaciones sociales de la obra redentora de Dios en Cristo, Calvino también se refirió a sus implicaciones cósmicas. Entendió que la creación entera debía dar la gloria a Dios; aun las criaturas inanimadas serían perfeccionadas en la obra culminante de Dios. De hecho, Calvino consideraba que la creación era el “teatro deslumbrante de la gloria de Dios” y “la prenda con la que Dios se viste a sí mismo”. Si en la pasión de Cristo vemos el corazón de Dios, en las obras de su creación vemos “las manos y los pies de Dios”. Bien nos haría hoy incorporar esta reverencia extática hacia la creación.

5º Calvino era un campeón de la auto-negación

Calvino sí habló mucho sobre la auto-negación, la “mortificación de la carne” y la necesidad de “llevar la cruz”. Sin embargo, este punto de vista considerado negativo y estrecho tenía como propósito mucho más que promover la disciplina. De hecho, su propósito era generar ayuda hacia los desfavorecidos. Al promover una ética de la auto-negación, Calvino llamaba a los que eran relativamente ricos a dar algo de su sustento para el beneficio de otros. Trastornado por la coexistencia perdurable de la riqueza y la pobreza, Calvino creía que la distribución desigual de los bienes en el mundo debería provocar que los cristianos, especialmente los ricos, fueran generosos con los pobres. Los pobres, creía, eran los “representantes de Dios,” enviados en calidad de “agentes que recogen lo que le pertenece a Dios”.

6º Calvino fue el padre espiritual del capitalismo

Calvino fue el primer teólogo europeo que defendió los préstamos de dinero con interés. Así, fue objeto de la crítica católica que señala que “la usura es fermento de la herejía.” Sin embargo, a lo largo de Europa, los reyes de Inglaterra y Francia ya prestaban dinero a tasas del 12 al 14 por ciento. (En Ginebra, la tasa tenía un tope del cinco por ciento.) Como un hombre que vivió la transición entre la Edad Media y la época moderna, Calvino entendió que un realismo de principios debía reemplazar al idealismo insostenible con respecto al “lucro indecente”. En la economía turbulenta de la Europa del siglo XVI, concluyó que los negocios necesitaban crédito para generar fuentes de empleo, por ejemplo, entre los muchos refugiados que recibía Ginebra. Calvino defendió solamente aquellos préstamos con interés que beneficiarían tanto al prestamista como al receptor del préstamo.

7º Calvino fue la fuente de una ética debilitadora del trabajo

En realidad es el mercado el que define la “ética del trabajo” al asignarle un valor a los esfuerzos y logros de la persona. Calvino enseñó que la prosperidad alcanzada por medio del esfuerzo honesto puede ser una evidencia secundaria de la “elección”, es decir, de haber sido escogidos por Dios para salvación. Sin embargo, nunca consideró que los logros y la prosperidad humana dotaran de sentido a la vida o fueran la causa de la salvación. Al contrario, somos salvos gracias al don de la misericordia de Dios. La única obra que “obtiene” salvación es la lograda en nuestro lugar por el ministerio donador de Cristo Jesús. Cristo es “el espejo brillante de la elección”; quienes mantienen una buena relación con él pueden tener la certeza de su valor y destino. Si los cristianos trabajan fuertemente y logran algo, especialmente en el servicio del Reino de Dios, lo hacen en libertad gozosa y en respuesta agradecida a la gracia inquebrantable de Dios.

*Traducido con permiso del autor por Rubén Arjona Mejía del original en inglés “Seven Myths about John Calvin”, en el sitio web de The United Church Observer.

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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