El Debate sobre el Preconocimiento de Dios

Por: John Piper

Este artículo presupone que la verdadera doctrina es la base para el verdadero gozo. Si nuestra doctrina de Dios está incorrecta destruimos los fundamentos del gozo. Puede ser que durante una generación el gozo florezca aun con la raíz cortada , pero al final, sin verdadera doctrina, el gozo en el Señor morirá. Y la glorificación de Dios -- a través de entender y deleitarse en él --desvanecerá. Así que es por causa de la gloria de Dios que escribo con una carga muy específica en cuanto a la doctrina de Dios. Dejemos que Martín Lutero dé el tono:

Si yo profeso con la voz más resonante y la exposición más clara todas las partes de la verdad de Dios exceptuando precisamente ese puntito el cual el mundo y el demonio están atacando en este momento, no estoy confesando a Cristo, no importa cuán duro hablo de Cristo. Ahí donde ruge la batalla es donde la lealtad del soldado se prueba; y ser valiente en todo el resto del campo de batalla es desgracia y cobardía si fracasa en ese punto.

Personalmente esto ha significado una batalla de veinte años y el ataque principal ha sido al preconocimiento de Dios de las decisiones morales de sus criaturas. Este combate ha sido esporádico hasta hace poco, pero ha intensificado desde hace dos a ños. E n el 1977 se publicó un libro titulado Did God Know? (¿Dios Ya Lo Sabía?). Este libro afirmaba que “el conocimiento de Dios es perfecto y sin límite”. Pero argumentaba que la omnisciencia no puede inclu ir lo que por naturaleza no se puede conocer, a saber, decisiones futuras hechas por criaturas libres. Dios “no puede conocer algo que no es nada”, dice el autor, y las decisiones futuras todavía no existen para que puedan ser conocidas. Son nada. Así que no es limitar el preconocimiento de Dios el decir que no puede “conocer la nada”, es decir, el futuro que sus criaturas crean.

Yo conocía a u na persona cercana al autor del mencionado libro y esta persona, en desacuerdo con su punto de vista, me convenció a que me reuniera con él. Y así este asunto pasó a ser una realidad personal muy latente para el final de los años setenta. La posición, claro, no es nueva. Los socinianos de los siglos 16 y 17 argumentaban lo mismo. Ellos decían: “Dios no conoce de tal manera que cualqu ier cosa que él conoce se realiza”. En otras palabras, en relación a las decisiones humanas, Dios conoce futuras posibilidades, pero no futuras certezas. Menos mal que los socinianos no prevalecieron y tanto calvinistas como arminianos -- junto con básicamente toda la cristiandad -- han declarado la verdad del preconocimiento de Dios de las decisiones hu manas. Juan Calvino escribió: “Dios prevee los eventos futuros sólo por la razón de que él decretó qu e ocurrieran” (Institutos, 3.23.6). Y Jacobo Arminio escribió, “Dios ha conocido desde la eternidad que personas creerían... y cuales perseverarían por la gracia subsiguiente”. Negar el preconocimiento de Dios de las decisiones humanas nunca ha sido una opción dentro de la ortodoxia cristiana.

La Versión Contemporánea de un Antiguo Error

Sin embargo el hecho asombroso aquí a finales del siglo veinte es que no sólo son los libritos autopublicados como Did God Know? los que hacen esta denegación, sino que también eruditos de reputación evangélica lo hacen en libros publicados por editoriales que antes hubieran considerado tales opiniones como completamente heréticos. Irónicamente para mí, el proponente más popular de este punto de vista hoy en día es un pastor de mi denominación quien también enseña en nuestra escuela denominacional y ha publicado esta perpectiva a través de Scripture Press (Chariot Victor Publishing) e InterVarsity Press. El libro más popular de Greg Boyd es Letters from a Skeptic (Cartas de un Escéptico). El libro contiene muchas observaciones muy perspicaces que ayu dan a fortalecer la fe. Pero aquí él explica su versión sobre la omnisciencia y el preconocimiento de Dios:

Desde el punto de vista cristiano Dios conoce toda realidad --o sea todo lo que hay para saber. Pero asumir que él conoce por adelantado cómo cada persona libremente va a actuar es asumir que cada libre actuación de cada persona ya existe -- aun antes de libremente llevarla acabo. Pero no es así. Si es que se nos ha dado libertad, nosotros creamos la realidad de nuestras decisiones al tomarlas . Y hasta qu e no tomemos las decisiones, no existen. Por lo tanto, en mi opinión, simplemente no hay nada para conocer hasta que nosotros lo hacemos realidad. Así que Dios no puede preconocer las decisiones buenas o malas del pueblo que él crea hasta que los crea y ellos, a su vez, crean sus decisiones.

No puedo tratar esta perspectiva como si perteneciese al cristianismo histórico y ortodoxo y mucho menos al evangelismo bíblico. Es una visión de Dios profundamente defectuosa que conducirá, si no se le pone freno, a la extirpación del verdadero gozo en Dios y a la depreciación de su gloria.

Jonathan Edwards compartía esta evaluación negativa de la negación del preconocimiento exhaustivo y definitivo de Dios; y por lo tanto, dedicó una sección importante de su libro más grande, The Freedom of the Will (La Libertad de la Voluntad), a la defensa del preconocimiento de Dios de las decisiones morales. El título de esta sección es “La Evidencia del Preconocimiento de Dios de la Voluntad de Agentes Morales”. Paul Ramsey, el editor de este volumen de Las Obras de Edwards, explica el motivo principal de Edwards: “Edwards utilizó todo su poder intelectual al escribir The Freedom of the Will, junto con una convicción apasionada de qu e el deterioro observado en la religión y en la moralidad siguen el deterioro de la doctrina desde que se fundó la Nueva Inglaterra”. En otras palabras, la doctrina sí importa en los asuntos de vida y adoración. Edwards creía apasionadamente que una doctrina de Dios defectuosa a la larga destruiría el gozo en el Señor y la devoción a Dios, y que además significaba que la gloria de Dios se perdería en la Iglesia y en el mundo.

Creo que tiene razón. El asunto del preconocimiento de Dios trata a fin de cuentas sobre la gloria de Dios.

La Deidad de Dios Relacionada con Su Preconocimiento

Edwards desarrolla este punto claramente en tres formas. En primer lugar dice que si Dios no preconoce nuestras decisiones, entonces “Dios mismo a menudo ha hablado en vano en cuanto a las predicciones de su Palabra como evidencias de su gloria particular lo cual lo distingue grandemente de todos los demás seres”. Los textos que Edwards tiene en mente son los poderosos textos en Isaías que explícitamente relacionan la deidad de Dios con su preconocimiento.

En Isaías 41:22b-23 Dios invoca a los ídolos a que rindan cuentas y los desafía a que demuestren que son dioses:

“Hacednos entender lo que ha de venir; dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses”.

En otras palabras, para Dios la capacidad de predecir el futuro pertenece a Dios. Es parte de su deidad el poder “dar nuevas de lo que ha de ser después”.

Se establece la misma relación en Isaías 42:8-9 al relacionar su poder de conocer el futuro con su gloria:

Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas. He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.

Conocer lo que traerá el futuro es su gloria. Posiblemente sea Isaías 46:9-10 el mensaje más famoso de todos sobre el derecho de Dios sobre el futuro.

Acordáos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero.

Los que niegan el preconocimiento exhaustivo y definitivo de Dios objetan diciendo que las predicciones mencionadas aquí sólo son de cosas que Dios tenía intención de realizar él mismo. Y dicen que claro, él sabe qué es lo que va a hacer. Pero niegan que Dios reclame saber de antemano lo que otros harán.

Sin embargo, a nte este planteamiento se asume que hay dos clases de eventos futuros: los que Dios predetermina y por lo tanto conoce; y los que surgen de alguna otra fuente que no sea su plan, y que por lo tanto no sabe que sucederán; a saber, los que surgen de decisiones humanas y demoniacas. Pero ¿hace Isaías esta distinción? No creo. Todas las predicciones que Dios tiene en mente en estos textos (en relación al futuro castigo y restauración de Israel) involucran miles de decisiones humanas para realizarlas; y sin embargo, Dios las conoce; y este conocimiento es lo que significa para él ser Dios. Isaías no separa lo que Dios está planificando hacer y lo que el hombre escogerá hacer. Virtualmente todos los juicios y liberaciones de Dios involucran decisiones que harían seres humanos como instrumentos del plan de Dios.

Así que Edwards tiene razón cuando dice que las predicciones de Dios sobre eventos humanos son “evidencias de su gloria particular, lo cual lo distingue grandemente de todos los demás seres”. El asunto del preconocimiento de Dios es el asunto de la gloria de Dios. Y si los evangélicos esperan buscar, ver, saborear y enseñar la gloria de Dios, debemos defender esta doctrina y definirnos como los que la creemos.

Las Predicciones Precisas de Jesús

La segunda manera en que Edwards defiende la gloria de Dios en su preconocimiento exhaustivo y definitivo es enfocar nuestra atención en las predicciones precisas de Jesús, especialmente aquellas acerca de las decisiones de Judas y Pedro -- decisiones por las cuales eran moralmente responsables. Edwards dice:

Qué contradicción es decir que Dios ciertamente sabía que Judas traicionaría a su Maestro o que Pedro lo negaría, y sin embargo saber que pudiera ocurrir otra cosa; es decir, que ciertamente sabía que a lo mejor se había engañado.

En otras palabras, sería completamente vergonzoso para Dios que afirmara saber que algo es una realidad futura y a la misma vez saber que sólo es una posibilidad futura, en vez de una realidad. La gloria de Cristo es saber qué es lo que le va a acontecer con certeza y detalle. El evangelio de Juan evidencia esto relacionando el preconocimiento de Jesús con su deidad, similar a la forma en que Isaías evidenciaba la deidad de Dios por medio de su preconocimiento. Por ejemplo, en Juan 13:19 Jesús dice en la última cena: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. Con la frase “yo soy” Jesús reclama su deidad en términos que Dios usa de sí mismo en textos como Isaías 43:10 (“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy”). Y el comprobante por creer que es divino, dice, es que estaba anunciando a sus discípulos lo que le acontecería antes de que ocurriera.

Después, dos versículos más adelante, en Juan 13:21, Jesús predice específicamente la traición de Judas. “De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar”. Los discípulos se preguntaban de quién estaba hablando, y Jesús les dice en el versículo 26, “A quién yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas.” Jesús lo sabía desde el principio como lo afirma Juan 6:64, “Porque Jesús sabía desde el principio... quién le había de entregar”. Y no solamente sabía que iba a ocurrir y quién lo haría, sino que también cuando iba a suceder. Mateo 26:2: “Sabéis que dentro de dos días se celebrará la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado”. Y dice que cuando le había dado el pan a Judas, le dijo: “lo que vas a hacer, hazlo más pronto” (Juan 13:27). Jesús sabe lo que vendrá, quién lo hará y cuándo.

Hay que notar dos cosas cruciales: uno es que Jesús preconoce la obra nefasta de Judas con certeza. La otra es que Jesus mismo afirma que este preconocimiento es parte de su gloria como ser divino: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy” (Juan 13:19). Si los evangélicos sienten pasión por la gloria de Cristo, tenemos que unirnos a él en declarar y no negar su habilidad de preconocer con certeza las decisiones humanas sin eliminar la responsabilidad moral del ser humano. Saberlas es su gloria.

Su conocimiento de la triple negación de Pedro es aún más asombroso. Jesús no sólo predice que Pedro le negaría tres veces esa misma noche, sino que también ve el acto con tal certeza que ora de antemano por el futuro arrepentimiento y ministerio de Pedro.

Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces. (Lucas 22:31-34)

Este conocimiento absoluto de que Pedro pecaría, cuánto pecaría, cuándo pecaría y que se arrepentiría, no elimina la responsabilidad moral de Pedro en lo más mínimo; lo cual es evidenciado por el hecho que Pedro llora amargamente precisamente cuando recuerda la predicción de Jesús. Pedro no dice: “Bueno, tú predijiste este pecado, y tenía que ocurrir, o sea que no pudo haber sido parte de mi libre albedrío y por lo tanto no soy responsable”. Al contrario, lloró amargamente; era culpable y lo sabía.

Jesús fue glorioso en la predicción, y Pedro fue culpable. ¿Por qué los cuatro evangelios relatan esta asombrosa predicción en detalle? Seguramente la respuesta más profunda es la que se nos da en Juan 13:19: “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy”. Su preconocimiento de todas las cosas que le iban a suceder era un aspecto esencial de su gloria como el Verbo encarnado, el Hijo de Dios. La negación de este preconocimiento es, como creo que Juan diría, un asalto a la deidad de Cristo (ya sea intencionalmente o no).

El Preconocimiento y la Caída

La tercera manera en que Edwards enaltece la gloria de Dios en el preconocimiento de las decisiones humanas es como trata el tema de la caída y de toda la historia redentora que Dios efectuó en respuesta a dicha caída. Edwards argumenta de la siguiente manera: “Si Dios no preconoce la voluntad de agentes morales, entonces no preconoció la caída del hombre, ni la de los ángeles, y por lo tanto, no pudo haber preconocido los grandes acontecimientos que dependían de estos eventos: tales como el envío de su Hijo al mundo para morir por los pecadores, y todas las cosas tocantes a la gran obra de la redención; todas las cosas que fueron hechas 4.000 años antes que Cristo viniera para preparar el camino; y la encarnación, vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo...etc.”.

Pero en realidad, observa Edwards, Dios debía haber preconocido la caída de Adán con todos sus desastrosos efectos en la moralidad porque, por ejemplo, Pablo dice que desde la eternidad Dios planificó darnos la gracia salvadora de Cristo Jesús nuestro Salvador. “Dios nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (1 Tim. 1:9). En otras palabras, Dios no sólo sabía desde la eternidad la decisión pecaminosa que Adán tomaría (y Lucifer antes que él), sino que planificó darnos gracia a través de Jesucristo en respuesta a la miseria y la destrucción y la condenación que resultó de la caída que él ya conocía.

Ahora añade a esto la enseñanza de Pablo en Efesios 1:4-6, y veremos claramente cómo la gloria de Dios está en juego al negar el preconocimiento de Dios de la caída de Adán y sus miserias consecuentes. Pablo dice: “Dios nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia”. Es decir, antes de la fundación del mundo -­antes del pecado de Adán (que según Boyd Dios no pudo haber sabido) -- Dios nos escogió en Cristo y nos predestinó para ser hijos a través de Cristo para que la gracia libre y soberana de Dios se viera como gloriosa: “para alabanza de la gloria de su gracia”.

Pero si Dios no preconoció la caída y (como algunos argumentan) fue sorprendido por ella, entonces el argumento de Pablo a favor de la gloria de la gracia de Dios manifiesta en su plan eterno de rescatarnos de la caída, no es válido. Así que otra vez digo, que si los evangélicos aman la gloria de Dios manifiesta en la obra redentora de Cristo y planificada desde antes de la fundación del mundo, deben declarar y atesorar -- y no negar -- el preconocimiento exhaustivo y definitivo de Dios de las decisiones humanas.

Pasajes que Aparentan Negar el Preconocimiento de Dios

Una persona sincera se preguntará: ¿Cómo es que Greg Boyd y otros defienden su postura bíblicamente? La respuesta es que Boyd nos dirige la atención a los pasajes de la escritura que aparentan negar el preconocimiento de Dios de las decisiones humanas. Por ejemplo, se refiere a la profecía de Isaías a Ezequías en Isaías 38:1: “Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás”. Entonces Ezequías llora y ora; a lo que Dios le responde en el versículo 5: “He oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años”. Boyd argumenta que este cambio en la intención expresada de Dios demuestra que Dios no sabía la reacción de Ezequías cuando se le amenazó con la muerte. Pero cuando Dios vio la congoja de Ezequías (imprevista) y escuchó su oración (también imprevista), Dios cambió su plan y le añadió quince años de vida.

Sin embargo tanto Boyd como yo diríamos que la primera predicción de Dios contiene una condición implícita. Los dos solucionamos el problema de la aparente falsedad de la primera predicción (morirás) de la misma manera: Dios se decía: “Esto es lo que haré a menos que te arrepientas”. La diferencia entre Boyd y yo es que Boyd piensa que Dios está pensando implícitamente: “Haré esto a menos que te arrepientas; y no sé si te vas a arrepentir”. Yo opino que Dios pensaba implícitamente: “Haré esto a menos que te arrepientas; y sé que te vas a arrepentir”.

Boyd se preguntará: “¿De qué vale decir que Ezequías se va a morir (si no se arrepiente) cuando Dios sabe que, efectivamente, se arrepentirá”? Yo le respondería que Dios tiene sus razones de cómo obra que nosotros no vemos (“¿Quién fue su consejero”? Rom. 11:34). También otra respuesta al dilema sería: Dios le advierte que morirá porque quiere motivarlo a que se arrepienta y así salvarlo. En otras palabras, la amenaza de muerte es el medio de vida.

Textos que Mencionan el Arrepentimiento de Dios

Otro grupo de textos a las cuales Boyd hace referencia son los que hacen mención de que Dios se entristece por haber actuado en cierta forma. Por ejemplo, en 1 Samuel 15:11 Dios dice: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí”. Y también Génesis 6:5-6: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra.... Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”. Boyd pregunta: “Cómo es posible que Dios se lamente de algo que creó, y si sabía perfectamente bien lo que iba a ocurrir desde la eternidad pasada”?

La implicación para Boyd es que Dios no podía lamentarse o arrepentirse de lo que ya sabía. Por lo tanto, Dios no pudo haber preconocido la caída y sus consecuencias desastrosas. Tampoco podía saber que Saúl iba a ser un rey desobediente.

Mi respuesta a esto tiene tres partes. Primero estos textos no dicen o no enseñan que Dios no conoce el futuro en cuestión. Mas bien Boyd lo infiere. Es más, no hay ningún texto en la Biblia que diga que Dios no preconoce las decisiones humanas. Esto siempre es una inferencia basada en lo que alguien cree que es posible para Dios.

Segundo, hemos visto en 2 Timoteo 1:9 que Dios “nos salvó... según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de las tiempos de los siglos”. Así que la obra bondadosa de Cristo salvándonos de la maldición de la caída fue planificada en la eternidad, y se nos dio gracia “antes de los tiempos de los siglos”. La implicación de este versículo es igual de fuerte para argumentar que Dios sabía de la caída en Génesis 6:6 como para argumentar que no lo sabía.

Tercero, en el mismo contexto en que se menciona el arrepentimiento de Dios en cuanto a Saúl (1 Samuel 15:28-29), Samuel le dice a Saúl: “Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú. Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá porque no es hombre para que se arrepienta”. Así que en el versículo 11 Dios dice: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl”. Y en el versículo 29 Samuel dice: “La Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta”.

Por lo tanto mi forma alternativa de interpretar estos textos es: Dios preconoce los tristes y penosos efectos de algunas de sus propias decisiones -- por ejemplo, el de crear a Adán y Eva y de escoger a Saúl como rey. Estos efectos son verdaderamente penosos para Dios pues los ve en si mismos. Sin embargo no considera estas decisiones como errores que no hubiera cometido si conociera el futuro. Al contrario, determina algunas cosas por las cuales luego, cuando acontecen, verdaderamente se apena.

Ahora, si alguien dijera: Esto no suena como lo que regularmente se quiere decir con “arrepentimiento” o “lamento”; yo respondería que eso es exactamente lo que Samuel quiere comunicar cuando dice que Dios “no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta” (1 Samuel 15:29). En otras palabras, Samuel nos quiere decir algo así: “Cuando digo que a Dios le pesó haber puesto por rey a Saúl (o cuando Moisés dice que Dios se arrepintió de haber creado a Adán y Eva), no quiero decir que Dios experimentó arrepentimiento en la misma manera que los hombres lo experimentan. Él no es hombre como para sentir “arrepentimiento” en esta forma. Él lo experimenta a su manera -- de la manera que uno experimenta “arrepentimiento” cuando uno es omnisciente y que conoce el futuro por completo. La experiencia es real, pero no es como la experimenta el hombre finito.

La Gloria de Dios está en Juego

Y esto nos trae al punto final y principal. Cuando Samuel protesta en 1 Samuel 15:29: “La Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta”; ¿contra qué está protestando? ¿Y para qué está protestando? La fraseología del versículo nos da la respuesta. Protesta en contra de que se vea a Dios como a un hombre. “Dios no es hombre”. Y también está protestando para enaltecer la gloria de Dios. “La Gloria de Israel... no se arrepentirá”.

Por lo tanto, digo otra vez, de la forma más sincera y esperanzada: el asunto del preconocimiento de Dios de las decisiones humanas es el asunto de la gloria de Dios. Y si amas la gloria de Dios, si su gloria es tu tesoro y tu porción en esta vida y la próxima, entonces te animo a que afirmes junto con Samuel: “El que es la Gloria de Israel no es como un ser humano, él no se arrepiente” --como si no conociera el futuro. Más bien, como dice Jonathan Edwards, el preconocimiento de Dios es “su gloria particular, lo cual lo distingue grandemente de todos los demás seres”.

John Piper (D. Teología. Universidad de Munich) es el pastor de Bethlehem Baptist Church en Minneapolis. Uno de sus muchos libros es The Pleasures of God: Meditations on God's Delight in Being God (Multnomah Press, 1991).
bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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