La Teología de los Credos Antiguos

El Credo de los Apóstoles

Greg Uttinger
24 de Julio, 2002

Cristianismo, Historia y Materia

Como el Cristianismo es una religión de palabras, también es una religión de historia y materia. La Escritura comienza con la creación del universo temporal y material: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). Dios creó al hombre para que funcionara en un ambiente material y temporal (Gén. 1:2ss; 2:7, 15).

Aún así, Dios declaró que Su creación era “muy buena” (Gén. 1:31). La creación no era defectuosa porque estuviese compuesta de materia o porque se moviera y cambiara en el tiempo. El hombre no era pecaminoso porque era humano o porque su cuerpo fuera de carne. El pecado comenzó en el corazón del hombre cuando escogió rechazar la palabra de Dios desobedeciendo así Su mandamiento (Gén. 3:1-7). El pecado proviene del corazón, no del cuerpo, del ser interior del hombre, de su medio ambiente (Marcos 7:14-23).

Así pues, para el Cristianismo la salvación es redención del pecado y sus efectos: su meta es “la restitución de todas las cosas” (Hch. 3:21; cf. Rom. 8:18-23). Toda otra religión1 invita al hombre a dar un paso fuera de la historia y de la creación hacia algo más – el espíritu puro, la no-existencia, la condición de dios; la religión Cristiana dice que Dios ha dado un paso dentro de la historia para redimir y restaurar Su creación.

La Biblia no solamente inicia con la historia; es en sí misma un libro de historia. Describe los actos pactales de Dios en la historia desde la creación hasta la venida de Cristo. Nos da genealogías y cronologías. Habla acerca de geografía real y fechas de calendario. Llega como biografía y autobiografía. Incluso las cartas doctrinales de los apóstoles fueron escritas a iglesias históricas para llenar necesidades reales y específicas, y esas cartas, en todos los puntos, asumen un Cristo histórico. De hecho, cuando Pablo resume el mensaje del evangelio, escribió acerca del Cristo de la historia:

Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce.
Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez... (1 Cor. 15:3-6a).
Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en
carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído
en el mundo, recibido arriba en gloria (1 Tim. 3:16).


Una Confesión Histórica Trinitaria

“Dios fue manifestado en carne.” El Cristo de la historia también es el eterno Hijo de Dios. La fe Cristiana es Trinitaria lo mismo que histórica, y cualquier confesión de Cristo debe ser ambas cosas, al menos implícitamente. Jesús mandó a Sus discípulos a que bautizaran a los creyentes “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Entonces, era bastante natural para los oficiales de la iglesia primitiva preguntarles a las candidatos para el bautismo preguntas como: “¿Crees en Dios el Padre? ¿Crees en Jesucristo, el Hijo de Dios? ¿Crees en el Espíritu Santo?” En realidad tenemos un conjunto tal de preguntas de alrededor del año 215 D.C:

¿Crees en Dios el Padre quien lo gobierna todo?

¿Crees en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, quien fue concebido por el Espíritu Santo de la Virgen María, quien fue crucificado bajo Poncio Pilato, y murió (y fue sepultado) y se levantó al tercer día de entre los muertos, y ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra del Padre, y que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos?

¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y (en la resurrección de los muertos)?2
En esta fecha temprana las preguntas Trinitarias ya se habían vuelto más detalladas, particularmente la segunda. Y el material que fue añadido consistía de los mismos detalles históricos que Pablo y los otros Apóstoles colocaron en el corazón del evangelio: la encarnación, la crucifixión, la sepultura, la resurrección y la ascensión.

La Norma de Fe

Sin embargo, incluso más temprano, los Padres de la Iglesia hablaban de una Norma de Fe, un sumario de aquellas cosas que los Cristianos deben creer con certeza. Los Padres siguieron en los pasos de los Apóstoles, reconociendo que ciertos eventos históricos se hallaban en el corazón del Cristianismo Bíblico. Las palabras de la Norme todavía no eran fijas, pero el contenido era bastante consistente de escritor a escritor. Ignacio de Antioquía anticipa la Norma, escribiendo alrededor del 107 D.C:

Detén tus oídos, por tanto, cuando alguno te hable con desacuerdo de Jesucristo, el
Hijo de Dios, quien era Jesús el Cristo, quien descendía de David, y también lo era
de María; quien nació verdaderamente, y comió y bebió. Fue verdaderamente
perseguido bajo Poncio Pilato; fue verdaderamente crucificado y [verdaderamente]
muerto, a la vista de los seres en el cielo y en la tierra y bajo la tierra. Él también fue
verdaderamente levantado de los muertos, siendo Su Padre quien le dio vida,
incluso según la misma manera en que Su Padre levantará a aquellos que creen en
Él por Cristo Jesús, aparte de quien no poseemos la vida verdadera.

Alrededor del año 180 D.C. los presbíteros de Esmirna hablaron de “lo que ha sido traspasado.”
También conocemos en verdad a un Dios, conocemos a Cristo, conocemos al Hijo, sufriendo como sufrió, muriendo como murió, y levantado al tercer día, y morando a la mano derecha del Padre, y viniendo a juzgar a los vivos y a los muertos. Y al decir esto decimos lo que nos ha sido traspasado.

Ireneo (aprox. 180 D.C.) formuló la Norma de Fe de tres diferentes maneras. He aquí la segunda.

Muchas naciones barbáricas dan su asentimiento a este orden... creyendo en el único
Dios, Creador del cielo y la tierra, y de todo lo que hay en ellos, por medio de Cristo
Jesús el Hijo de Dios; quien, por su asombroso amor hacia sus criaturas, sufrió el
nacimiento de la Virgen, uniendo Él mismo su humanidad a Dios, y padeció bajo
Poncio Pilato, y se levantó otra vez, y fue recibido en gloria, y vendrá en gloria, el
Salvador de aquellos que son salvos, y el juez de aquellos que son juzgados; y
enviando al fuego eterno a los que pervierten la verdad y desprecian a Su Padre en
su advenimiento.

Tertuliano (aprox. 200 D.C.) de igual forma registra tres formas de la Norma. Esta es la primera.

La Norma de Fe es absolutamente una, única, inamovible e irreformable – a saber,
creer en un Dios Todopoderoso, el Creador del mundo; y en Su Hijo, Jesucristo,
nacido de la Virgen María, crucificado bajo Poncio Pilato, al tercer día se levantó
otra vez de entre los muertos, recibido en los cielos, sentado ahora a la diestra del
Padre, que viene a juzgar a los vivos y a los muertos, también por medio de la
resurrección de la carne.

La tercera forma de la Norma de Ireneo incluye una “firme persuasión también en el Espíritu de Dios.” La segunda y la tercera forma de Tertuliano hablan ambas de Cristo como enviando al Espíritu Santo. Así, a pesar de los énfasis particulares en la Persona y obra de Cristo en la Norma de Fe, permaneció la forma Trinitaria.

Para el año 340 D.C. lo que conocemos como el Credo de los Apóstoles finalmente estaba comenzando a tomar forma. Marcelo de Ancyra nos da esta forma:

Creo en Dios, quien todo lo gobierna;
Y en Cristo Jesús Su unigénito Hijo, nuestro Señor, quien fue concebido del
Espíritu Santo y de la Virgen María, quien fue crucificado bajo Poncio Pilato y sepultado, quien se levantó de los muertos al tercer día, ascendiendo a los cielos y tomando su lugar a la diestra del Padre, de donde vendrá a juzgar tanto a los vivos como a los muertos; Y en el Espíritu Santo, la santa Iglesia, el perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo y la vida eterna.7
En su forma actual el Credo de los Apóstoles se fecha desde finales del siglo sexto o en el séptimo:
Creo en Dios Padre Todopoderoso; Creador del cielo y de la tierra;
Y en Jesucristo Su Hijo unigénito, nuestro Señor; quien fue concebido por el
Espíritu Santo, nacido de la Virgen María, sufrió bajo Poncio Pilato, fue
crucificado, muerto y sepultado; descendió al infierno [Hades]; al tercer día resucitó
de entre los muertos; ascendió al cielo; y se sentó a la diestra de Dios Padre
Todopoderoso; de donde vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo; la santa Iglesia católica8; la comunión de los santos; el
perdón de los pecados; la resurrección del cuerpo [carne]; y la vida eterna. Amén.


Confesando la Historia

Los credos y las confesiones de otras religiones nos dan ideas o afirmaciones abstractas acerca de la realidad última. El Credo de los Apóstoles nos provee de historia. Dios el Padre es el Creador y Gobernador de la historia. Cristo Jesús entró en la historia para salvar a Su iglesia. El Espíritu Santo está operando en la historia, llamando y santificando a la iglesia. La historia culminará en la Resurrección y en el Juicio Final.

El hecho de que la iglesia confesara su fe en términos de los grandes actos de Dios en la historia era inevitable dada la naturaleza del Cristianismo. El que la iglesia confesara las cosas que confesaba cuando lo hizo reflejaban su interacción y conflicto con otra religión, una religión anti-histórica llamada Gnosticismo.

El Error Gnóstico

Después de la herejía Judaizante que ocupó mucha de la atención de Pablo, el siguiente enemigo religioso significativo que la iglesia primitiva enfrentó fue el Gnosticismo. El Gnosticismo era una religión de mezcolanzas en lugar de una herejía Cristiana, aunque algunos herejes Cristianos tomaron prestado del Cristianismo de manera extensa.9 Tanto Pablo como Juan abordaron tales herejías infestadas de Gnosticismo.

Según el Gnosticismo hay una jerarquía de dioses y seres parecidos a dioses. El más grande de estos dioses es bueno y amoroso pero completamente ajeno al mundo del tiempo y la materia. El verdadero creador del mundo es un ser inferior, el Demiurgo. De allí la bajeza de la materia y en cuanto a lo moral se ha de sospechar de ella. El alma humana es una chispa de la divinidad aprisionada en la esfera de la materia, y la salvación del hombre consiste en el escape de su alma de su prisión material para ir de regreso a la esfera de la divinidad. El conocimiento esotérico – la gnosis – es lo que provee la clave.

El Gnosticismo obtuvo mucho de lo mágico y de lo místico, pero ignoró la ética. Para el Gnosticismo, el pecado yace en la materia misma: la salvación implicaba un desprecio ascético y licencioso, según algunos, por el cuerpo. En cualquier caso la ley de Dios para Su creación era irrelevante. ¿Qué tendría que ver el alma “espiritual” con el matrimonio, la propiedad o los hijos? La ley era la esfera del vengativo Demiurgo.11 En tal teología la expiación y el perdón eran conceptos sin sentido, y la Encarnación era impensable.

La iglesia tampoco tenía lugar en la teología Gnóstica. Cada hombre debía percibir a Dios por sus propios medios. Otros hombres eran irrelevantes, excepto aquellos pocos preciosos con secretos mágicos para enseñar. El Gnosticismo se gozaba de su elitismo espiritual. Era, después de todo, en el sentido más Bíblico, una religión de la “carne” (cf. Gál. 5:19-21).

El Credo Anti-Gnóstico

El Credo de los Apóstoles protesta contra el Gnosticismo en cada punto. Insiste en que el Padre divino es también el Creador del universo material. Nos dice que el Hijo eterno tomó para Sí mismo una verdadera naturaleza humana en el vientre de la Virgen; que en esa naturaleza Él sufrió y murió; que se levantó otra vez en la carne y ascendió a los cielos donde se sienta hoy a la diestra de Dios.

El Credo reconoce las dimensiones pactales y comunales de la salvación: confiesa “la santa Iglesia católica, la comunión de los santos.” El Credo reconoce tanto la realidad del pecado como la realidad del perdón judicial. El Credo habla de un fin a la historia redentora, y habla de la resurrección del cuerpo – “el levantamiento nuevamente de la carne,” como lo expresa una antigua versión Inglesa.12 El Credo define la fe en términos de la historia, la materia, el pacto, la ley y la soberanía divina.

Conclusión

Vivimos en una era llena de misticismo religioso, mucho de él es Gnóstico en carácter. Somos parte de una iglesia que ya no piensa en términos de materia, o de historia, o de credos. La primera condición es en gran medida el resultado de la segunda. Si hemos de responder al espíritu de nuestra época tendremos que regresar a los primeros principios. Necesitamos ver la creación, la historia y la salvación como Dios las mira. Los credos de la iglesia y las doctrinas que ellos contienen nunca han sido más relevantes.

Greg Uttinger enseña teología, historia y literatura en la Escuela Cristiana de Cornerstone en Roseville, California. Vive cerca del Condado de Sacramento con su esposa Kate y sus tres hijos. Puede ser contactado en paul_ryland@hotmail.com

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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