Normas de Interpretación Bíblica

 
Por Ernesto Trenchard

La parábola y su interpretación
La parábola merece párrafo aparte por el realce que se le da en las enseñanzas del Maestro divino, bien que no podemos hacer más que indicar muy someramente su significado y los métodos de interpretación, por ser el tema muy amplio.

La palabra griega traducida por -parábola- indica que se coloca una cosa al lado de otra a los efectos de una comparación: lo que caracteriza toda figura retórica en su esencia. Pero, como definición, hemos de pensar en una narración, dentro de la esfera de lo posible, que ilustra principios que rigen en la esfera espiritual. Una mera ilustración generalizada no es parábola, pues falta el elemento claramente narrativo. En Juan 10:6, en la Versión Reina-Valera, 1602, leemos: -Esta parábola les dijo Jesús-, en la Versión 1960 leemos: -Esta alegoría les dijo Jesús-, con referencia a la ilustración del pastor, la puerta y las ovejas. Pero el vocablo es paroimia y no parabole. Aplicando nuestra definición, no ha de considerarse como una verdadera parábola, ya que se trata de una generalización. Por ejemplo, cualquier persona que no entrare por la puerta se señala como ladrón y no como el verdadero pastor, y no se hace historia de un caso concreto.

Al principio de Su ministerio, el Señor no utilizaba ampliamente el método parabólico. Pero después de una larga presentación de Su persona y doctrina frente a los galileos, adoptó dicho método con preferencia a otros, según las indicaciones del gran capítulo parabólica, Mateo 13. Servía la parábola para aleccionar a los fieles que tenían -oído para oír-, a la vez que velaba la verdad frente a quienes no se sometían a Su persona. En otras palabras, era una piedra de toque que distinguía entre el -oro- de la sumisión y la fe, y el «oropel» de las profesiones religiosas, llegando a ser, hasta este punto, un medio de juicio para los infieles, al par que resultaba en grandes bendiciones para los de limpio corazón.

Reiteremos que la historia ha de ser siempre posible. El Maestro sacaba las suyas de todas las esferas de la vida de Su día, de modo que los oyentes siempre tenían algo significativo para incitarles a buscar la verdad velada. Así las mujeres oían hablar de sus asuntos: la levadura en las medidas de harina, la moneda que se perdió en la casa, etc. Los hombres trabajadores entenderían bien la forma externa de las descripciones de las tareas del campo o de la pesca. Había historias que parecían calcadas sobre acontecimientos contemporáneos, como aquella en que el noble iba a buscarse un reino y volver, que halla analogías en la vida de la familia de Herodes. Querellas judiciales proveen el tema de algunas parábolas, y en otras se habla de administradores, sin dejar los temas más alegres de los banquetes, las bodas, etcétera. El Maestro creó todo un mundo parabólico, pero sin salir de lo que podría interesar a los hombres de Su generación, y podría ser comprendido tanto por los sencillos como por los privilegiados.
La interpretación de la parábola no es tan fácil como parece, según vemos por las diferentes
Opiniones que hombres entendidos y piadosos han expresado sobre el significado de algunas parábolas.

Estas dificultades suelen surgir del intento de sacar más de la narración de lo justificado en su contexto, y el estudiante debiera acordarse de las reglas siguientes:

1. Búsquese el tema principal de la parábola en primer término. Esta lección puede percibirse en general por las circunstancias que dieron lugar a la enseñanza parabólica, y a menudo se subraya por una frase introductoria, o por las explicaciones que el mismo Señor nos da a guisa de epílogo.

2. Recuérdese que hay detalles en la parábola que forman un marco necesario que da realce a la lección. Algunos teólogos han hablado del -cuerpo- y del –alma- de la parábola, o sea que hay elementos externos y puramente narrativos que encierran la lección espiritual, pero que no son en sí significativos. Por ende, podría ser mera fantasía procurar hallar equivalencias espirituales para todos los detalles.

3. Las parábolas no sirven como fundamento para doctrinas, sino como inspiradas ilustraciones de doctrinas que se explican en términos claros en otros lugares.

Los precedentes principios de interpretación necesitan ilustrarse por medio de casos concretos, pero para eso nos falta espacio. Tenemos que contentarnos con la conocida y breve parábola de la -viuda importuna- (Lc. 18:1–8). El contexto indica que el Señor está ilustrando el cuidado que tiene Dios de los suyos en días difíciles, pues los desamparados son escuchados, a pesar de las apariencias contrarias (Lc. 18:7 y 8). Pero la viuda consigue su petición a fuerza de su perseverancia, que nunca se cansa de suplicar. Así la lección individual es la de la persistencia en oración en medio de un mundo enemigo.

Pero si quisiéramos seguir interpretando todos los detalles lógicamente, llegaríamos a conclusiones bien extrañas. Evidentemente la viuda suplicante representa a los fieles que claman a Dios (Lc. 18:7).

Pero en la historia quien por fin la escucha y remedia su situación es un juez injusto. ¡De ninguna manera podemos decir que un tal personaje representa a Dios! Tenemos que contentarnos con la lección principal y ver en lo demás el marco que la sustenta por la descripción de una situación humana. Cabe, desde luego, deducir: -Si la súplica perseverante era eficaz ante un juez despreocupado, ¡cuánto más ante nuestro Padre celestial, quien es además perfecto en justicia!-

Algunos predicadores y expositores alcanzan fama de profundos por sacar mucho de las figuras bíblicas. Pero tenemos que distinguir entre una exégesis fiel y los llamativos resultados de la fantasía humana. Un prestidigitador recibe aplausos cuando saca toda una familia de conejitos de un sombrero de copa aparentemente vacío, pero sabemos bien que todo ha sido un juego de manos. Y si logra hacer aparecer los conejos al fin del truco, es sencillamente porque anteriormente los había colocado en el sombrero, sin que nos diéramos cuenta. De igual modo hay quienes primeramente meten sus pensamientos en el texto, para luego sacarlos con aire triunfal. Seamos sensatos y sobrios en nuestra labor de exégesis, dando preferencia a la interpretación natural, y sin creer que cada frase tiene que encerrar un símbolo esotérico.

bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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