La Eficacia Trascendente del Sacrificio de Cristo

 
Por John Murray
Libro: La Redención Consumada y Aplicada

Pasajes como Hebreos 1:1-3; 2:9-18; 9:9-14, 22-28 enseñan de manera muy llana que la eficacia de la obra de Cristo depende de la singular constitución de la persona de Cristo. Este hecho no establece por sí mismo el asunto que se trata aquí. Pero las consideraciones contextuales revelan implicaciones adicionales. El énfasis en estos pasajes descansa en la finalidad, perfección y eficacia trascendente del sacrificio de Cristo. Esta finalidad, perfección y eficacia son necesarias debido a la gravedad del pecado, y si la salvación ha de ser concretada, el pecado debe ser removido eficazmente. Es esta consideración la que da tal fuerza a la necesidad, que se expresa en Hebreos 9:23, en el sentido de que en tanto que las figuras de las cosas celestiales debían ser purificadas con la sangre de toros y machos cabríos, las cosas celestiales mismas debían ser purificadas con la sangre de no otro que el Hijo. En otras palabras, existe una necesidad que sólo puede ser cumplida con la sangre de Jesús. Pero la sangre de Jesús es una sangre que tiene la eficacia y virtud necesarias sólo por cuanto aquel que es el Hijo, el resplandor de la gloria del Padre y la misma imagen de su sustancia, participó también de carne y sangre, y que por ello pudo mediante un sacrificio hacer perfectos a los santificados.

Desde luego, no es una inferencia injustificada llegar a la conclusión de que el pensamiento que aquí se presenta es que sólo una persona así, que ofreció un sacrificio como éste, pudo remover el pecado, y obrar tal purificación que asegurase que los muchos hijos fuesen traídos a la gloria, accediendo al lugar santísimo de la presencia divina. Y esto es sólo decir que el derramamiento de la sangre de Jesús era necesario para los fines contemplados y logrados.

Hay también otras consideraciones que se pueden derivar de estos pasajes, especialmente de Hebreos 9:9-14, 22-28. Son las consideraciones que surgen del hecho de que el mismo sacrificio de Cristo es el gran ejemplo del que se modelaron los sacrificios levíticos. A menudo pensamos en los sacrificios levíticos como los que proveen la pauta para el sacrificio de Cristo. No es equivocado pensar de esta forma -los sacrificios levíticos nos proveen de categorías para poder interpretar el sacrificio de Cristo, en particular las categorías de expiación, propiciación y reconciliación. Pero esta línea de pensamiento no es la que caracteriza a Hebreos 9. En este pasaje se habla específicamente que los sacrificios levíticos fueron modelados de acuerdo a realidades celestiales -eran «copias de las realidades celestiales» (Heb. 9:23).

Por ello, la necesidad de ofrendas de sangre de la economía levítica surgió del hecho de que la realidad según la que habían sido modeladas era una ofrenda de sangre, una ofrenda trascendente por medio de la cual se purificaron las cosas celestiales. La necesidad de derramamiento de sangre en la ordenanza levítica surgió sencillamente de la necesidad del derramamiento de sangre en la dimensión más elevada de lo celestial.

Ahora nuestra pregunta es: ¿Qué clase de necesidad es la que había en la dimensión celestial? ¿Era sencillamente hipotética o era absoluta? Las siguientes observaciones indicarán la respuesta.

1. El énfasis del contexto significa que debido a las exigencias que surgen del pecado, el sacrificio de Cristo requiere tener una eficacia trascendente. Y estas exigencias no son hipotéticas -son absolutas. La lógica de este énfasis en cuanto a la gravedad intrínseca del pecado y la necesidad de su remoción no concuerda con la idea de la necesidad hipotética -la realidad y gravedad del pecado hacen indispensable la expiación efectiva, y esto significa que es absolutamente necesaria.

2. La naturaleza precisa de la ofrenda sacerdotal de Cristo y la eficacia de su sacrificio van vinculadas a la constitución de su persona. Si hubo necesidad de tal sacrificio para quitar el pecado, nadie más que él podía ofrecerlo. Esto equivale a decir que fue necesario que una persona así, fuera la que ofreciese este sacrificio.

3. En este pasaje, el santuario celestial en relación con la sangre derramada de Cristo es llamado verdadero. El contraste que se ofrece no es uno entre lo verdadero y lo falso, o entre lo real y lo ficticio. Más bien, es un contraste entre lo celestial y 10 terrenal, lo eterno y lo temporal, lo completo y lo parcial, lo definitivo y lo provisional, lo permanente y lo pasajero. Cuando pensamos en el ofrecimiento del sacrificio de Cristo en relación a las cosas que responden a esta caracterización --celestiales, eternas, completas, finales, permanentes-, ¿no es acaso imposible pensar en este sacrificio como sólo hipotéticamente necesario en el cumplimiento del designio de Dios de llevar a muchos hijos a la gloria? Si el sacrificio de Cristo es sólo hipotéticamente necesario, entonces las cosas celestiales en relación con las que tuvo relevancia y sentido fueron también sólo hipotéticamente necesarias. Y ésta es, desde luego, una hipótesis difícil.

El resumen de esta cuestión es que se declara necesario (Heb. 9:23) el derramamiento de la sangre de Cristo para el perdón de pecados (vv. 14, 22, 26), y que se trata de una necesidad sin reservas ni mitigación.

bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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