La Deidad de Cristo Parte II

Comentario de la Confesión de Fe de Westminster
Por: Archibald A. Hodge
Capitulo III
Sección II

II. El Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, igual y de una sustancia con el Padre, habiendo llegado la plenitud del tiempo, tomó sobre sí la naturaleza del hombre (Juan 1:1, 14; I Juan 5:20; Fil. 2:6; Gal. 4:4) con todas sus propiedades esenciales y con sus debilidades comunes, más sin pecado. (Heb. 2:17 y 4:15) Fue concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de la Virgen María, de la sustancia de ésta. (Luc. 1:27, 31, 35, Gal. 4:4; Act. 17:31) Así que, dos naturalezas perfectas y distintas, la divina y humana, se unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión, composición o contusión alguna. (Luc. 1:35; Col. 2:9; Rom. 9:5; I Tim. 3:16). Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, un Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre. (Rom. 1:3, 4;
I Tim. 2:5).

El asunto de este párrafo es la constitución de la Persona del Mediador considerado como Dios-hombre. Habiendo probado ya (cap. II § 3) que Jesu-Cristo es Dios, la segunda persona de la adorable Trinidad, igual al Padre y de la misma sustancia que éste, esta Sección pasa a enseñar:

Que Jesús de Nazaret era verdadero hombre, que poseía todas las propiedades esenciales de la humanidad, y, por el poder del Espíritu Santo fue concebido en el vientre de la Virgen María, de la sustancia de ella.

Que fue absolutamente sin pecado.

Que no por haberse hecho carne dejó de ser Dios, sino es como siempre el Hijo eterno del Padre.

Que a pesar de ser Dios y hombre, es una sola persona.



5a Que su personalidad es la de la Persona eterna del divino Hijo, quien en la plenitud del tiempo, tomó alma y cuerpo humanos para reunidos en sí mismo.


Que no por ser una sola persona, las naturalezas humana y divina están mezcladas o confundidas en Cristo, sino que permanece cada naturaleza pura y distinta, divina y humana, constituyendo las dos una sola persona para siempre.

La exposición de la doctrina de la Iglesia, más antigua y universalmente aceptada en cuanto a la persona de Cristo, es la que fue formulada por el cuarto Concilio General, compuesto por "seiscientos treinta padres santos y benditos," reunidos en Calcedonia, A. D. 451.


Dice así: "Nosotros, siguiendo a los santos Padres, y todos unánimes, enseñamos a los hombres a que confiesen a uno y al mismo Hijo, Nuestro Señor Jesu-Cristo, el cual es perfecto en su divinidad y per¬fecto en su humanidad; verdadero Dios y verdadero hombre, con un cuerpo humano y una alma racional; consustancial con el Padre to¬cante a su divinidad; consustancial con nosotros respecto a su huma¬nidad, engendrado desde antes de todos los tiempos por el Padre según su divinidad, y en los últimos días para nosotros y para nuestra salvación, nacido de María, la Virgen Madre de Dios, en lo que toca a su humanidad: uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, que debe ser reconocido en dos naturalezas que no se confunden, sino que permanecen inmutables, indivisibles e inseparables, la distinción de las naturalezas no es destruida en ninguna manera por la unión de ellas sino que las propiedades de cada naturaleza persisten y reúnen en una sola Persona y en una Subsistencia; no estando partidas o divididas en dos personas, sino siendo una, el mismo Hijo y Unigénito, el Dios Verbo y el Señor Jesu-Cristo, todo conforme a lo que los profetas desde antes habían declarado de él y el mismo Señor Jesu-Cristo nos enseñó y nos lo trasmite el credo de los santos Padres".
Para lo que sobre el particular enseña el credo Atanasiano; véase el cap. I de la Introducción.
Jesús Nazareno era verdadero hombre, que poseía todas las propiedades de la humanidad, concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de la Virgen María, de la sustancia de ella. Esto incluye dos proposiciones constitutivas:—(1)—Jesu-Cristo era un verdadero hombre con todas las propiedades esenciales de la humanidad. Constante y característicamente se le llama el Hombre, Cristo Jesús y el Hijo del Hombre. Mat. 8:20; I Tim. 2:5. Tuvo un cuerpo verdadero, puesto que comió, bebió, durmió y creció en estatura. Luc. 2:52. Durante su vida terrena fue reconocido como verdadero hombre en todas las relaciones públicas o privadas. Murió con agonía en la cruz, fue sepultado, resucitó y probó su identidad por signos físicos. Luc. 24:36 44. Tenía una alma racional, creció en sabiduría, amó, tuvo simpatía, lloró y evitaba los sufrimientos como cualquier hombre siempre que le fuera permisible. Juan 11:33; 35; Mat. 26:36-46. — (2)—La naturaleza humana de Jesús no fue una creación independiente, sino que fue semejante a la nuestra, engendrado de la vida común de nuestra raza, de la sustancia de la Virgen María por el poder del Espíritu Santo. Los ángeles no constituyen una raza producida por generación, sino una sociedad de individuos. A esta distinción se le da mucho énfasis cuando se dice de Cristo "que ciertamente no tomó a los ángeles, sino a la simiente de Abraham." Heb. 2:16. Él es la simiente de Eva. Gen. 3:15; la simiente de David. Rom. 1:3. Hecho de mujer, (Gal. 4:4) concebido por ella en el vientre. Luc. 1:31, 2:5-7.

2ª. Que Jesús, aun cuando fue tentado en todo según nuestra semejanza, fue absolutamente sin pecado, se enseña con toda preci¬sión en la Escritura. Heb. 4:15. Pedro da testimonio diciendo que "nunca hizo pecado ni fue hallado engaño en su boca". I Ped. 2:22; Juan dice que en "él no hay pecado". I Juan 3:5; Heb. 7:26; Luc. 1:35. Esta verdad es más evidente si atendemos al origen y constitución de su Persona como Verbo Encarnado, a la naturaleza de la obra que vino a hacer, tal como la de librar del pecado a los hombres, y por último a los detalles que de su vida santa nos dejaron escritos los evangelistas; vida que ha sido reconocida tanto por incrédulos como por los cristianos como el milagro de los siglos.

El que no dejó de ser verdadero Dios sino continuó siendo el Hijo eterno del Padre ya lo hemos probado en el cap. II § 3.

El que no obstante que es Dios y hombre, es una sola persona se prueba por cada uno de los casos en que tal verdad se manifiesta. — (1)—En todas las narraciones de su vida, ninguna de las palabras que habló, ninguna de sus acciones ni las cualidades que se le atribuyen sugieren la idea de que no fuera una sola e indivisible persona.
— (2)— Los pronombres personales los usa y se le aplican como a una sola persona. A la misma persona se le atribuyen en la misma relación los atributos divinos y las acciones y cualidades humanas. — (3) — Para hacer más clara y evidente esta verdad, podemos presentar va¬rios pasajes en que se nombra a la Persona con algún título propio de su naturaleza divina, y la cualidad o acción es propia de su naturaleza humana, v. g.: "La Iglesia de Dios que él ganó con su propia sangre." Act. 20:28, "Crucificaron al Señor de la gloria." I Cor. 2:8.— (4)—Hay otros pasajes en que se nombra a la Persona por un título propio de su naturaleza humana y la acción o cualidad atribuida, es propia de la naturaleza divina. ''El Hijo del Hombre que está en el cielo." Juan 3:13. "Si viereis al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero." Juan 6:62.— (5)—Hay otros pasajes en que las cualidades y acciones humanas y las divinas se atribuyen indistintamente a la misma persona. "Quien nos ha trasportado al reino de
su amado Hijo en quien tenemos redención por medio de su sangre, remisión de pecados"; "quien también es la imagen del Dios invisible, e! primogénito de todas las criaturas. . . habiendo hecho la paz por medio de su sangre en la cruz. Col. 1:13-20; Heb. 1:3."

Su personalidad es la del Hijo eterno de Dios, quien en la plenitud del tiempo tomó una alma y un cuerpo humanos uniéndolos en sí mismo. Esta notabilísima persona no principió a existir cuando fue concebida su naturaleza humana en el vientre de la Virgen. "Antes de que Abraham fuese, soy yo", tanto no fue constituida cuando fue concebida su naturaleza humana en el vientre de la Virgen. "Antes de que Abraham fuese, soy yo", dijo él mismo. "La Palabra hecha carne". "Dios envió a su Unigénito Hijo al mundo". "El Hijo fue hecho de mujer, nacido bajo la ley". Gal. 4:4. "Por cuanto los hijos participaron de carne y de sangre, él también participó de lo mismo". Heb. 2:14; Fil. 2:6-11. Es evidente pues, que la persona de Cristo es divina y no humana; eterna y no formada en el tiempo. Mas en el tiempo, la Persona eterna y divina tomó una naturaleza humana (alma y cuerpo) para unirla a su personalidad. Así como el cuerpo con su maravillosa constitución Je órganos, no tiene personalidad de sí mismo, sino hasta que alcanza toda su vida uniéndose en el vientre a la personalidad del alma, así la naturaleza humana de Cristo ni por un momento tuvo existencia independiente por sí mismo, sino hasta que por la concepción fue unida a la eterna personalidad del Hijo de Dios. Así pues, en Cristo hay dos naturalezas pero una sola persona, una naturaleza divina y una humana, mas una sola persona divina. Su humanidad comenzó a existir en el vientre de la Virgen; su persona existió desde la eternidad. Su divinidad es personal, su humanidad impersonal; su naturaleza humana y su naturaleza divina forman una sola Persona.

Aun cuando es una sola Persona, la naturaleza divina y la humana no están mezcladas ni confundidas en Cristo, sino que permanecen puras y distintas cada una, la divina y la humana, constituyendo una sola persona para siempre.

Es imposible para nosotros explicar filosóficamente cómo dos inteligencias que tienen conciencia propia, y cómo dos agentes libres que se determinan por sí mismos, pueden constituir una sola persona. Mas este es el carácter preciso del fenómeno revelado en la historia de Jesús. Con el objeto de simplificar la cuestión, algunos hombres cegados por el error, han supuesto que en la persona de Cristo no había alma humana sino que el Espíritu divino había ocupado el lugar del alma en su cuerpo humano. Otros separan tanto las dos naturalezas, que hacen dos personas de Dios y un hombre unidos íntima¬mente. Otros han mezclado tanto las dos naturalezas que no queda pura ni la divina ni la humana, sino una nueva como resultado de la mezcla de ambas. Como respuesta a esto, ya hemos probado arriba — (a)—que Cristo tenía alma y cuerpo humanos, y—(b)—que siendo un Dios y un hombre, es una sola persona. El tercer punto que afirma que en Cristo las dos naturalezas permanecen separadas, distintas y sin confundirse, es evidente por sí mismo. Las Escrituras afirman que Cristo continúa siendo verdadero Dios y verdadero hombre—y no algo intermedio entre los dos. Por otra parte, los atributos de la divinidad no pueden comunicarse a la humanidad, esto es, que la humanidad no puede ser infinita, existente por sí misma, eterna y perfecta en lo absoluto. Poseyendo estos atributos la humanidad dejaría de ser humana; y por otra parte, ni Dios mismo puede crear una divinidad, haciendo a la humanidad divina. Esto es verdad hablando de la divinidad de Cristo. Si éste cayera bajo las limitaciones de la humanidad, dejaría de ser divino, y ni aun Dios puede destruir la divinidad. Por tanto, si Cristo es Dios y hombre, se sigue que no puede ser una mezcla de ambos, es decir, ninguno. Mientras las Escrituras afirman constantemente (como ya lo hemos visto) de toda la Persona, lo que es verdadero en ella sin distinguir las naturalezas, nunca afirman que Jo que es de una pertenezca a la otra. Por ejemplo, se dice de la Persona que es Dios que dio su sangre por su iglesia, mas nunca se dice que la Divinidad murió o que su humanidad descendió del cielo.


bY LeMDS


Ver parte 3


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentar

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------