Las Obras de Providencia IV

Continuamos con el segundo elemento de la Providencia de Dios, el Teólogo Luís Berkhof lo explica de la siguiente manera.

CONCURRENCIA

LA IDEA DE LA CONCURRENCIA DIVINA Y LA PRUEBA DE ELLA.

1. Definición y explicación. La concurrencia puede definirse com o la cooperación del poder divino con los poderes subordinados, de acuerdo con las leyes pre-establecidas para su operación haciéndolas actuar, y que actúen precisamente como lo hacen. Algunos se inclinan a limitar su operación, dentro de lo que respecta al hombre, a las acciones humanas que son moralm ente buenas y, por tanto, recomendables; otros, con más lógica, las extienden a las acciones de toda clase. Debe notarse desde el principio que esta doctrina implica dos cosas:

a. Que los poderes de la naturaleza no actúan por sí mismos, es decir, simplemente por su propio poder inherente, sino que Dios obra inmediatamente en cada acto de la criatura. Esto debe entenderse en oposición a la enseñanza deísta.

b. Que las segundas causas son reales, y que no deben considerarse simplemente como el poder operativo de Dios. Solamente sobre la condición de que las causas secundarias son reales, podemos hablar adecuadamente de la concurrencia o cooperación de la Primera Causa con las causas secundarias. Una vez y siem pre debe insistirse en esto, en contra de la idea panteísta de que Dios es el único agente que obra en el mundo.

2. La prueba bíblica de la concurrencia divina. La Biblia enseña claramente que la providencia de Dios tiene que ver no solamente con el ser sino también con las acciones u operaciones de la criatura. La verdad general de que los hombres no obran independientemente, sino controlados por la voluntad de Dios aparece en diversos pasajes de la Escritura. José dice en Gén. 45: 5 que Dios, m ás bien que sus herm anos, le había enviado a Egipto. En Ex 4: 11, 12 el Señor dice que él estará en la boca de Moisés y que le enseñará lo que tiene que decir; y en Jos. 11: 6 le da a Josué la seguridad de que le entregará sus enemigos a Israel. Prov. 21: 1 nos enseña que "el corazón del rey está en la mano de Jehová…..Dios lo vuelve a donde El quiere” ; y Esd.6: 22, que Jehová "ha tornado el corazón del rey de Asiria" a Israel. En Deut. 8: 18; se le recuerda a Israel el hecho de que es Jehová el que le dio poder para adquirir riquezas. Más particularmente, se desprende también, evidentemente, de la Escritura que hay cierta clase de cooperación divina en lo que es malo. Según el pasaje de II Sam. 16: 11 Jehová ordenó a Simei que maldijera a David. Dios también llamó a Asiria "La vara de mi ira y el báculo de mi indignación", Isa. 10: 5. Además, El puso un espíritu mentiroso en las bocas de los profetas de Acab, II Reyes 27: 20-23.

ERRORES QUE DEBEN EVITARSE


Hay varios errores relacionados con esta doctrina contra los cuales nos debemos poner en guardia.

1. Que consiste únicamente en una comunicación general de poder, sin determinar la acción específica en ninguna forma. Los jesuitas, los socinianos v los arminianos sostienen que la concurrencia divina es sólo una cooperación general e indiferente, de tal manera que son las causas secundarias las que dirigen la acción a su fin particular. Esa concurrencia divina es común también a todas las causas, entendiéndolas en acción; pero en una forma que es enteramente indeterminada. Aunque estimula a la causa secundaria la deja determinar su propio fin particular y su modo de acción. Pero si esta fuera la situación, estaría en el poder del hombre frustrar el plan de Dios, y la primera causa se convertiría en sirviente de la segunda. El hombre estaría en el timón, y no habría providencia divina.

2. Que es de tal naturaleza que el hombre hace una parte del trabajo y Dios hace la otra parte. La cooperación entre Dios y el hombre se representa algunas veces como si fuera algo semejante a los esfuerzos unidos de un tiro de bestias que jalan juntas, haciendo cada una su parte. Este es un concepto erróneo de la distribución del trabajo. De hecho cada acción es totalmente un hecho de Dios y de la criatura. Es un hecho de Dios hasta donde nada es independiente de su divina voluntad, y hasta donde todo está determinado de momento a momento por la voluntad de Dios. Y es una acción del hombre, hasta donde Dios lo realiza por medio de la actividad misma de la criatura. Hay en esto penetración; pero no limitación mutua.

3. Que la obra de Dios y la de la criatura en concurrencia están coordinadas. Esto ya está excluido con lo que acabamos de decir arriba. La obra de Dios siempre tiene la prioridad, porque el hombre es dependiente de Dios en todo lo que hace. La afirmación de la Biblia, "sin mí nada podéis hacer", se aplica en todos los campos del esfuerzo. La exacta relación entre los dos se indica claramente en las siguientes características de la divina concurrencia.


CARACTERÍSTICAS DE LA CONCURRENCIA DIVINA

1. Es previa y predeterminan te, no en sentido temporal sino lógico. No hay principio absoluto de propia actividad de la criatura, a la que Dios adicione simplemente su actividad. En todo caso el impulso a la acción y al movimiento proceden de Dios. Tiene que haber una influencia de energía divina antes de que la criatura actúe. Debe notarse particularmente que esta influencia no term ina en la actividad de la criatura, sino en la criatura misma. Dios hace que todo trabaje en la naturaleza y que se mueva en la dirección de un predeterminado fin. De esta manera Dios también capacita e impulsa a sus criaturas racionales, como causas secundarias, a que actúe, y eso no m eramente dotándolas de energía en un sentido general, sino vigorizándolas para determinados actos específicos. El hace todas las cosas en todos, I Cor. 12: 6, y obra todas las cosas, también en este sentido, según el consejo de su voluntad, Ef. 1: 11. Le dio a Israel poder para conseguir riquezas, Deut. 8: 18, y obra en los creyentes tanto el querer como el hacer, según su beneplácito, Fil. 2: 13. Los pelagianos y los semi-pelagianos de todas las clases están generalmente dispuestos a admitir que la criatura no puede actuar sin el influjo del poder divino, pero sostienen que ese influjo no es tan específico que determine el carácter de la acción en ningún sentido.

2. Es también una concurrencia simultánea. Después de que empieza la actividad de la criatura, la voluntad eficaz de Dios debe acompañarla en cada momento, si es que tiene que continuar. No hay un solo momento en que la criatura obre independientemente de la voluntad y del poder de Dios. En él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser, Hech. 17: 28. Esta actividad divina acompaña la acción del hombre en todo punto; pero sin despojar al hombre en ninguna forma de su libertad. La acción permanece como un acto libre del hombre, un acto por el que él se debe considerar responsable. Esta concurrencia simultánea no resulta una identificación de la causa prima con la causa secunda. En un sentido muy real la operación es el producto de ambas causas. El hombre es y sigue siendo el sujeto rea l de la acción. Bavinck ilustra esto señalando el hecho de que la madera arde, que Dios es el único que la hace arder; pero que, rigurosamente, el arder no puede atribuirse a Dios sino a la madera como sujeto. Es evidente que esta acción simultánea no pued e separarse de la concurrencia previa y pre determinante, sino que debe distinguirse de ella. Estrictamente hablando, la acción simultánea, a distinción de la previa concurrencia, termina no en la criatura, sino en su actividad. Puesto que no termina en la criatura puede interpretarse en sentido abstracto como que no tiene significado ético. Esto explica que los jesuitas enseñaran que la divina concurrencia era simultánea únicamente, y no previa y pre determinante, y que algunos teólogos reformados limitaran la previa concurrencia a las buenas acciones de los hombres, y para las demás se satisficieran enseñando una concurrencia simultánea.

3. Es finalmente una concurrencia inmediata. Para gobernar al mundo Dios emplea toda clase de medios para la realización d e sus propósitos; pero no trabaja así en la divina concurrencia. Cuando El destruye las ciudades de la llanura con fuego, tenemos un acto del gobierno divino en el que Dios emplea medios. Pero al mismo tiempo está allí su concurrencia inmediata por medio d e la cual hace que el fuego caiga, que arda y que destruya. De esta manera Dios también trabaja en el hombre dotándolo de poder en la determinación de sus actividades constantemente.

LA CONCURRENCIA DIVINA Y EL PECADO

Los pelagianos, los semipelagianos y los arminianos levantan una seria objeción a esta doctrina de la providencia. Sostienen que una previa concurrencia, que no es meramente general sino que predetermina al hombre para acciones específicas, hace que D ios sea el autor responsable del pecado. Los teólogos reformados se dan cuenta de la dificultad que se presenta aquí; pero no se sienten libres para escabullirla negando el gobierno absoluto de Dios sobre las acciones libres de sus criaturas morales, puesto que este control se enseña claramente e n la Escritura, Gén. 45: 5; 50: 19, 20; Ex 10: 1 y 20; II Sam. 16: 10, 11; Isa. 10: 5-7; Hech. 2: 23; 4: 27, 28. Pero se sienten constreñidos a enseriar:

1. Que los actos pecaminosos están bajo el control divino y que ocurren según la predeterminación y el propósito de Dios ; pero únicamente por permiso divino, de manera que Dios no es la causa eficiente del pecado de los hombres, Gén. 45 : 5; 50: 20; Ex 14 : 17; Isa. 66:4; Rom. 9 : 22;II Tes. 2 : 11

2. Que Dios frecuentemente restringe las obras pecaminosas del pecador, Gén. 3: 6; Job 1: 12; 2: 6; Sal. 76: 10; Isa. 10: 15; Hech. 7 : 51

3. Que Dios para favorecer su propio propósito domina el mal por medio del bien, Gén. 50: 20; Sal. 76: 10; Hech. 3: 13.

Sin embargo, esto no quiere decir que todos concuerden en la respuesta a la pregunta de si hay una vigorización directa, inmediata y física del poder activo de la criatura disponiéndola y predeterminándola eficazmente para el acto específico, y también capacitándola para ejecutar ese acto. Dabney, por ejemplo, en tanto que admite una concurrencia física, semejante, en la baja creación, la niega con respecto a los seres libres. El mismo Dabney conviene en que el control de Dios sobre todos los actos de sus criaturas es seguro, soberano y eficaz, y que, por tanto , él y los que opinan con él deben hacer frente al asunto de la responsabilidad que le resulta a Dios por el pecado. Dabney da su conclusión en las palabras siguientes: "Este es, pues, mi cuadro de la evolución providencial del propósito de D ios respecto a los actos pecaminosos: arreglar y agrupar los eventos y los objetos alrededor de agentes libres, en form a tal que considerando la multiforme sabiduría y poder de Dios cada alma quede colocada a cada paso en la presencia de aquellas circunstancias que El conoce que serán un suficiente y seductor objetivo para ejecutar esos eventos con la natural y libre actividad de cada alma, precisamente como la cosa que Dios demanda en su plan. De esta manera el acto resulta únicamente del hombre, aunque su acontecer est é asegurado eficazmente por Dios. Y el pecado resulta ser únicamente del hombre.
El cuidado de Dios en esto es santo; primero, porque toda su agencia personal está arreglada para asegurar que el acontecer sea santo; y segundo, porque sus fines o propósitos son santos.

Dios no quiere el pecado del hecho, porque el hecho sea pecaminoso; únicamente quiere el resultado con relación al cual el acto sirve como medio, y ese resultado es siempre digno de su santidad". La gran mayoría de los teólogos reformados, sin embargo, sostienen la concurrencia de que se trata y buscan la solución de la dificultad (1) mediante una distinción entre la materia y la forma del acto pecaminoso y (2) atribuyendo tal acto exclusivamente al hombre. El concurso divino da aliento al hombre y lo determina eficazmente para el acto específico pero es el hombre el que da al acto su cualidad formal, y quien por tanto es responsable del carácter pecaminoso del acto. Ninguna de estas soluciones se puede considerar enteramente satisfactoria, por lo tanto el problema de la relación de Dios con el pecado sigue siendo un misterio.

by LeMDS

Ver parte 5

2 comentarios:

  1. estos temas tienen su dificultad, es como decir como DIos en es tres y es uno

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    1. Puede ser, solo se requiere seguir profundizando en el estudio, le animo a seguir indagando en el tema

      Saludos

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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