Las Obras de Providencia VI

Continuamos con la Serie la Providencia de Dios, hoy veremos los comentarios a la Confesión de Fe de Wesminster de la mano del Ilustre Teólogo Archibal Alexander Hodge.

CAPÍTULO V
PROVIDENCIA
SECCIÓN I

I. Dios, el Gran Creador de todo, sostiene, (Heb. 1:3). dirige, dispone y gobierna a todas las criaturas, acciones y cosas, (Dan. 4:34, 35. Sal. 135:6. Job. 38, 39, 40 y 41), desde la más grande hasta la más pequeña, (Mat. 10:29. 30, 31. Véase también Mat. 6:26, 30), por su sabia y santa providencia, (Prov. 15:3. II Cron. 16:9. Véase Sal. 145:17 y 104:24), conforme a su presciencia infa­lible (Act. 15:18), y al libre e inmutable consejo de su propia voluntad, (Efes. 1:11. Sal. 33:11), para la alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justi­cia, bondad y misericordia. (Efes. 3:10. Rom. 9:17. Sal. 145:7.)

Puesto que el propósito eterno e inmutable de Dios ha determina­do con certeza todo lo que sucede, se sigue que tales propósitos no sólo se cumplirán en las obras de creación, sino también en el gobier­no continuo de todas las cosas y de las acciones de estas. Esta sección entonces enseña:
Que habiendo Dios creado de la nada las substancias de que están formadas las cosas, después de dotar a estas substancias de las propiedades y poderes respectivos, formó de aquellas todas las cosas, así orgánicas como inorgánicas, a las que también adornó con pro­piedades y poderes; con todo, él continúa sustentándolas en su ser y en la posesión y ejercicio de sus propiedades por todo el período de su existencia.

Que Dios dirige los actos de sus criaturas según las relaciones y propiedades de ellas.

Que su gobierno providencial se extiende a las criaturas y a todas las acciones de éstas.

Que este gobierno providencial está de acuerdo en todas sus partes con la ejecución del propósito eterno, soberano e inmutable de Dios.

Que el objeto final de la providencia, es la manifestación de la gloria de Dios.

Con respecto a la cuestión de cómo sostiene y preserva Dios las cosas que hizo, tres clases de opiniones han prevalecido.

(1)—Los Deístas y los Racionalistas generalmente consideran a Dios como si no tuviera otra relación con sus obras más que la de primera causa de una serie infinita de causas y efectos. Suponen que Dios tocó la creación sólo en el principio, y una vez que hubo dado a las cosas un ser independiente que permanece fuera de él, las dejó para que ejercitaran sus propias facultades, cuyo ejercicio no modi­ficará.

(2)—Los Panteístas consideran todos los fenómenos del universo, de cualquier género que sean, como los varios modos de ser de una substancia absoluta universal. La substancia es una, los modos mu­chos; la substancia permanece, los modos se suceden rápidamente los unos a los otros; la substancia es Dios, a los modos les llamamos cosas. Algunos teólogos verdaderamente cristianos en otros respectos, tienen una opinión muy peligrosa, en cuanto a la relación que Dios sostiene con el mundo, muy parecida si no igual a esta grandísima herejía panteísta. Dicen que el poder constante de Dios se ejerce con­tinuamente en cada cosa, una y otra vez en cada momento de tiempo; que las cosas creadas no tienen existencia real y propia, y existen sólo en el momento en que son el producto del poder divino; que la causa inmediata del estado o acción de cualquiera criatura en una fracción de tiempo, no es su estado o acción del momento anterior, sino el acto del poder creador y divino.

Si esto es así, es claro que Dios es el único agente real en el uni­verso, que él es la causa inmediata de todas las cosas, incluyendo aun las malas pasiones y los pensamientos y actos malvados; que la con­ciencia propia de las criaturas inteligentes es una ilusión, el libre al­bedrío y la responsabilidad moral del hombre, imaginaciones vanas. (3)—El tercer modo de ver esta materia se halla entre los dos ex­tremos enunciados arriba, y es el verdadero. Puede sentarse de la ma­nera siguiente:—(a)—A todas las substancias, ya sean materiales o espirituales, Dios da una existencia real y permanente como entidades. —(b)—Ellas poseen en realidad todas las propiedades activas y pa­sivas con que Dios las dotó.— (c)—Estas propiedades tienen eficacia real y no aparente para producir los efectos propios de ellas como causas secundarias.— (d)—Mas estas substancias creadas poseyendo una existencia real fuera de Dios, y siendo eficaces como causas, no existen por sí mismas sino que la base de su existencia continua re­side en Dios y no en ellas. Sin confundirse con Dios, no están sepa­radas de él, sino que en él viven, se mueven y son.—(e)—La natu­raleza precisa del ejercicio del poder divino por el cual penetra Dios con su presencia en el interior del universo abarcando todas las cosas con su poder, y sosteniéndolas en existencia, no se nos revela, y de contado, no puede descubrirse.

El que Dios continúa ejerciendo su gran poder en el sostén de la existencia de las cosas y en mantenerlos en la posesión y uso de sus propiedades, puede probarse así:

(1)—Por el hecho de que la idea de la dependencia continua es inseparable de la que tenemos de lo que es criatura. La causa perma­nente de la existencia continua de la criatura debe estar en Dios y no en ella.

(2)—La relación que existe entre la obra de creación y Dios, no es semejante a la de una obra de arte y el que la hizo. El uno está en­teramente fuera de su obra. La inteligencia y el poder del otro están constante y permanentemente en cada elemento de su obra.

(3)—En la conciencia de todos los hombres religiosos se haya un sentimiento de dependencia absoluta de Dios, de quien se espera po­der, vida y bendiciones.

(4)—Claramente se enseña esta verdad en la Escritura: "Por él todas las cosas subsisten" Col. 1:17. "Sosteniendo todas las cosas con la palabra de su poder." Heb. 1:3. "En él vivimos y nos movemos y somos." Act. 17:18. "Bendecid, pueblos, a nuestro Dios. Él es el que puso nuestra alma en vida." Salmo 66:8-9;63;8;36:6.

2a El que Dios gobierna las acciones de sus criaturas; y

Que su gobierno se extiende a todas sus criaturas y a todas las acciones de éstas, se prueba del modo siguiente:

(1)—Por el hecho de que la naturaleza religiosa del hombre de­manda el reconocimiento de esta verdad. Se envuelve en el sentimien­to de dependencia y de sujeción a un gobierno moral que se halla en el corazón religioso y se reconoce por todas las religiones.

(2)—Se evidencia por los indicios que se hallan por todas partes en la naturaleza externa, de las operaciones de una inteligencia supre­ma. La armonía, la justa proporción y la debida concurrencia en la acción que existe siempre entre tantos elementos que están constante­mente sujetos a cambios perennes, prueban sin dejar lugar a la duda, la presencia de una inteligencia que abarca todo y dirije cada cosa.

(3)—Lo mismo se manifiesta en el designio evidentemente adop­tado en el desenvolvimiento de la historia humana por largos períodos, en areas extensas y en miríadas de agentes. El "que Dios está en la historia" es tanto una conclusión de la ciencia recta como un dictado de la religión verdadera.

(4)—Las Escrituras abundan en profecías cumplidas y por cum­plir, en promesas y amenazas. Muchas de estas cosas no son meros anuncios de principios generales, sino declaraciones específicas de un propósito que se refiere al tratamiento de individuos conforme a su conducta. Su cumplimiento no puede dejarse abandonado al curso or­dinario de la naturaleza, y muchas veces no existe ninguna conexión natural entre la amenaza o lo que se promete, y las condiciones de que dependen. Dios, por lo tanto, debe cumplir su palabra a sus cria­turas por una regulación constante y providencial del sistema de cosas.

(5)—Las Escrituras dicen explícitamente que tal gobierno provi­dencia] se ejerce—(a)—sobre el mundo físico—(a)—en general. Job. 37:6-13; Sal. 104:14;135:6-7;147:15-18.—(6)—sobre hechos indivi­duales en el mundo físico, aun cuando parezcan triviales. Mat. 10:29; — (b)—sobre sucesos fortuitos. Job, 5:6; Prov. 16:33.— (c)—sobre la creación de los animales irracionales. Sal. 104:21-27; 147:9;—(d) — sobre los negocios generales de los hombres. Job: 12:23; Isa. 10:12­15; Dan. 2:21;4:25.— (e)—Sobre circunstancias individuales. 1 Sam. 2:6.7,8; Prov. 16:9; Sant. 4:13-15.— (f)—Sobre las acciones libres de Jos hombres, Exo. 12:36; Sal. 33:14-15; Prov. 19:21 ;21:1; Fil. 2:13.— (g)—Sobre las acciones pecaminosas de los hombres. 2 Sam. 16:10;Sal. 76:10; Act. 4:27-28.—(h)—Se atribuyen especialmente a la dirección benévola y constante de Dios, las acciones buenas de los hombres, ya sea en principio o en acción. Fil. 2:13;4:13. 2 Cor. 12: 9-10; Efe. 2:10; Sal. 119-36; Gal. 5:22-25.

4a Que el gobierno providencial de todas las cosas es la ejecución en el tiempo del propósito eterno e inmutable de Dios, es evidente.

—(1)—Del modo de plantear el caso. Si el propósito eterno de Dios comprende todo lo que sucede y es determinante al mismo tiempo que inmutable, se sigue que el gobierno providencial no debe ser otra cosa que la ejecución de tal propósito. Si dicho propósito es infinita­mente sabio, justo, benévolo y soberano en lo absoluto, (como hemos enseñado arriba) se sigue que la ejecución providencial de él debe poseer las mismas cualidades.—(2)—Tal verdad se enseña explícita­mente en las Escrituras. "Él hace todas las cosas según el consejo de su voluntad." Efe. 1:11; Isa. 28:29; Act. 15:18.

Es evidente que el mismo fin principal de Dios en su propósito eterno v en su obra de creación, es el que se propone en sus dispensa­ciones providenciales. Éste como hemos dicho arriba, es la manifesta­ción de su propia gloria. En la Escritura se afirma que este es el ob­jeto final de su providencia. Rom. 9:17;11:36. 

bY LeMDS

Ver parte 7

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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