3. PRUEBA DE LA DOCTRINA DE LA EXPIACIÓN LIMITADA. Pueden darse las pruebas siguientes acerca de la doctrina de la expiación particular:
a. Debe afirmarse, primero que todo, como un principio general, que los designios de Dios son siempre eficaces de toda seguridad y no pueden frustrarse por las acciones del hombre. Esto se aplica también al propósito de salvar a los hombres por medio de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Si hubiera sido su intención salvar a todos los hombres este propósito no habría podido ser frustrado por la incredulidad del hombre. Se admite completamente que sólo un número limitado será salvo. En consecuencia, ellos son los únicos que Dios ha determinado salvar.
b. La Escritura repetidamente califica a aquellos por quienes Cristo puso su vida de un modo tal que indica una perfecta limitación. Aquellos por quienes sufrió y murió se llaman de varios modos: "sus ovejas", Jn. 10: 11, 15; "su iglesia", Hech. 20: 28; Ef. 2: 25-27; "su pueblo", Mat. 1: 21, y "los elegidos", Rom. 8: 32-35.
c. La obra sacrificadora de Cristo y su obra intercesoria, son, en principio, dos aspectos diferentes de su obra expiatoria, y por tanto, la medida de la una no puede ser más amplia que la de la otra. Ahora bien, Cristo muy definidamente limita su obra intercesoria, cuando dice: "no ruego por el mundo sino por los que me diste", Juan 17: 9. ¿Por qué limitaría su oración intercesoria si hubiera pagado el precio de la redención de todos?
d. Debe notarse también que la doctrina de que Cristo murió con el pro-pósito de salvar a todos los hombres, conduce lógicamente a un universalismo absoluto, es decir, a la doctrina de que todos los hombres en verdad se salvarán. Es imposible que aquellos por quienes Cristo pagó el precio, cuya culpa quitó, se pierdan a causa de aquella culpa. Los arminianos no pueden detenerse a la mitad de su meta, sino que deben continuar hasta el fin.
e. Si se dice, como algunos dicen que la expiación fue universal, pero que la aplicación de ella es particular; que Cristo hizo posible para toda la salvación, pero que de manera efectiva sólo salva a un número limitado, deberá indicarse que hay una inseparable conexión entre la adquisición y la concesión actual de la salvación. La Biblia enseña claramente que el designio y efecto de la obra expiatoria de Cristo no es de modo único hacer posible la salvación, sino reconciliar a Dios y el hombre, y poner a los hombres en la posesión verdadera de la salvación eterna, una salvación que muchos fallan en obtener, Mat. 18:11; Rom. 5: 10; II Cor. 5; Gal 1: 4; 3: 13; Ef. 1: 7.
f. Y si se hiciera la afirmación de que el designio de Dios y de Cristo fue con toda evidencia condicional, contingente con la fe y la obediencia del hombre, se llamaría la atención al hecho de que la Biblia enseña claramente que Cristo por medio de su muerte adquirió la fe, el arrepentimiento y todos los otros efectos de la obra del Espíritu Santo en favor de su pueblo. Consecuentemente, no hay condiciones cuyo cumplimiento dependa simplemente de la voluntad del hombre. La expiación también asegura el cumplimiento de las condiciones que deben satisfacerse para obtener la salvación, Rom. 2: 4; Gal 13: 13, 14; Ef. 1: 3, 4; 2: 8; Fil 1: 29; II Tim. 3: 5, 6.
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