El Salterio de 1543: La Fortaleza Sitiada
“Cuando Israel fuera de Egipto salió”
Salmo 114(1)
Dejar Egipto, encaminarse a Tierra Santa: un doble itinerario, geográfico y religioso. Salir de Francia para instalarse en Ginebra. Para los contemporáneos de Calvino que entonan el Salmo, la alusión es evidente. Al itinerario terrestre se le añade un recorrido espiritual, acompasado por el salterio hugonote. La Reforma francesa es el salterio. Los primeros reformados ignoran la proliferación de los cánticos; se conformaban con cantar a voz en grito, con ritmos marciales cuidadosamente cadenciados, el amor de Dios para con su pueblo, el aplastamiento de los malos y la belleza del mundo. El canto de los salmos fue a la Reforma de lengua Francesa lo que la coral fue a la Reforma Alemana. La música participa íntimamente en la cultura calvinista. Consiste en cambiar, según una fórmula admirable, “la música de las esferas” para “el mundo inexplicable” donde reina como amo absoluto la “arbitrariedad de la gracia y la reprobación” (2)
El Salmo 100 se convirtió en un salmo emblemático de la Reforma en lengua francesa, y Rabelais lo cita al comienzo del Libro Cuarto de 1548-1552. ¿Insolencia de polemista o tendencia evangélica? Rabelais está en las antípodas de Calvino, y la profunda antipatía entre ambos estalla precisamente en esos años, llegando al límite con las diatribas de Calvino hacia ese “patán” que no desaprovecha la ocasión de ridiculizar las Sagradas Escrituras. (3)
Climent Marot o, posteriormente, Teodoro de Beza fueron los artífices de la traducción versificada de los salmos, que ocupan un libro entero de la Biblia. El salmo 6 se publicó con el Miroir de l´ âme pécheresse de Margarita de Navarra. En la edición de Estrasburgo de 1539 de Aucuns psaumes et cantiques mis en chant se observa perfectamente la utilización del canto sagrado en el culto. La obra reúne una parte de los salmos: el cántico de Simeón, los Diez Mandamientos y una confesión de fe. La Forme des Prières, publicado en Ginebra en 1542, añade nuevas traducciones de Marot, pero hasta 1543 no apareció Cinquante psaumes, que es un compendio específico. La traducción completa de los salmos con su acompañamiento musical no vio luz hasta 1562, dos años antes de la muerte de Calvino (4)
(…) En lo más profundo de su ser, Calvino era plenamente consciente de la fuerza de la música. La temía y la saboreaba a la vez. Posee un ascendiente sobre las almas y los cuerpos que puede encadenarlos con sus maleficios o liberarlos con su belleza (6):
“Entre las otras cosas que sirven para solazar al hombre y darle voluptuosidad, la música es o bien la primera, o una de las principales (…) Pues apenas hay en este mundo nada que pueda cambiar o ablandar las costumbres de los hombres, como prudentemente considerara Platón. Y, de hecho, nosotros sentimos que tiene una virtud secreta y casi increíble que de alguna manera conmueve los corazones”
La música, con su poder engañoso, debía ponerse al servicio del texto y de la Palabra, ilustrarlos y no perjudicar su comprensión: “Toda mala palabra (…) cuando la música está con ella traspasa mucho más fuertemente el corazón y de tal manera dentro, que así como con embudo se mete el vino en la nave, de la misma manera el veneno y la corrupción son instalados hasta el fondo del corazón a través de la melodía” (7) La actitud reformadora frente a la música es profundamente ambivalente. ¿No es la música una “ciencia de proporciones”, susceptible de elevar el alma, que recuerda la armonía que preside la organización del universo? Pero con sus “poderes misteriosos”, ¿no corre el riesgo también de escapar al control de la razón? (8). ¿No conduce con igual facilidad a la superstición y al culto de lo único?
Calvino siempre habla de la música con emoción: “La canciones espirituales sólo pueden cantarse bien desde el corazón” (9). Manejada sin precaución, resulta ser un poder engañoso, una forma de ilusión; en definitiva, forma parte ya del ámbito imaginario contra el cual prevenían los clásicos. La música debe garantizar la inteligibilidad del texto y no desviar el sentido; por ejemplo, en la Reforma católica encontramos esa exigencia en la Palestrina (10). Según nos explica un especialista del siglo XVI, “Calvino analizaba la doble acción potencial de la música, destructora y creadora, a través de una sensibilidad en la que él percibía una peligrosa inestabilidad que pronto formaría parte de la psicología barroca” (11)
tomado de : http://juancalvino500pr.com
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