La Teoria de la Infuencia Moral

Por John R. W. Stott
Libro: La Cruz de Cristo

La cruz es una manifestación y demostración tan evidente del amor de Dios que varios teólogos, en diversas épocas de la historia de la iglesia, han intentado encontrar allí su valor expiatorio. Para ellos el poder de la cruz no radica en alguna transacción objetiva destinada a cargar con los pecados. Su poder está en su inspiración subjetiva; no en su eficacia legal (al cambiar nuestra posición ante Dios) sino en su influencia moral (al cambiar nuestras actitudes y acciones).

Se afirma generalmente que el exponente más famoso de este punto de vista fue el filósofo y teólogo francés Pedro Abelardo (1079-1142). Se lo conoce mejor por su apasionado vínculo con Heloise (con quien se casó secretamente después del nacimiento de su hijo), que tuvo consecuencias muy trágicas para ambos. En su vida académica pública, empero, sus brillantes conferencias y debates atrajeron grandes auditorios. Era un contemporáneo más joven que Anselmo, y estaba de acuerdo con él en el repudio a la noción de que la muerte de Cristo fue un rescate abonado al diablo. Pero estaba violentamente en desacuerdo con la doctrina de Anselmo en cuanto a la cruz como satisfacción por el pecado."¡Cuán cruel y malvado parecería ser", escribió," que alguien exija la sangre de una persona inocente como precio de algo, o que pudiese alegrarse de que un hombre inocente fuese muerto, y todavía más, que DIOS, considerase tan aceptable la muerte de su Hijo que por medio de ella el pudiese reconciliarse con el mundo en su totalidad!"

Abelardo describió a Jesús como nuestro Maestro y ejemplo principalmente. Si bien siguió usando frases tradicionales como remido por Cristo,  justificado en su sangre, y reconciliado con DIOS, interpretaba la eficacia de la muerte de Cristo exclusivamente en términos subjetivos. Según esta tesis, el sacrificio voluntario del Hijo de Dios nos mueve a una agradecida respuesta de amor, y de allí al arrepentimiento.

La redención es ese gran amor encendido en nosotros por la pasión de Cristo, un amor que no solamente nos libra de la esclavitud al pecado, sino que logra para nosotros la verdadera libertad de hijos, donde el amor en lugar del temor se convierte en el afecto dominante.

Para apoyar su posición Abelardo citó palabras de Jesús: "... sus muchos pecados le son perdonados, porque amo mucho" (Lucas 7-47). Pero no entendió el texto, porque tomó al amor como la base del perdón recibido en lugar de su resultado. Para él el perdón era por cierto el  resultado de la muerte de Cristo; pero lo era indirectamente, vale decir, que la cruz despierta nuestro amor a Cristo, y cuando lo amamos, somos perdonados. La 'justificación' se ha convertido para Abelardo en una infusión divina de amor. Como lo expresó Robert Franks, Abelardo "redujo todo el proceso de la redención a un solo principio claro y único, a saber, la manifestación del amor de Dios para con nosotros en Cristo, que despierta un amor correspondiente en nosotros".

Habiéndonos sido dada una tan grande prenda de amor, nos sentimos tanto movidos como alentados a amar a Dios que hizo tan grandes cosas por nosotros; y por esto somos
Justificados, es decir, al ser librados de nuestros pecados somos hechos justos. Por consiguiente, la muerte de Cristo nos justifica porque, por medio de ella, la caridad nace en nuestros corazones.

Ya a comienzos del siglo XII, entonces, se hizo evidente un debate teológico de inmensa importancia, debate cuyos protagonistas principales fueron Anselmo y Abelardo. Anselmo enseñaba que la muerte de Jesucristo era una objetiva satisfacción por el pecado, Abelardo que su eficacia era fundamentalmente subjetiva en la influencia moral que ejerce sobre nosotros. Para Anselmo la base sobre la cual Dios perdona nuestros pecados era la muerte propiciatoria de Cristo. Para Abelardo, era nuestro propio amor, penitencia y obediencia, que son despertados en nosotros al contemplar la muerte de Cristo.

Es probable que el defensor más franco de la teoría de la 'influencia moral' en el siglo actual haya sido el doctor Hastings Rashdall, cuyas conferencias Bampton, 1915, se publicaron bajo el título de The idea of atonement in Christian theology (El concepto de expiación en la teología cristiana). Rashdall insistió que había que hacer una elección entre la posición objetiva de Anselmo y la subjetiva de Abelardo en torno a la expiación; para él no había duda de que Abelardo estaba en lo cierto. Según Jesús, sostuvo Rashdall, la única condición para la salvación era el arrepentimiento: "El hombre verdaderamente penitente que confiesa sus pecados a Dios recibe un perdón instantáneo" (p. 26). "Dios es un Padre amante que perdona el pecado con la sola condición del verdadero arrepentimiento, y [la muerte de Jesucristo] opera ayudando a producir dicho arrepentimiento" (p. 48). Todavía más, "sólo se puede suponer que Dios perdona haciendo mejor a la persona, y eliminando en consecuencia cualquier exigencia de castigo" (p. 359). En otras palabras, es nuestro arrepentimiento y nuestra conversión, producidos dentro de nosotros cuando contemplamos la cruz, lo que permite que Dios nos perdone. La significación de la cruz no está en que ella exprese el amor de Dios al ocuparse de nuestros pecados, sino en que ha despertado nuestro amor y de esta manera ha hecho innecesaria toda acción divina contra los pecados. Las buenas obras de amor, en lugar de constituir pruebas de la salvación, se convierten en la base sobre la que ella se otorga.

En la próxima entrada veremos la Crítica a la teoría de la 'influencia moral' de J. Stott.


bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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