Los manuscritos griegos sobrevivientes



Libro: el Señor dio la Palabra
Autor: Malcolm H. Watts.

Según una lista reciente, la cantidad total de manuscritos de todo o parte del Nuevo Testamento es 5488.

Se los ubica en las categorías usuales:

(1) Papiros. Conforme a las estadísticas de 1989, se han catalogado 96. Casi todos son fragmentarios, si bien originalmente habrían aparecido en forma de códice o de libro. Se han descubierto principalmente en Egipto, donde el clima y la arena han ayudado a preservarlos. Al referirse a estos fragmentos, los académicos usan la letra “P” seguida de un número de serie: P1, P2, P3 y así sucesivamente.

El P52 (el denominado fragmento Rylands) es considerado el más antiguo. Mide sólo 2 1/2 por 3 1/2pulgadas, y contiene unos pocos versículos del Evangelio de Juan (18:31-33, 37-38). Data de alrededor de 125 d.C.

Entre los más importantes están el P45, P46 y P47. Conocidos como los papiros bíblicos Chester
Beatty (por Sir Chester Beatty, que los adquirió en 1930-1), contienen partes de los Evangelios, las Epístolas Paulinas y el libro del Apocalipsis. Otra colección importante es la de la Biblioteca Bodmer (adquiridos por M. Martin Bodmer a partir de 1956). Ésta incluye el P66, páginas y fragmentos de un códice del Evangelio de Juan, escrito alrededor de 200 a.C., y el P72, una copia del siglo III de las Epístolas de Pedro y Judas, y posiblemente la más antigua que tengamos.

 (2) Unciales. Existen 299 unciales conocidos. Escritos a comienzos del siglo IV sobre pergamino o vitela, en forma de códice o de libro, todos utilizan la caligrafía uncial, es decir, todos están escritos en letras mayúsculas, sin puntuación. A los primeros en realidad se los designa con letras mayúsculas junto con números de serie que comienzan con cero (por ejemplo, A-02). Los posteriores tienen simplemente números (por ejemplo 046).

Entre los que se encuentran en el Museo Británico está el Códice Alejandrino, A-02. Fue copiado en Egipto en la primera mitad del siglo V, y cuando estaba completo contenía la totalidad de la Biblia griega junto con una o dos obras apócrifas. Actualmente contiene prácticamente todo el Antiguo Testamento y la mayor parte del Nuevo (omite Mateo 1:1-25:6; Juan 6:50-8:52; 2 Corintios 4:13- 12:7). El Patriarca de Alejandría obsequió este manuscrito a Carlos I en 1627.

Otro códice que data del siglo V es el Códice de Beza, D-05. En 1581, Teodoro Beza, sucesor de Juan Calvino, obsequió este manuscrito a la Universidad de Cambridge, donde aún se encuentra.

Este códice tiene los textos en griego y latín (en la página izquierda el primero, en la derecha el segundo), y contiene la mayor parte de los Evangelios y el libro de los Hechos, junto con unos pocos versículos de 3 Juan. Los más famosos de los unciales son el Códice Sinaítico, Aleph-01 (Aleph es la primera letra del alfabeto hebreo), y el Códice Vaticano, B-03.

El Códice Sinaítico, que data de mediados o fines del siglo IV, contiene sólo una parte del Antiguo Testamento, pero la totalidad del Nuevo Testamento griego. Es el único manuscrito uncial completo del Nuevo Testamento que se ha conservado. Este códice egipcio fue escrito sobre vitela, con cuatro columnas de 48 líneas en cada página, pero el mismo texto incluye indicaciones claras de que ha sido corregido varias veces. En el año 1844, Constantine Tischendorf descubrió algunas de sus hojas en una papelera en la biblioteca del monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí. Sin embargo, tuvo que esperar hasta 1859 antes de poder ver el Nuevo Testamento entero. Tras obtener la autorización lo trasladó a El Cairo, donde produjo una copia; y en 1862, gracias a la generosidad del emperador ruso Alejandro II, publicó una edición del manuscrito con una introducción y notas críticas.

El Códice Vaticano también puede datarse alrededor de mediados del siglo IV, y al igual que el Aleph, está escrito sobre fina vitela, pero con tres columnas por página, cada una compuesta por 48 líneas. Si bien en origen era una Biblia griega completa, desde entonces perdió partes del Antiguo Testamento y varias secciones grandes del Nuevo Testamento. En este uncial faltan las Epístolas Pastorales, Filemón, la conclusión de hebreos (de 9:14 hasta el final), y todo el libro del Apocalipsis.

Diversos correctores han trabajado sobre el manuscrito, y en el siglo X alguna persona repasó mucho del original, temiendo, aparentemente, que de otro modo las letras pudieran desvanecerse. Las peculiaridades en la ortografía sugieren un origen alejandrino, pero nadie sabe cómo llegó a la Biblioteca Vaticana en Roma. La Biblioteca fue fundada en 1448 por el papa Nicolás V, y este manuscrito está incluido en el catálogo más antiguo, realizado en 1475. Samuel Tregelles intentó consultarlo en 1845, pero sus custodios clericales le pusieron innumerables impedimentos. En 1866, se autorizó a Tischendorf a estudiarlo durante cuarenta y ocho horas, y a partir de su estudio y sus notas se produjo una edición de este manuscrito (Códice B) en 1867. A esto le siguió una edición emitida por las autoridades papales y preparadas por Vercellone y Cozza en 1868; y posteriormente, en 1889-90, se puso a disposición de los académicos un facsímil fotográfico.

(3) Minúsculos. De éstos existen 2812. Se los denomina “minúsculos” porque no están escritos con mayúsculas sino con minúsculas (llamadas también cursivas). Este estilo de caligrafía había sido utilizado por siglos en los documentos privados, pero no fue hasta el siglo IX que se lo utilizó con fines literarios. Con la demanda de libros del Nuevo Testamento en constante crecimiento, esta caligrafía tenía la ventaja de demorar menos para escribir, y de ocupar menos espacio sobre el pergamino. A los fines de identificación, se los designa con números ordinarios (1, 2, 3 y así sucesivamente).

Los manuscritos minúsculos, entonces, fueron escritos a partir del siglo IX; pero su fecha más tardía no necesariamente supone que sean menos creíbles que los originales. Los manuscritos del siglo IX pueden haber sido copiados de otros del siglo III. Como observó una vez el profesor Warfield: “No es la mera cantidad de años tras cualquier manuscrito lo que mide su distancia con respecto al autógrafo, sino la cantidad de copias”. 

Estos minúsculos incluyen a los siguientes:

MS 1: un códice del siglo XII, que contiene la totalidad del Nuevo Testamento, aparte del libro del Apocalipsis. MS 4: una copia del siglo XII de los cuatro Evangelios. MS 12: una copia del siglo XI de los cuatro Evangelios. MS 21: del siglo X pero que también contiene los Evangelios. MS 43: una obra del siglo XI en dos volúmenes, el primero de los cuales contiene los Evangelios, y el segundo los Hechos y las Epístolas. MS 330: del siglo XI, contiene los Evangelios, Hechos y las Epístolas. MS 565: una muy fina copia del siglo X de los Evangelios, escrita en letras de oro sobre vitela púrpura.

(4) Leccionarios. Un total de 2281, éstos son textos que se remontan hasta el siglo VI, y contienen los Evangelios y Epístolas (Evangeliarios y Apóstoles) designados para ser leídos en las primeras iglesias cristianas. La mayoría de ellos usan letras unciales pero algunas son minúsculas; y una vez más, la designación es por números, pero en este caso precedido por una “l”, o la abreviatura “Lecc.” (por ejemplo, l59 o Lecc. 1280).

Éstos son manuscritos importantes, no sólo porque algunos de ellos son tempranos, sino también porque se utilizaban para la lectura en los servicios públicos de la Iglesia. Se debe haber tenido el mayor de los cuidados con estas copias de la iglesia para preservar su pureza original; y el testimonio de un leccionario sería, en efecto, el testimonio de todas las iglesias. Actualmente, se encuentra que los leccionarios sobrevivientes que han sido examinados concuerdan en un grado sorprendente. La única explicación razonable, con seguridad, es que había un texto reconocido de leccionario.

Tomado de: http://www.sociedadbiblicatrinitaria.org

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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