Comentario a la Epistola a los Romanos (3)

 Romanos 3:


25. a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,



Al cual Dios ha puesto en Propiciación. La palabra griega protithenai usada por el Apóstol significa ordenar y predeterminar.  Y también desplegar, anteponer y presentar (como la palabra proponer que en francés tiene los dos significados). Si aceptamos lo primero comprenderemos que san pablo relaciona con la misericordia gratuita de Dios el que Cristo haya sido ordenado como mediador, quien por el sacrificio de su muerte apacigua al Padre hacia nosotros. Porque no es una pequeña  gracia que, para ensalzar la gracia de Dios, diga que voluntaria y libremente El ha buscado el medio para borrar y abolir nuestra maldición. Y en efecto, parece que este pasaje concuerda con este otro “Dios ha amado tanto al mundo que ha dado a su hijo Unigenito” (Juan 3:16). Y si aceptamos el segundo significado, como ya he dicho, tendremos siempre el mismo razonamiento. Es a saber, que Dios en tiempo oportuno, presentó y puso ante todos a Aquel a quien tenía en su consejo destinado y ordenado como mediador.
Me parece bien que en esta palabra propiciatorio exista una alusión al propiciatorio antiguo, como dije pues el Apóstol muestra que lo que era una figura ha sido verdaderamente cumplido en Cristo. Sin embargo, porque no puede rechazarse la opinión contraria, si alguien gusta de aceptar esta palabra más sencillamente, no me opongo. Lo que San Pablo ha pretendido demostrar esencialmente en este pasaje es cierto y evidente, es decir, que sin Cristo, Dios siempre está enojado contra nosotros. Que por El somos reconciliados con Dios cuando por su justicia le somos gratos, pues Dios no aborrece su obra en nosotros o sea el que hayamos sido creados como hombres, sino nuestra impureza, que apaga la luz y claridad de su imagen. Finalmente, que por la purificación, se ha quitado y limpiado nuestra impureza y Dios nos ama y nos estima como su obra pura.
 Propiciación en la Fe en su Sangre. Algunos dicen: propiciación por la fe mediante su sangre; pero a mí me gusta más retener, palabra por palabra, lo que dice San Pablo, pues me parece que ha querido, de una vez por todas, decir que Dios nos es propicio tan pronto como tenemos nuestra confianza fundada en la sangre de Cristo, porque es por la Fe por la que entramos en posesión del beneficio de Cristo. Pues al nombrar solamente la sangre no ha querido excluir las otras partes de la redención, sino más bien, bajo una sola parte, comprenderlas todas y se ha referido a la sangre porque por ella obtenemos nuestra purificación. De ese modo está comprendida toda nuestra expiación, según la figura sinécdoque. Porque inmediatamente después de haber dicho que Dios ha sido apaciguado para con nosotros en Cristo, añade ahora que el efecto de eso se demuestra  por la fe al mismo tiempo, lo que nuestra fe debe principalmente considerar en Cristo.
 Para remisión de los pecados pasados. Es decir, con el fin de borrar los pecados. Claramente esta declaración o definición confirma lo que ya ha dicho muchas veces, que los hombre son justificados por imputación y no porque, de hecho y en verdad, lo puedan ser por sí mismos.
El Apóstol enfatiza aquí, palabra por palabra, su idea mejor y más evidentemente diciendo que en esta justicia no hay merito alguno por nuestra parte; pues si la obtenemos por la remisión de nuestros pecados deducimos que está fuera de nosotros y si esta remisión procede de la pura liberalidad de Dios, todo merito sobra.
No obstante, alguien pregunta ¿porque el Apóstol restringe el perdón a los pecados pasados? Aunque este pasaje sea tomado por los expositores en distinto sentido, yo encuentro verosímil que San Pablo haya tenido en cuenta las expiaciones que se hacían bajo la ley, las cuales eran como testimonios de la Satisfacción futura, pero no tenían el poder de apaciguar a Dios. Hay un pasaje parecido en Hebreos 9:15, que dice que por Cristo llegó la redención de los pecados que se hallaban bajo el primer Testamento.
No es necesario entender por esto que la  muerte de Cristo no haya aportado expiación más que para los pecados pasados, porque eso es una fantasía que ciertos ilusos han deducido de este pasaje mal entendido y aplicado por ellos; pues San Pablo demuestra solamente que hasta la muerte de Cristo, no ha existido ningún precio, pago, o satisfacción para apaciguar a Dios, y que tal cosa no ha sido hecha ni cumplida por las figuras de la Ley, y por esta causa la verdad ha sido diferida y reservada hasta el tiempo de la plenitud. Existe la misma razón válida para los pecados que todos los días nos condenan y nos hacen culpables, porque no hay más que un camino de satisfacción para todos.
Algunos para escapar del absurdo, han dicho que los pecados pasados eran ya remitidos con el fin de que no pareciese que, por tal cosa, se daba licencia para pecar en lo futuro. Es cierto que el perdón no es otorgado sino por los pecados ya cometidos, no para que el fruto de la redención se niegue y se pierda, si caemos en pecado otra vez, como novato (presbítero de Cartago, compañero de novaciano, sectario del Siglo III). Y algunos de su secta se han imaginado, sino porque la dispensación del evangelio presenta los juicios y la ira de Dios contra aquel que peque después, y la misericordia para con aquel que haya pecado. Sin embargo, el verdadero sentido es el que yo indiqué primero.
En cuanto a lo que se dice que esta remisión ha sido en su paciencia, los expositores aceptan simplemente esta palabra significando dulzura y bondad, como si se hubiera retenido el juicio de Dios impidiendo que se inflamase en contra nuestra hasta recibirnos en gracia.
No obstante, parece que esta palabra expresamente ha sido puesta como anticipación, para que nadie replique que esta gracia se ha mostrado tardíamente, demostrando San Pablo que tal cosa es una prueba de la paciencia de Dios.


bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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