Por: Dr. Gerald Nyenhuis H.
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DOCTRINAS ESENCIALES DEL CRISTIANISMO
La
regeneración es obra del Espíritu Santo. Es decir, es el Espíritu Santo quien
efectúa nuestra regeneración.
No lo hacemos nosotros mismos. La
regeneración no es autógena (producida por si misma); más bien es heterógena
(producida por otro). Si hay vida espiritual, la fuente de esta vida no está en
esta vida misma. Esta vida no se produce automáticamente en la persona, sino
que es producida en la persona por un agente ajeno de la persona. Se emplean
estos términos y conceptos en la medicina para explicar las enfermedades que
son producidas por el cuerpo mismo y las que vienen de fuera, por una bacteria
o por un virus.
En todas las Escrituras el
Espíritu Santo se presenta como aquel que da vida. La regeneración ocurre
cuando el Espíritu Santo implanta la semilla de vida en el corazón muerto. Y
Jesús dice que la semilla es la Palabra de Dios (Lucas 8:11).
Hay tres palabras griegas que se
traducen como regeneración. La primera y la más usual es palingenesis compuesto de
palin=otra vez y genesis=comienzo o inicio, que en buen
latín es regeneración, y también en el castellano. A veces se traduce como
nacer de nuevo. Otra palabra griega que significa regeneración es anakainosis compuesta de ana=de nuevo o de arriba y kainos=nuevo o extraño, que nos da
renovar o regenerar. También encontramos la palabra anastasis de ana=de nuevo y stasis=estar. Esta palabra quiere decir
estar elevado, levantado o resucitado. Es la palabra que más se usa para la
resurrección. Jesús dice a Nicodemo muy claro “nacer de nuevo”; aquí, no usa
ninguna de las palabras que quiere decir regeneración. Aquí el énfasis está
sobre el “nacer”, pues nunca lo hacemos por decisión propia, por fuerza de
voluntad.
La regeneración es una obra
singular del Espíritu Santo; aunque relacionada, es distinta de sus otras
obras. Por ejemplo, se distingue de conversión, adopción, justificación y
santificación y, al mismo tiempo, es la base y fuente de ellas, ya que todas
tienen que ver con la vida del alma, que solamente la regeneración da. Todas
están íntimamente relacionadas con la fe, pero la fe se encuentra solamente en
el corazón (o el alma) del regenerado. Ha de haber una renovación, un
renacimiento, una “resurrección”, un avivamiento, del ser humano antes de que
se pueda hablar de su adopción, justificación o santificación. Esto solamente
el Espíritu Santo puede dar.
Podemos mirar a este asunto
primero de un punto de vista negativo, para eliminar primero algunas ideas
falsas. La regeneración no es una calidad que se imputa al individuo por un
medio de un rito, una ceremonia o un protocolo, como dicen algunos. La iglesia
católica romana así enseña, como también algunos grupos evangélicos. (Es, por
ejemplo, la doctrina de los “Discípulos”). Dicen que el rito del bautismo, de
acuerdo con un protocolo preciso, da la regeneración. Esta enseñanza va por el
nombre de “regeneración bautismal”. Esta doctrina tiene que ser rechazada por
no ser la doctrina de la Biblia y, por eso, ha de ser repudiada en las iglesias
reformadas.
Hay aquellos que afirman que el
bautismo es el medio o instrumento que el Espíritu emplea para efectuar la
regeneración. Mientras que es verdad que el Espíritu puede obrar cuando y como
quiera, usando circunstancias y actividades como ocasiones para su obra, la
Biblia no nos permite pensar que el bautismo sea la ocasión de la regeneración.
Tampoco podemos pensar que un
cambio externo de hábitos, en cumplimiento de cierta instrucción moral o
emocional persuasión, provoca la regeneración. Una “decisión” no resulta en la
regeneración, aunque la regeneración produce la decisión.
Quizá esté dicho con poco respeto,
pero a esta postura la llamamos “desicionitis”, ya que produce una fe o una
confianza en la “decisión” y no en la obra del Espíritu Santo. La decisión a
veces logra admirables cambios en una persona, en su disposición y en su
amabilidad. A veces aun puede haber una profesión pública de fe, sin que
hubiera una regeneración, pero el hecho de que esa persona deje su fe lo
demuestra más tarde. Su confianza está en lo que él ha hecho y no en lo que
Dios ha hecho.
La
obra de gracia que llamamos la regeneración es una obra del Espíritu Santo y lo
hace
“…iluminando sus mentes
espiritual y salvíficamente para entender
las cosas de Dios, quitándoles su
corazón de piedra y dándoles uno de
carne; renovando sus voluntades,
y por su poder soberano
determinándoles, a hacer aquello
que es bueno, y llevándoles
efectivamente a Jesucristo, sin
embargo de tal manera viene con
absoluta libertad, pues por su
gracia Dios les dio tal disposición.”
Confesión de Fe de Westminster
X,1
“Cuando Dios convierte a un
pecador y lo traslada al estado de gracia,
le libra de la esclavitud natural
bajo el pecado, y por su gracia sola lo
capacita para desear y hacer
libremente aquello que es espiritualmente
bueno; sin embargo, a pesar de
ello, debido a la corrupción que aún
queda en el pecador, éste no obra
perfectamente, ni desea sólo lo que es
bueno, sino también lo malo.”
Confesión de Fe de Westminster
IX.4
Notamos, que según la Confesión de Fe, hay (por los menos) tres
aspectos de la regeneración.
El intelectual: El Espíritu nos
ilumina, y es una iluminación intelectual. Nos hace percibir datos,
información, relaciones y sentido que no podemos percibir sin Él.
El aspecto volitivo: la voluntad
está librada de las ataduras de Satanás, y el regenerado ya puede decidir
seguir a Cristo. Ya desea lo bueno y busca comunión con Dios (y con su pueblo).
Nos da poder y deseo de resistir el error y creer la verdad. Decidimos seguir
la verdad.
El aspecto emotivo: sabemos que
somos amados y, por eso, amamos. Amamos a Dios; lo que antes era miedo y odio
(reprimido, pero odio) se convierte en amor, y ya podemos amar a Dios. Sentimos
que Dios nos ve como “limpios” (este parece ser el sentido de “nacer de agua”
en Juan 3:5) del cual el bautismo es símbolo
y viene después.
3:5 Respondió Jesús: De cierto,
de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
La regeneración es obra del
Espíritu Santo que “revierte” la depravación total, dándole vida al creyente. Y
de la misma manera tiene que ver con la totalidad del ser.
Tomado de:
http://www.geraldnyenhuis.org//imagenes/Estudios/30doctrinas/30DL14.pdf
bY LeMS
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