La Expiación Limitada

 
Comentario sobre Romanos 8: 31-39.
Por John Murray
Libro: La Redención Consumada y Aplicada

No hay duda alguna de que en este pasaje se hace dos veces referencia explícita a la muerte de Cristo: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (v. 32) y «Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó» (v. 34). De ahí que cualquier indicación dada en este pasaje acerca del alcance sería pertinente a la cuestión del alcance de la expiación.

En el versículo 31, Pablo hace esta pregunta: « ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» Nos vemos obligados a hacer esta pregunta: ¿De quiénes está Pablo hablando? En otras palabras, ¿cuál es el significado de las expresiones «de nuestra parte» y «en contra nuestra»? La respuesta es que el significado no puede ser otro que el provisto por el contexto precedente, esto es, aquellos que son mencionados en los versículos 28-30. Sería imposible universalizar el significado del versículo 31 si queremos pensar bíblicamente, y sería exegéticamente monstruoso romper la continuidad del pensamiento de Pablo y extender la referencia del versículo 31 más allá del alcance de los mencionados en el versículo 30. Esto significa, por tanto, que el significado que se tiene a la vista con las palabras «de nuestra parte» y «en contra nuestra» en el versículo 31 es limitada, y limitada en términos del versículo 30.

Cuando pasamos al versículo 32 encontramos que Pablo emplea la similar expresión «por todos nosotros»: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (v. 32). Aquí se está refiriendo de forma expresa a todos aquellos en favor de quien el Padre entregó al Hijo. Y la cuestión es: ¿cuál es el alcance de la expresión «por todos nosotros»? Sería absurdo insistir en que la presencia de la palabra «todos» tiene el efecto de universalizar el alcance. El «todos» no es más amplio que el «nosotros». Pablo está diciendo que la acción del Padre que está a la vista tuvo lugar en favor de «todos nosotros» y la cuestión es sencillamente cuál es el alcance del «nosotros». La única respuesta adecuada a esta pregunta es que el «nosotros» que aparece en el versículo 32 es el mismo que el «de nuestra parte» del versículo 31. Sería violentar las normas más elementales de la interpretación suponer que en el versículo 32 Pablo amplia el alcance de aquellos a los que se está dirigiendo y que incluye a muchos más que los incluidos en su declaración del versículo 31. De hecho, Pablo está prosiguiendo su declaración y diciendo que no sólo es Dios por nosotros, sino que también nos dará libremente todas las cosas. Y la garantía de esto reside en el hecho de que el Padre dio a su Hijo en nuestro favor. Para que no haya ninguna duda acerca del significado limitado de las palabras «por todos nosotros» en el versículo 32, es bueno recordar que la entrega del Hijo es correlativa con el libre otorgamiento de todos los buenos dones. No podemos extender el alcance del sacrificio del Hijo más allá del alcance de los otros dones libres; todo aquel en cuyo favor el Padre entrego, el Hijo viene a ser el beneficiario de todos los otros dones de la gracia. Para abreviar, los contemplados en el sacrificio de Cristo son también los partícipes de los otros dones de la gracia salvadora: «¿cómo no habrá de damos generosamente, junto con él, todas las cosas?»

Pasando al versículo. 33, se hace evidente sin duda alguna el alcance limitado. Porque Pablo dice: «¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará?» el pensamiento se mueve de manera estricta dentro del ámbito definido por la elección y la justificaci6n, y la referencia a la elección y a la justificacion conecta con los versículos 28-30, donde se muestra que la predestinación y la justificaci6n poseen la misma extensión.

En el versículo 34, Pablo se refiere nuevamente a la muerte de Cristo. Se refiere a ello de dos formas y de una manera muy importante para lo que ahora nos atañe. Su apelación a la muerte de Cristo coordina con el hecho de que es Dios quien justifica. Y lo hace con el propósito de vindicar a los escogidos de Dios contra cualquier acusación que pudiera ser presentada contra ellos, y para apoyar este reto, «¿quién acusará a los que Dios ha escogido?» Es a los elegidos y a los justificados a los que tiene en mente Pablo aquí, en su apelación a la muerte de Cristo, y no hay razón para salir del significado provisto por la elección y la justificación cuando tratamos de descubrir el alcance de la muerte sacrificial de Cristo. La segunda forma en la que es importante aquí su referencia a la muerte de Cristo es que apela a la muerte de Cristo en el contexto de su desenlace en la resurrección, la ubicación a la derecha de Dios y la intercesión en favor nuestro. Otra vez emplea Pablo esta expresión «por nosotros», y la usa ahora en relación con la intercesión: «e intercede por nosotros». Dos observaciones tienen que ver directamente con la cuestión que estamos tratando. Primero, la expresión «por nosotros» en este caso debe recibir el significado restringido que ya hemos encontrado en el versículo 31. Es imposible universalizarla no solo debido al alcance limitado de todo el contexto, sino también debido a la misma naturaleza de la intercesión como valedera y eficaz. Segundo, debido a la manera en que se coordinan en este pasaje la muerte, resurrección e intercesión de Cristo, sería totalmente injustificado dar a la muerte de Cristo una referencia más inclusiva que la que se da a su intercesión. Cuando Pablo dice aquí que «Cristo Jesús es el que murió», naturalmente significa que «Cristo murió por nosotros», como en el versículo 32 dice que el Padre «lo entregó por todos nosotros». No podemos dar un alcance más amplio al «por nosotros» implicado en la cláusula «Cristo Jesús es el que murió» que el que podemos darle al «por nosotros» expresado explícitamente en la cláusula «e intercede por nosotros».

Por ello, vemos que se nos conduce a suposiciones imposibles si tratamos de universalizar el significado de aquellos que son mencionados en estos pasajes. Finalmente, tenemos la más convincente de todas las consideraciones.

«¿Quién nos apartará del amor de Cristo? .. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartamos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Ro. 8:35-39). Pablo está afirmando aquí de la manera más enfática, en una de las conclusiones más retóricas de sus epístolas, la seguridad de aquellos de quienes ha estado hablando. La garantía de esta seguridad es el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Y el amor de Dios aquí mencionado es indudablemente el amor de Dios hacia aquellos que son incluidos en Él. Ahora bien, la deducción inevitable es que este amor del que es imposible ser separado y que garantiza la gloria de aquellos que han sido incorporados a él es el mismo amor al que se debe hacer alusión anteriormente en el pasaje cuando Pablo dice: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de damos generosamente, junto con él, todas las cosas?» (v. 32). Es ciertamente el mismo amor, llamado en el versículo 39 el «amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús», el que motivó al Padre a entregar a su propio Hijo. Esto significa que el amor implicado en el versículo 32, el amor de entregar al Hijo, no puede recibir una referencia más amplia que el amor que, según los versículos 35-39, asegura la eterna seguridad de los que son objeto de este amor. Si no todos los seres humanos gozan de esta seguridad, ¿cómo puede aquello que es la fuente de esta seguridad y la garantía de su posesión abrazar a los que no gozan de tal seguridad? Así, vemos que la seguridad a la que se refiere Pablo aquí es una seguridad limitada a aquellos que son objeto del amor que fue manifestado en el madero maldito del Calvario, y que por ello el amor exhibido en el mismo Calvario es un amor discriminante y no un amor indiscriminadamente universal. Es un amor que garantiza la seguridad eterna de los que son su objeto, y el mismo Calvario es aquello que asegura para ellos la justificación por medio de la cual reina la vida eterna. Y esto significa sencillamente que la expiación que se cumplió en el Calvario no es por sí misma universal.

bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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