J. Gresham Machen
Tomado de su Libro El Hombre
"Los decretos de Dios,"
dice el Catecismo Menor, "son su propósito eterno, según el consejo de su
voluntad, por el cual, para su propia gloria, ha preordenado todo lo que
sucede." La palabra de la que les hablé fue "todo." ¿Ha
preordenado Dios todo lo que sucede, o ha preordenado sólo algunas cosas,
mientras que otras -las que dependen de la elección de seres personales- las ha
dejado fuera de su plan eterno? Defendí el primer punto de vista, y demostré
que sólo ése está en armonía con la Biblia. Sostuve, de acuerdo con la Biblia,
que no algunas cosas que suceden sino todas las cosas -incluso las decisiones libres
de seres personales - incluso las acciones malas de hombres y demonios -
suceden según el propósito eterno de Dios.
No todas las cosas suceden de la
misma forma según el plan de Dios. Dios no hace que las decisiones libres de
seres personales sucedan de la misma forma en que hace que sucedan los acontecimientos
del mundo físico. Hace que las acciones de los seres personales sucedan de una forma
que resguarda por completo la libertad de elección, y que no destruye en
absoluto la responsabilidad. Las acciones malas de seres personales hace que
sucedan en una forma que no lo hace a El autor del pecado. Pero esto no debería
confundir en lo más mínimo el hecho de que Dios hace que sucedan todas las
cosas. Suceden en cumplimiento del propósito de Dios.
Quizá los hombres malos no
piensen que están cumpliendo el propósito de Dios, pero con todo lo están cumpliendo,
incluso con los actos más perversos. La crucifixión de Jesucristo nuestro Señor,
el pecado más terrible que se haya cometido sobre la tierra, se llevó a cabo,
según la Biblia "por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios." No hay nada que sorprenda a Dios; todo lo que sucede es
absolutamente cierto desde la eternidad porque todo entra en el plan eterno de
Dios.
La gente a veces llama a eso
fatalismo. Sería más correcto decir que se opone diametralmente al fatalismo.
La diferencia entre eso y el fatalismo es la diferencia entre el destino y
Dios, y es evidente que no hay diferencia mayor que esta. El fatalismo basa la
certeza de todas las cosas en algo ciego a impersonal llamado destino; el punto
de vista que hemos presentado basa la certeza de todo en el propósito de un
Dios vivo.
Pero la diferencia va más allá
del fundamento último de todas las cosas. Sería del todo incorrecto decir que
estamos de acuerdo con el fatalista en sostener que la libertad humana es un espejismo
y que todo funciona en forma mecánica, y que diferimos de él en sostener que
más allá de ese automatismo está el propósito de un Dios personal. No, de
ninguna manera. Diferimos del fatalista en forma mucho más radical que la
mencionada. Sostenemos que precisamente porque el Dios que está actuando en
todas las cosas es un Dios personal, hay una diferencia maravillosa en la forma
en que ejecuta sus decretos. Sostenemos que cuando trata con personas trata con
ellas como con personas, y que la certeza con la que por medio de ellas realiza
lo que se ha propuesto no destruye la libertad de las mismas ni su
responsabilidad sino que la resguarda por completo.
Frente a esa certeza con que Dios
realiza su propósito, no cabe duda que el temor se apodera de nosotros.
"¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo dice la Biblia. Sí, es
realmente algo horrendo. Pero es algo muy diferente de hallarse en las garras
de un destino ciego e impersonal.
El teísmo bíblico y el fatalismo
son en realidad polos radicalmente opuestos.
Además, si el punto de vista que
hemos presentado es el polo diametralmente opuesto al fatalismo, es también el
único contrincante realmente formidable del fatalismo. Teologías chapuceras, puntos
de vista acerca del mundo que no son más que centones, que sostienen que el
plan de Dios no se cumple a menudo debido a las acciones de seres personales,
no son en modo algunos contrincantes serios del fatalismo. Ostentan demasiado a
la vista las señales de no ser sino componendas y expedientes.
Supongo que esto es lo que un
científico eminente quiso decir si llegó realmente a decir, como me refirieron,
que desde el punto de vista científico el calvinismo es "la única teología
respetable."
Sólo el calvinismo hace justicia
a la unidad del mundo, y es ciertamente el único que hace justicia a la
enseñanza de la Biblia.
Si, pues, sostenemos el punto de
vista de la Biblia, si sostenemos que todo lo que sucede está en armonía con el
propósito eterno de Dios, ¿sabemos algo acerca de ese propósito eterno?
Sí, algo podemos llegar a saber
acerca del mismo. No todo, desde luego. Lo que podemos conocer es muy poco
comparado con lo que no conocemos. Pero con todo, algo conocemos acerca del
mismo, y ese algo es muy importante en realidad.
No conocemos ese algo porque lo
hayamos descubierto nosotros mismos, sino porque Dios se
ha complacido en revelárnoslo en
su Palabra.
¿Qué conocemos entonces acerca
del propósito de Dios? ¿Por qué creó Dios el universo? ¿Por
que lo ordenó en la forma que lo
hizo?
Creó y ordenó el universo por
algún propósito que se halle en el universo mismo? Desde luego que no. Esto
haría que el mundo fuera un fin en sí mismo; lo elevaría a una posición que pertenece
sólo a Dios. No, la creación del mundo debe haber tenido como propósito algo
que existió antes de que el mundo fuera. Pero antes del mundo no existía más
que Dios. Por tanto el propósito del mundo debe hallarse en Dios.
Así podríamos razonar, y sería un
razonamiento legítimo; se basaría en lo que Dios nos ha revelado respecto a sí
mismo. Pero no nos vemos obligados a depender sólo de tales razonamientos, por
Buenos que sean. Dios también nos ha dicho en forma directa cuál es su propósito.
Nos ha dicho en la Biblia que hace que las cosas sucedan para gloria suya.
Esta verdad penetra de tal modo
toda la Biblia que no sé si hace falta citar pasajes concretos.
Podría citar algún pasaje
espléndido, por ejemplo, el capítulo primero de Efesios. En él se nos da una de
las visiones más vastas, quizá, de los consejos de Dios. Se nos hace ver la
perspectiva general del plan divino a partir de la elección que Dios hace de su
pueblo antes de la fundación del mundo. Pero si el maravilloso drama comienza
ahí, ¿dónde concluye? ¿Concluye tan sólo con la bienaventuranza del pueblo
redimido o con la de las criaturas de Dios? De verdad que no.
Esta bienaventuranza es gloriosa.
Pero no es el fin de todo. Hay algo más elevado que esto, algo para lo cual esa
bienaventuranza de las criaturas de Dios no es más que un medio. ¿Por qué son bienaventuradas
las criaturas? E1 pasaje lo dice bien claramente. "Para alabanza de su
gloria."
Este es el fin último. E1 fin
último de todo lo que sucede y sucederá incluyendo el fin último del gran drama
de la redención se halla en la gloria del Dios eterno.
Esta verdad aparece repetidas
veces en la Biblia. La Biblia difiere de los libros humanos religiosos no sólo
en algún que otro punto sino en el eje mismo alrededor del cual todo gira. Los
libros humanos tienden a hallar el eje en el hombre; la Biblia lo pone en Dios.
A los hombres no les gusta esta
característica fundamental de la Biblia. Prefieren pensar que la meta es la
felicidad de la criatura; interpretan mal el texto "Dios es amor" en
el sentido de que
Dios es sólo amor y que existe
para el bien de sus criaturas. En oposición al Catecismo Menor, sostienen que
el fin principal de Dios es glorificar al hombre. Pero la Biblia está
claramente de acuerdo con el Catecismo Menor ; la Biblia enseña con toda
claridad que el fin principal del hombre -y el fin de todas las cosas- es
glorificar a Dios.
La gente tiene una especie de
idea vaga de que eso es hacer de Dios un egoísta. Sería egoísta y odioso que
uno de nosotros hiciera que el fin de todas sus actividades fuera su propia
gloria, y por ello se apresuran a concluir que lo que sería egoísta en nuestro
caso lo es también en el de
Dios. Por ello tratan de hallar
algún fin de las actividades de Dios que no esté en Dios mismo.
Esta forma de razonar, sin
embargo, hace caso omiso del abismo infinito que existe entre el
Creador y la criatura. Dios es
infinitamente superior a todo lo creado. Si hiciera de las creaturas finitas el
fin supremo de sus acciones, esto sería poner un fin más bajo en el lugar que
corresponde sólo al más elevado. No hay nada más elevado que la gloria de Dios.
Por tanto esa debe ser el fin supremo de todas las cosas.
Pero, ¿qué queremos decir con la
gloria de Dios? Creo que es muy importante que respondamos con claridad a esta
pregunta. No queremos decir nada que sea semejante a la gloria del hombre.
No, queremos decir algo que es
infinitamente comprensivo, que lo abarca todo. En la gloria de Dios entra la
majestad toda de las perfecciones divinas - sabiduría infinita, poder infinito,
bondad infinita, amor infinito. Este es - este esplendor pleno del ser de Dios
y sus acciones y el reconocimiento del mismo en alabanza sin fin -este es el
fin supremo de todo. No puede haber otro más elevado; el poner algún otro en su
lugar sería una abominación.
Sostenemos, por consiguiente, con
todo nuestro corazón la gran definición de los decretos de
Dios que se halla en el Catecismo
menor de nuestra iglesia. "Los decretos de Dios son su propósito eterno,
según el consejo de su voluntad, por el cual para su propia gloria ha preordenado
todo lo que sucede."
Hemos expuesto en forma general
la gran verdad que se contiene en esta definición. Queda ahora por tratar una
esfera específica a la que se aplica esta verdad. Me refiero a la esfera de la salvación.
La doctrina de los decretos divinos, cuando se aplica en forma específica a la
esfera de la salvación, se llama "predestinación."
Al pronunciar esta palabra, quizá
algunos de mis oyentes se estremezcan. Se piensa que la
"predestinación" es una
doctrina muy espinosa. Por lo menos se cree que es una idiosincrasia de una
secta sumamente estricta. Incluso los que la aceptan a menudo piensan que es
una doctrina que es mejor descartar en la predicación ordinaria - algo para
exponer en las aulas teológicas, pero no algo que vaya a ser jamás aceptable
para los cristianos corrientes.
Así tienden a considerar este
punto los hombres. Pero tomen la Biblia, amigos míos, y léanla sin prejuicios.
Si lo hacen se verán obligados a confesar que la Biblia considera el problema
en una forma del todo diferente. En lugar de relegar la doctrina de la
predestinación a un lugar secundario, la Biblia la sitúa en la médula misma de
toda su enseñanza.
Hoy sólo dispongo de tiempo para
decir unas breves palabras acerca de esta gran doctrina. Espero volver a tocar
este punto; pero ahora sólo podré indicar con brevedad en qué consiste esta doctrina,
tal como la Biblia la enseña.
Me parece que puedo hacerles ver
con claridad en qué consiste la doctrina de la predestinación poniéndola en
relación con lo que he expuesto en las dos últimas charlas.
He hablado del propósito eterno
de Dios, por el cual y para su propia gloria ha preordenado todo lo que sucede.
Pues bien, entre las cosas que suceden, según la Biblia, está la salvación de algunos
hombres y la condenación de otros. Si el propósito de Dios ha preordenado todas
las cosas, entonces también esas dos cosas han sido preordenadas. El proclamar
el hecho de que han sido preordenadas se llama doctrina de la predestinación.
Esta doctrina no es más que una aplicación especialmente importante, por tanto,
de la doctrina de los decretos divinos.
Si esta doctrina de los decretos
divinos es verdadera, entonces esta aplicación especial de la misma también es
verdadera. Esto está claro.
Pero la Biblia no se deja en
manos de una argumentación lógica como ésta, por buena e irrefutable que sea.
No deja que deduzcamos tan sólo la doctrina de la predestinación de la doctrina
general de la universalidad de los decretos divinos. No, enseña expresamente
esa doctrina de la predestinación y la enseña en la forma más clara posible. La
Biblia enseña con claridad que cuando algunos hombres se salvan y otros se
pierden, ninguna de estas dos cosas representa una sorpresa para Dios, porque
ambas suceden porque forman parte del plan eterno de Dios.
La Biblia insiste más en la
primera de estas dos cosas; insiste más en el hecho de que los salvos son
predestinados a la salvación que en el hecho de que los perdidos son
predestinados a la condenación eterna.
¿Por qué hace esto? ¿Será porque
trata en cierto modo de oscurecer la predestinación de los perdidos?
Ciertamente que no. Por el contrario, enseña esta doctrina en ciertos pasajes
con la mayor claridad posible. ¿Por qué entonces insiste más en la
predestinación de los salvos a la salvación?
Creo que puedo ofrecerles por lo
menos una razón. Lo hace porque considera la salvación de los salvos y no la
perdición eterna de los condenados como lo verdaderamente sorprendente.
Nosotros propendemos más bien a considerar esta realidad en la forma
exactamente contraria. Lo que nosotros consideramos sorprendente es que algunos
miembros de la raza humana, algunas de esas criaturas excelentes llamadas
hombres, que se supone que actúan lo mejor que saben y que son culpables cuando
más de algunas menudencias y de faltas del todo excusables, vayan a caer bajo
el desagrado divino. Pero lo que la Biblia considera sorprendente es que alguna
de esas criaturas caídas llamadas hombres, todos los cuales sin excepción
merecen la ira y maldición de Dios, vayan a ser recibidos en la vida
eterna. Nosotros consideramos como sorprendente que algunos se pierdan; la
Biblia considera como sorprendente que algunos se salven. Naturalmente es en lo
sorprendente o inesperado en lo que se insiste. Por esta causa, o al menos en
parte por esta causa, la doctrina bíblica de la predestinación se ocupa sobre
todo de la predestinación de los salvos a la salvación más que de la
predestinación de los no salvos a la perdición eterna. El segundo aspecto del
tema se expone con menos extensión porque se presupone en todas partes.
Constituye el tenebroso telón de
fondo sobre el cual adquiere un relieve glorioso la maravilla del propósito de Dios
para los que ha escogido para la salvación.
¿Por qué algunos hombres son
salvos? ¿Es porque han hecho algo especial, porque son menos culpables ante
Dios que los otros? La Biblia toda se ocupa de desmentir tal cosa. Dios escogió
a Israel, según la Biblia, de entre
todos los pueblos de la tierra. ¿Por qué? ¿Fue porque Israel mereciera más el
favor divino, o porque poseyera cualidades excelentes que Dios vio que podía utilizar?
Quien crea tal cosa, quien crea que éste es el significado del Antiguo
Testamento, no hace sino demostrar con ello que jamás ha entendido para nada la
médula de lo que enseña el Antiguo Testamento. En la
conciencia del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, en la conciencia que se
formó con la revelación divina dada por medio de un legislador y de profetas, forma
como el sustrato de todo lo demás un sentido profundo de maravilla de que Dios
hubiera escogido a un pueblo tan insignificante, a un pueblo ni más fuerte ni
mejor que otros, para que fuera su propio pueblo. Sea lo que fuere lo que
contenga el Antiguo Testamento, esto es la médula de todo. Y esto es
predestinación. Israel fue el pueblo de Dios .no por razón de algo que hubiera
hecho o pudiera hacer o podría hacer sino sencillamente por la elección
soberana de
Dios.
Cuando pasamos al Nuevo
Testamento nos encontramos con lo mismo. En el Nuevo Testamento hay una
revelación más clara de lo que conlleva la elección divina. Se revelan nuevas
bendiciones que están reservadas para el pueblo de Dios. Hay una revelación más
patente en cuanto a las personas que constituyen ese pueblo de Dios. Es un
pueblo escogido de entre todas las naciones de la tierra. Pero no hay cambio
alguno en la revelación básica en cuanto a la soberanía de la elección divina.
Según el Nuevo Testamento, al igual que según el Antiguo, los que constituyen
el pueblo de Dios, los que están destinados a la salvación, son escogidos para formar
el pueblo de Dios no por algo que hayan hecho o harían sino sencillamente por
la soberanía del beneplácito de Dios.
Esta soberanía del beneplácito de
Dios. es lo básico ; todo lo demás procede de ello. Aquellos a quienes Dios ha
escogido creen en Cristo. Pero Dios no los escogió porque previó que creerían exactamente
lo contrario. Dios no los escogió porque creyeron; sino que pudieron creer
porque los escogió. El que no entiende esto no ha entendido algo que está
en la misma entraña de la Biblia;
no ha entendido el verdadero significado de la gracia de Dios.
bY LeMS
aun no entendí porqué usa la palabra preordenado a los de perdicion ,,, o sea a unos preordenados y a otros predestinados. Pue no ambos son predestinados ?
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