Pierre Ch. Marcel
Libro: El Bautismo Sacramento del Pacto de Gracia
La unidad del pacto, a través de
sus diversas dispensaciones, está probada por las siguientes consideraciones.
1. La
expresión resumida del pacto es la misma tanto a lo largo del Antiguo Testamento
como del Nuevo Testamento: < ¡Yo seré tu Dios!>. Ella caracteriza
el pacto hecho con Abraham (Génesis 17:7), el pacto hecho en el monte Sinaí, (Éxodo
19:5; 20:1), o en las llanuras de Moab (Deuteronomio 29:13), el pacto hecho con
David (2 Samuel 7:14), lo mismo que el pacto llamado Nuevo (Jeremías
31:44; Hebreos 8:10). Bajo cada una de las dispensaciones del pacto, Dios
revela su deseo de restaurar al pecador a su bendita comunión, y de que quienes
crean sean salvos y hereden la vida eterna. Del hecho de que Dios es llamado el
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Cristo deduce que estos patriarcas están
en posesión de la vida eterna (Mateo 22:32).
2. En
las Escrituras, la palabra <Evangelio>
tiene un significado muy concreto: significa el anuncio del plan de salvación por
Cristo, y el ofrecimiento de dicha salvación a todo aquel que cree. Cristo afirma
que Abraham se gozó por ver su día (juan 8: 55-56; comp. Lucas 24:27). Pablo afirma
también que este evangelio fue predicado a Abraham. En consecuencia, los
hebreos creyentes son descritos como los que esperaron en Cristo antes de su
venida, pues recibieron el evangelio (Efesios 1:12; Gálatas 3:8). Esta promesa
de redención hecha a Abraham, en palabras
de Pablo, era aquella <cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar
nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche>
(Hechos 26:7). La condición para recibir todas estas promesas abrahámicas era
la fe (Romanos 4; Gálatas 3). Aquellos de sus descendientes que creyeron en las
promesas de las bendiciones nacionales hechas a los hebreos recibieron dichas
bendiciones. De la misma manera, aquellos que creyeron en las promesas de la redención
por medio de Cristo fueron hechos participes de dicha redención. Ahora bien, si
la sagrada Escritura dice que solo hay un evangelio por el que el hombre pueda
ser salvo, la buena nueva no es otra cosa que el Pacto de Gracia, de lo cual también
se deduce que este pacto es uno solo. Gálatas 1: 8-9 muestra que el pacto que
está en vigor es siempre el mismo.
3. Pablo
demuestra cuidadosamente, en contra de los judaizantes, que el método por el
que Abraham obtuvo la salvación es el tipo, el modelo de cómo los creyentes del
Nuevo testamento deben creer, sean judíos o paganos (Romanos 4:9-25; Gálatas
3:7-9, 17-18). Abraham es el padre de los creyentes. La ley no ha
anulado ni alterado el pacto de gracia (Comp. Hebreos 6: 13-18).
Siendo tal la
naturaleza del pacto hecho con Abraham, está claro que, en esencia, permanece
siempre en vigor. Hoy todavía vivimos bajo el pacto de gracia, y en él está
fundada la iglesia cristiana. El hombre continúa siendo justificado por la fe,
como Abraham. Los cristianos son llamados hijos y herederos de Abraham porque,
exactamente igual que la fe en la promesa de redención aseguró la salvación de
Abraham, la fe de ellos en la misma promesa asegura su salvación. Pablo dice:
<Y
si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos
según la promesa> (Gálatas 3:29).
4. El
mediador del pacto, aquel que obró la salvación de los creyentes del Antiguo Testamento,
y que obra también la de los del Nuevo, es el mismo de ayer, hoy y por los
siglos (Hebreos 13:8). <en ningún otro lugar hay salvación. Porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos>
(Hechos 4:12, comp. Juan 14:16). La simiente prometida a Abraham es Cristo (Gálatas
3:16) y aquellos que se identifican con Él como genuinos herederos del Pacto (Gálatas
3: 16-29), pacto que fue confirmado anteriormente <para con Cristo> (V.
17).
En efecto, Dios
no estableció su pacto primero con Adán, después con Noé y luego sucesivamente
con Abraham, Israel y, por ultimo con Cristo. Dios nos da a conocer su pacto
desde el momento mismo de la caída. Cristo no comenzó a obrar solamente después
de su encarnación, ni el Espíritu Santo comenzó a actuar solo después del
derramamiento de Pentecostés. Toda gracia otorgada después de la caída procede
del Padre, a través del Hijo, por medio del Espíritu Santo. El Hijo, después de
la caída, se presenta como el mediador, el segundo y poster Adán; y el Espíritu
Santo se presenta al instante como el Consolador, como el que aplica la salvación
que será adquirida por Cristo. Toda modificación, todo desarrollo o progreso de
esta idea o concepto a través de las diversas dispensaciones del pacto, no
existe más que en relación con la criatura misma. En lo que a Dios toca, no
hay la menor variación ni el más pequeño cambio. El Padre es eternamente el Padre,
el Hijo es eternamente el mediador, y el Espíritu Santo es eternamente el
Consolador.
Esta es la razón
por la que es necesario entender el Antiguo testamento como poseedor de la
misma esencia, de la misma sustancia que el Nuevo. Dios nos da a conocer su relación,
su revelación en el decurso de la historia de una manera progresiva, por lo
que, consecuentemente, la humanidad avanza por etapas en el conocimiento, posesión
y disfrute de la revelación, pero Él es siempre el mismo e inmutable Ser. El
sol alumbra la tierra progresivamente pero continúa mañana, tarde y noche
siendo el mismo: en sí no experimenta cambio.
5. Las
condiciones de salvación reveladas en el pacto siguen siendo las mismas (Comp. Génesis
15:6 y Hechos 15:11; Romanos 4:11; Gálatas 3: 6-7; Hebreos 11:9). Las promesas
que los creyentes esperan ver cumplidas son las mismas (Génesis 15:6; Salmo
51:12; Mateo 13:17; Juan 8:56; Hechos 26: 5-7; Gálatas 3:14).
6. Por
último, algo que es importante para nuestro tema: los sacramentos, aunque
diferentes en la forma, tienen esencialmente la misma significación en las dos
dispensaciones, ambas son señales y sellos del Pacto de Gracia (Romanos 6:11; 1
Corintios 5:7; Colosenses 2:11 y 12). El pacto es a los sacramentos lo que la
palma es a los dedos de la mano.
Soli Deo Gloria
bY LeMS
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