TEXTO: GENESIS 15
Por S. G. DE GRAAF
Traducción: Guillermo
Kratzig
La palabra del Señor vino en una "visión". Todo el capítulo
15 de Génesis tiene que ver con lo que Abram experimentó en dicha visión. Es
cierto que el estado semejante a un trance, en que se hallaba Abram, se
convirtió en un profundo sueño que el Señor le envió (v. 12), un sueño similar
al de Adán durante la creación de Eva. Sin embargo, esto no es motivo para su poner
que la visión terminó con el versículo 5.
Es probable que el estado semejante a un trance, en que se hallaba Abram,
con todo cuanto ocurrió en él, no haya durado de una noche (v. 5) a la
siguiente (v. 12). En otras palabras, aparentemente no duró más de doce horas.
En una visión, como en un sueño, podemos experimentar varios días en un tiempo
muy breve.
Otro argumento para incluir la to talidad del capítulo 15 en la visión
es la terminación repentina de la historia. No sabemos qué ocurrió con los animales
muertos. Los acontecimientos del capítulo no son menos significativos por haber
sido experimentados en una visión. De igual manera no debemos considerar como
irreal la comunicación de Juan con el ángel y, a través de él, con el Señor (en
las visiones del libro de Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento).
No deberíamos buscar en Génesis15 el origen del pacto entre el Señor y Abram.
El pacto ya existía entre ellos en virtud del llamamiento y la promesa según
Génesis 12. En Génesis 17 oímos decir al Señor: "Pondré mi pacto entre mí
y ti". En Génesis 15, el capítulo que ahora recibe nuestra atención, el
Señor muestra a Abram quién es El en el pacto. La conclusión es que el Señor es
todo para Abram. "Yo soy tu escudo, tu gran recompensa". El Señor no
piensa en recompensar a Abram en términos materiales, puesto que El mismo es el
tesoro de Abram. El mismo es la recompensa que recibe Abram mediante la fe.
El hecho de que Abram no sigue al Señor por entre los trozos de
animales muertos demuestra que Dios es todo en el pacto y que representa la
otra parte del pacto. Sólo el Señor pasa por entre los trozos, lo que es contrario
a ciertas costumbres que prevalecían entonces. En el caso de un pacto entre
personas, las porciones de los animales muertos representaban ambas partes del
pacto. Así como las porciones de los animales pertenecen unas a otras, así se
pertenecen mutuamente ambas partes del pacto. Una segunda idea detrás de esta
ceremonia es que cualquiera que quebrante el pacto, debe ser muerto como son
muertos los animales. En el pacto entre el Señor y Abram, las porciones
representan la segunda parte solamente, es decir Abram y el pueblo de Dios. El
Señor quiere pasar por entre esas porciones; quiere habitar en medio de su
pueblo y ser uno con ellos. De esta manera, dicho signo recibe su cumplimiento
final en Cristo, en quien Dios y el hombre son uno.
El Señor está en
medio de su pueblo como un horno humeante del cual saltan llamas de fuego. Con
frecuencia también está en medio de ellos en las tinieblas y el terror, como
fuego purificador. Como el Señor lo indica en Génesis 15, esta señal se cumple por
primera vez en la opresión que Israel sufrió en Egipto. Su cumplimiento final
es la terrible agonía del Cristo y la purificación de todo el pueblo de Dios.
Mediante esa purificación él es nuestra luz, nuestra salvación.
Debemos recordar
que en el pacto Dios es todo para su pueblo. Es por eso que se nos dice que
Abram creyó en el Señor, y que el Señor le contó su fe como justicia. Ni en
estas palabras, ni en ninguna otra parte de Génesis 15 encontramos rasgos de la
idea Arminiana de la justificación a causa de la fe, es decir, la idea que la
fe, como un hecho meritorio de parte del hombre, es considerada por Dios como
substituto del cumplimiento de la ley.
En el pacto, el
Señor da todas las cosas al nombre, incluyendo la fe. En Romanos 4:1-5, donde
Pablo interpreta estas palabras del Génesis, la fe es evaluada en contraste con
las obras. Pablo demuestra que no hay lugar para un solo pensamiento referido a
recompensa o alabanza. Fue por medio de la/e que Abram entró en comunión con el
Señor. Dicha comunión era considerada una señal de su justicia. El Señor era la
justicia de Abram. Esa comunión justificadora entre el Señor y Abram era
posible por la obra que un día haría Cristo. En su propio poder lucharía por el
favor de la comunión con Dios y expiaría por nuestros pecados.
Este vivir
basado en la fe, este con fiar en cosas que no se ven, se manifiesta plenamente
en Abram quien se aferra a la promesa a pesar de todas las apariencias y
oposiciones. Por eso se lo llama el padre de los creyentes, el padre de los
fieles.
Pensamiento clave: En el pacto, el Señor se
revela a sí mismo como aquel en quien se cumplen todas
las promesas.
La promesa de la
simiente. Después
de su alianza con algunos de los cananeos para lograr el rescate de Lot y su
posterior rechazo de mayor contacto con su forma de vivir, Abram volvió a estar
solo. Los cananeos tenían su tierra y sus casas y se extendían en gran
manera, pero Abram no tenía hijos. Era un extraño en Canaán y no poseía ni
siquiera un pequeño campo. No nos sorprende que su fe se veía severamente probada
y a veces debilitada.
Un día el Señor envió a Abram una visión. En vez de ver y oír lo que estaba
alrededor suyo, Abram tuvo algunas sensaciones extraordinarias. Esta visión no
era un sueño, puesto que no estaba dormido, sin embargo, contenía algunas
imágenes similares a las del sueño. En la visión el Señor le dijo: "No
temas Abram. No te preocupes por ser un extraño en esta tierra, porque yo soy
tu escudo. Yo soy tu seguridad en esta tierra, tu gran recompensa. Yo soy tu
tesoro y tu posesión, porque yo te hago entrega completa de mi amor".
Abram se gozó sobremanera y sintió el privilegio de recibir esta revelación.
¡Qué bendición! Sin embargo, para Abram esta sensación no lo era todo. No se
preocupaba exclusivamente por su felicidad personal. Todavía se preguntaba qué
hacer en cuanto a aquellas promesas que el
Señor le había hecho. El Señor le había dicho que tendría muchos descendientes,
que llegaría a ser el padre de un gran pueblo que llevaría a este mundo el
estandarte del conocimiento del Señor. Se le había prometido que sus
descendientes servirían al Señor y poseerían la tierra de Canaán.
Por eso Abram preguntó: "Señor ¿cómo puedes enriquecerme si yo todavía
sigo sin tener hijos? Seguramente no soy el único destinatario de la promesa.
¿Cómo se cumplirá tu promesa cuando yo muera? Mi siervo que está a cargo de mi
casa es de Damasco y no es pariente. El heredará todas mis posesiones. Entonces
mi nombre será olvidado". Esta no era una manifestación de poca fe de
parte de Abram. Abram estaba luchando con la palabra de Dios, porque le estaban
velados los caminos del Señor. Abram le pedía que el Señor se revelara en forma
más completa.
El Señor le dio una señal como respuesta. El Señor no responde con una
señal cuando nuestra petición nace de una falta de fe. Pero las cosas cambian
cuando en nuestra oración decimos: "Señor yo creo; ayuda mi incredulidad".
La respuesta del Señor fue: "Tu heredero no será ese hombre de Damasco,
sino tu propio hijo, que todavía ha de nacer".
Aparentemente era de noche cuando esta visión llegó a Abram, puesto que
el Señor lo llevó fuera de su tienda y le dijo que mirase las estrellas del
cielo. ¡Sus descendientes serían tan innumerables como esas estrellas! Aquella
sería su señal, el cielo estrellado. Desde ahora podría mirar todas las
noches hacia las estrellas para fortalecer su fe.
¿Tuvo Abram
realmente una multitud de descendientes? Sí, real mente los tuvo. Recuerden que
no debemos pensar en el pueblo judío como sus únicos descendientes. De aquel
pueblo nació el Señor Jesucristo. Mediante la fe también nosotros somos hijos
espirituales del Señor Jesucristo, y por lo tanto descendientes de Abram. Todos
los creyentes son contados como hijos de Abram.
Sin embargo, aquellos
descendientes pertenecían a un futuro lejano. Abram todavía estaba allí
totalmente solo, sin un solo hijo. ¿Qué diría ahora al Señor? ¿Se quejaría de
que no había forma de cumplir la pro mesa? Abram creía en el Señor. Lo que el
Señor dice es verdad. Se puede confiar en él. Por eso, con fe Abram se
encomendó a las manos de Dios y descansó en él. Entonces disfrutó una
maravillosa comunión con el Señor, una comunión en la que el Señor le perdonó
todos sus pecados, lo miró como a su hijo y le habló de su amor y favor.
¿Cómo pudo el
Señor mirar con amor a Abram y perdonarle sus pecados? Solamente porque un día
el Señor Jesucristo se pondría en el lugar de todos los suyos para expiar sus
pecados. ¿Creemos también nosotros, incondicionalmente,
en la Palabra de Dios? Si así lo hacemos, también nos concederá, por amor a
Cristo, su gracia perdonadora.
El camino a la tierra
prometida.
En
aquella comunión preciosa, el Señor también repitió su promesa en cuanto a la
tierra. "Yo te he sacado de la tierra donde vivías para darte esta tierra.
No voy a dejarte en este mundo ignorando totalmente lo que debes hacer".
Una vez más vemos que Abram tenía que luchar en fe. Ahora pedía por una señal
de que la promesa de Dios se cumpliría.
Pero tampoco en
este caso hizo el pedido de una señal por falta de fe. El Señor le dio lo que
anhelaba, le dio la más maravillosa señal posible. En el antiguo Cercano Oriente
era costumbre para dos personas que habían hecho un pacto, que cortasen
animales en dos mitades y luego pasas en juntos entre ellos. Esto significaba que
las dos partes del pacto se correspondían las dos mitades de los animales.
El Señor mandó
que Abram cortase por la mitad una becerra, una cabra y un carnero. En cada
caso los animales debían ser de tres años. Las mitades de los animales muertos
debían ser puestas una frente a la otra. También debía matar una tórtola y un
palomino.
Abram hizo lo
que el Señor le había mandado y luego esperó para ver qué más diría y haría el
Señor. Entre tanto, en la visión de Abram había despuntado el nuevo día, él vio
llegar aves de rapiña para devorar los trozos de carne. Abram los espantó porque
aquellas señales del pacto de Dios le parecían sagradas. No menospreció las
señales diciendo que no eran sino animales muertos. En cambio las tuvo en honor
como señales del pacto de Dios.
Hoy día todavía
tenemos señales del pacto de Dios, es decir, el bautismo y la cena del Señor.
Aunque algunas personas menosprecian estas señales, nosotros hemos de usarlas y
considerarlas sagradas. Las aves de rapiña que descendían sobre los trozos de
carne eran enemigos que no solamente amenazaban las señales, sino también el
pacto mismo y la existencia de la posteridad de Abram como el pueblo de Dios.
En aquella
visión Abram vivió todo un día esperando la venida del Señor. El Señor
deliberadamente lo hizo esperar, para probar su fe y paciencia. ¡Cuántas veces
nos hace esperar el Señor también a nosotros!
Sigamos
esperando y confiando en él porque no nos fallará.
Hacia la noche
el Señor hizo que el estado de Abram, semejante a un trance, se convirtiera en
profundo sueño. Entonces le sobrevinieron terror y una gran oscuridad.
Finalmente se le apareció el Señor. En aquella oscuridad y terror, el Señor ya
le adelantaba algo de lo que quería decirle. Luego procedió a decirle cómo sus
propios descendientes llegarían a poseer la tierra de Canaán. No poseerían la
tierra hasta antes haber pasado por tiempos de gran terror y opresión. Durante
400 años su pueblo seria oprimido en una tierra extraña. Solamente después de
ese periodo de opresión podrían tomar posesión de su herencia.
¿Acaso no se
cumplió esta palabra en la historia del pueblo judío? Los descendientes de
Abram fueron oprimidos en Egipto durante aproximadamente 400 años. Habiendo
pasado dicho periodo, el Señor los trajo a Canaán.
Pero no
solamente en la historia de los judíos se cumplió literalmente la palabra de
Dios. Nunca debemos olvidar que la verdadera simiente de Abram es el Señor
Jesucristo, y que pasajes como éste se refieren primero, y sobre todo a él. En
la muerte de Cristo esta palabra alcanzó su cumplimiento final. Jesús sufrió
grandes tinieblas y agonías terribles en la cruz a fin de expiar por nuestros
pecados y así obtener los cielos y la tierra para nosotros. Hoy día todavía es
frecuente que los creyentes re corran la misma ruta para lograr la posesión de
todas las cosas en Cristo.
El Señor pasa por entre
los animales partidos.
En
su visión ahora volvía a caer la noche para Abram. ¿Qué cosa pondría el sello
oficial al pacto entre el Señor y Abram? ¿Habrían de pasar ambas partes del pacto
entre las mitades de los animales muertos? Si así lo hubiesen hecho, ¿no
habrían sido entonces ambas partas iguales?
¿Sobre qué base
prevalecería el pacto, la fidelidad del Señor o la de Abram? ¿Descansaba la
estabilidad del pacto y la continuación del pacto en la fidelidad de Abram?
¿Acaso podría ser fiel Abram si el Señor no lo hacía fiel? ¿Acaso duraría el
pacto si el Señor no aseguraba la fidelidad de Abram? Obviamente sólo el Señor podía
pasar por entre los trozos de carne. De esa manera expresaría su lazo eterno
con Abram y su descendencia.
Fue precisamente
eso lo que vio Abram. Ante sus ojos un horno de fuego humeante pasó por entre
las mitades de los animales, y una llama salió del humo. ¿Por qué se reveló el
Señor en una señal de esa naturaleza? Porque muchas veces está en medio de su
pueblo como una luz en medio de las tinieblas y los misterios.
¡Qué poco
entendimiento tiene el pueblo de Dios acerca de sus caminos! Con cuánta
frecuencia parece que el Señor está opuesto a su pueblo en todas las cosas. Sin
embargo, movido por su celo, en realidad está en medio de su pueblo como un fuego
consumidor que lo limpia y purifica. De esta manera Dios es su luz y su
salvación.
El pueblo de
Dios de veras es purificado por él. Él está en medio de ellos y los protege en
el pacto, cumpliendo todas las promesas que les ha dado en el pacto. Muchas
veces su pueblo es débil e infiel, pero el pacto no depende de la fidelidad de
ellos.
Cuando el Señor
pasó por entre los trozos de carne, se hizo responsable de la otra parte del
pacto. Si nosotros pertenecemos a esa parte (es decir, al pueblo de Dios),
entonces también nos será fiel a nosotros, y nos protegerá en el pacto
haciéndonos fieles.
¡Ojalá que
pudiéramos creer esto de todo corazón y encomendarnos al Señor! El cuidará del
cielo y de la tierra, haciendo posible que nosotros le sirvamos eternamente.
Soli Deo Gloria
bY LeMDS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar