Conocer a Dios a través de la experiencia de la gracia de Dios


El éxodo. En las Escrituras hebreas el éxodo se levanta como la gran demostración definitoria del poder, el amor, la fidelidad e intervención liberadora de YHVH a favor de su pueblo. Fue, por lo tanto, un acto fundamental de revelación de sí mismo por parte de Dios, y además una intensa experiencia de aprendizaje para Israel. Incluso, antes de que ocurriera, la palabra profética de Dios por medio de Moisés en anticipación del éxodo enfatiza esto como parte de su propósito.

 YHVH anhela ser conocido. Éxodo 5.22—6.8 es un texto fundamental en el desarrollo de la historia. Desde el arribo de Moisés a Egipto y sus demandas al faraón de que concediera libertad a los esclavos hebreos, las cosas han ido de mal en peor (Éxodo 5.1-14). A medida que la opresión se hace más severa, los líderes se quejan ante Moisés, y Moisés a su vez se queja ante Dios. Acusa a Dios de no redimir a pesar de su retórica de salvación ante la zarza ardiente (Éxodo 5.15—23). Como respuesta Dios ofrece una renovada clarificación de su identidad (Éxodo 6.2-3) y una concisa pero completa síntesis de sus intenciones redentoras (Éxodo 6.6—8). Este último texto es la declaración misionera de Dios en todo este relato. Bajo la garantía de su propio nombre y carácter ('Yo soy el Señor' se repite al comienzo y al final; w. 6, 8), Dios promete hacer tres cosas a favor de Israel:

·         librarlos del yugo egipcio,
·         concertar una mutua relación pactual con ellos,
·         llevarlos a la tierra que les había prometido a sus antepasados.

Lo único que Israel hará en toda esta escena es que llegarán a conocer a YHVH como Dios de modo concluyente por medio de los siguientes acontecimientos: 'Así sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los libró de la opresión de los egipcios' (Éxodo 6.7). Los meses y años siguientes verían a Israel en una empinada curva de aprendizaje, pero al finalizarla su cosmovisión habría cambiado para siempre. Sabrían verdaderamente quién era Dios en Egipto (y en todas partes).

De manera que el esperado resultado del éxodo era que Israel conociese a YHVH como Dios y también conociese algunas verdades fundamentales acerca de su carácter y su poder. Así es como Deuteronomio vuelve la vista hacia los grandes acontecimientos de esa generación. Esos constituían una revelación sin precedentes y sin paralelo acerca de la identidad y el carácter único del Señor, el Dios de Israel. Y, precisamente, habían sido diseñados para ese fin.

Pregúntales ahora a los tiempos pasados que te precedieron, desde el día que Dios creó al ser humano en la tierra, e investiga de un extremo al otro del cielo. ¿Ha sucedido algo así de grandioso, o se ha sabido alguna vez de algo semejante? ¿Qué pueblo ha oído a Dios hablarle en medio del fuego, como lo has oído tú, y ha vivido para contarlo? ¿Qué dios ha intentado entrar en una nación y tomarla para sí mediante pruebas, señales, milagros, guerras, actos portentosos y gran despliegue de fuerza y de poder, como lo hizo por ti el Señor tu Dios en Egipto, ante tus propios ojos? A ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro fuera de él. Deuteronomio 4.32-35 [repetido en 36-391, énfasis agregado.

¿Qué fue, entonces, lo que llegó a conocer Israel acerca de YHVH a través del éxodo? Se destacan tres lecciones, dos tomadas de Éxodo 15: (1) que YHVH es incomparable y (2) que es soberano; y (3) una tomada de Deuteronomio 4: que YHVH es único.

El Cántico de Moisés (Éxodo 15.1—18), que es reconocido por la mayoría de los entendidos como uno de los textos poéticos más antiguos del Antiguo Testamento, celebra dos resonantes conclusiones sobre lo que Dios había hecho para Israel al sacarlos de Egipto y llevarlos a través del mar hacia la libertad.

Yativéh es incomparable. Este es el objetivo de la pregunta retórica, ¿Quién se te compara...? Que aparece aquí y hace eco en otros textos.

¿Quién, Señor, se te compara entre los dioses? ¿Quién se te compara en grandeza y santidad? (Éxodo 15.11). Yahvéh se había mostrado superior a 'todos los dioses de Egipto' (Éxodo 12.12), en la contundente demostración de poder que ocupa los ocho capítulos anteriores de Éxodo. La cuestión aquí no es lo que se pudo haber creído o no acerca de YHVH en relación con lo que nosotros llamamos monoteísmo (es decir, si se trata de una afirmación de la deidad exclusiva de YHVH). Lo que interesa es que el Dios de Israel es claramente el Dios más poderoso en el entorno. Yahvéh está más allá de toda comparación cuando se trata de un conflicto de voluntades y poder. Quiénes o qué fueran los dioses de Egipto (y el narrador ni siquiera se toma el trabajo de mencionarlos, como tampoco menciona al faraón que afirmaba ser uno de ellos), el Dios de Israel es más que todos ellos.

Una retórica similar se usa en otras partes del Antiguo Testamento para expresar el asombro y la admiración para con YHVH como el Dios sin igual. La afirmación de que no hay dios como YHVH ('nadie como él' o 'nadie como tú') lo reconoce por encima de toda comparación:



·         En guardar promesas y cumplir su palabra (2 Samuel 7.22),
·         En poder y sabiduría, especialmente como se deja ver en la creación (Jeremías 10.6-7,11-12),
·         En la asamblea celestial (Salmo 89.6-8),
·         En su dominio sobre las naciones (Jeremías 49.19; 50.44),
·         En perdonar el pecado y la transgresión (Miqueas 7.18),
·         En poder salvífico a favor de su pueblo (Isaías 64.4).

Y porque no hay nadie como YHVH, todas las naciones finalmente acudirán a adorarle como el único Dios verdadero (Salmo 86.8-9).

[Christopher Wright, La Misión de Dios, Pág. 99-101.]

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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