Bautismo de Niños: Algunas consideraciones

Por Rev. Augustus Nicodemus Lopes

La práctica de bautizar a los hijos de los cristianos viene desde los inicios del cristianismo. Los Padres de la iglesia, como Ireneo (Siglo II), hablan sobre el bautismo infantil. Orígenes (siglo IV) fue bautizado cuando era niño. Hoy, miles de cristianos evangélicos en el mundo continúan con esta práctica, aunque algunos padres permiten que sus hijos sean bautizados solo para que formen parte de la tradición religiosa en la que nacieron. Para otros, el bautismo es un acto en el cual consagran a sus hijos al Señor, en el que se comprometen solemnemente a educarlos en los caminos de Dios hasta la edad de la razón.

Por supuesto, no todos los evangélicos creen que el bautismo infantil sea la única manera de hacerlo. Muchos prefieren presentar a sus hijos al Señor, sin bautizarlos, pues piensan que el bautismo es solamente para los adultos que creen. Sin embargo, tanto los que bautizan a sus hijos, como los que los presentan, tienen un solo deseo, el de verlos crecer en los caminos del Evangelio, y, cuando tengan la edad suficiente, puedan profesar públicamente su fe en Jesucristo.


Algunos me preguntan por qué bautice a mis cuatros hijos, cuando cada uno aún no tenía más de dos meses. Mi respuesta es que creo estar siguiendo la tradición bíblica, que se remonta hasta el Antiguo Testamento, y que no fue abolida en el Nuevo, la de incluir a los hijos de los creyentes en el pacto de Dios con su pueblo. Bautice a mis hijos creyendo que, a través de este rito inicial, ahora forman parte de la Iglesia visible de Cristo aquí en la tierra. Mi creencia tiene su fundamento en el hecho de que cuando Dios hizo pacto con Abraham, incluyó a sus hijos y determinó que todos fueran circuncidados (Gn. 17: 1-14). La circuncisión, fue el sello de la fe que Abraham tenia (Ver Rm. 4: 3, 11), pero, aun así, Dios mandó que circuncidara a Ismael y, más tarde, a Isaac, antes de tener dos semanas (Gn. 21: 4). Abraham creyó y la señal de su fe fue aplicada a Isaac, aun cuando este no podía creer como su padre. Más tarde, cuando Moisés roció con la sangre del pacto las tablas de la Ley que Dios le había dado, roció también a todo el pueblo que estaba presente en el monte Sinaí, incluyendo obviamente a las madres y a sus hijos en brazos (Hb. 9: 19-20).

Estoy persuadido de que la iglesia cristiana es la continuación de la Iglesia del Antiguo Testamento. Los símbolos y rituales han cambiado, pero la Iglesia es la misma, el mismo pueblo. El sábado se ha cambiado al Domingo, la pascua, a la Cena del Señor, y la circuncisión al bautismo. A los creyentes se les llama de “hijos de Abraham” (Gal. 3: 7, 29) y a la Iglesia como “el Israel de Dios” (Gal. 6: 16). No es sorpresa que Pablo llame al bautismo como “la circuncisión de Cristo” (Col. 2: 11).

Fue una alegría bautizar a mis hijos, verlos recibir el sello de la fe que mi esposa y yo tenemos en el Señor Jesucristo. Dios siempre ha tratado con familias (Dt. 29: 9-12), pero nunca en detrimento de la responsabilidad individual. De esta forma, Dios mandó que Noé y su familia entraran en el arca (Gn. 7: 1), llamó a Abraham y a su familia (Gn. Gn. 12: 1-3) y castigó a Acán, a Coré, junto con sus familias. Pablo, al reflexionar sobre la historia de Israel y al mencionar el paso de los israelitas por el Mar Muerto, dice que todo el pueblo fue bautizado en Moisés, en la nube y en el mar, incluso los niños, el cual evidentemente había miles de ellos (1 Cor. 10: 1-4). No es sorpresa, por lo tanto, que Pedro, en Pentecostés, al llamar a los oyentes al arrepentimiento, a la fe en Cristo y al bautismo, les dijera que la promesa del Espíritu Santo era para ellos y para sus hijos (Hech. 2: 38-39). No es sorpresa tampoco que los apóstoles bautizarán casas enteras en sus viajes misioneros: Pablo bautizó a Lidia y a toda su casa (Hech. 16: 15), al carcelero y a todos los suyos (Hech. 16: 32-33), la casa de Estéfanas (1 Cor. 1: 16). Es verdad que en estos pasajes no se mencionan a niños, pero la idea más natural de “casa” y “todos los suyos” es que se refiera a la familia del que creyó, y resulta difícil imaginar que, si hubiera niños, hayan sido excluidos. Pues, para Pablo, los hijos de los creyentes eran “santos” (1 Cor. 7: 14), a diferencia de los hijos de los incrédulos. Tal vez él estuvo obedeciendo lo que el Señor había dicho, que no impidieran a los niños venir a Él (Mr. 10: 13-16).

Comprendo la dificultad que algunos tienen sobre el bautismo infantil, pues no hay ejemplos claros de niños siendo bautizados en el Nuevo Testamento. Es verdad. Pero, es igualmente verdadero que no hay ningún ejemplo de un hijo de creyente siendo bautizado en la edad adulta. En este caso, tal vez sea mejor quedarse con la enseñanza del Antiguo Testamento. Si los judíos que se convirtieron a Cristo no pudieron bautizar a sus hijos, era de esperarse que hubiera alguna prohibición en este sentido por parte de los apóstoles, ya que estaban acostumbrados a incluir a sus hijos en todos los aspectos de la religión judaica. Pero no hay ninguna prohibición apostólica sobre esto.

Comprendo también que algunos tengan dificultades con el bautismo infantil debido a la práctica de la Iglesia Católica y de algunas denominaciones evangélicas, que adoptan la regeneración bautismal, es decir, que, por medio del bautismo, los pecados del niño han sido personados y sea salvo. Personalmente no creo que esta sea la enseñanza bíblica. El bautismo infantil no salva al niño. Mis hijos tendrán que tener fe en Jesucristo. No serán salvos por mi fe o la de mi esposa. Ellos tendrán que convertirse de sus pecados y creer en el Señor Jesucristo para que puedan ser salvos. El bautismo es solo un ritual de iniciación para poder ser admitidos en la comunión de la Iglesia visible. Simboliza la fe de sus padres en las promesas de Dios en cuanto a sus hijos (cf. Prov. 22: 6; Hech. 2: 38; 16: 31) y expresa los términos del pacto que nosotros y nuestros hijos tenemos con el Señor (Dt. 6: 6-7; Efe. 6: 4). Si, al crecer, un niño que fue bautizado decide desviarse de los caminos en que fue criado, es su total responsabilidad, así como los que fueron bautizados en la edad adulta, y que se desvían después.

Ciertamente, el Nuevo Testamento habla del bautismo como una expresión de la fe y el arrepentimiento por parte de aquellos que se convierten a Cristo – cosas de la que un niño a tierna edad no puede hacer. Sin embargo, recordemos que pasajes de este tipo no están considerando a los hijos de los fieles, sino a toda la primera generación de adultos que fueron convertidos por la predicación del Evangelio.

Pero, al final, tanto los que bautizan a sus hijos como los que los presentan, deben orar con ellos y por ellos, ser ejemplos de una vida cristiana, llevarlos a la Iglesia, instruirlos en las Escrituras y vivir de tal modo que, al crecer, los hijos deseen servir al mismo Dios de sus padres.
¿Por qué bautizamos a nuestros hijos? https://youtu.be/tsKjAVpMHcA

Traducido al Español: Lenin MDS

3 comentarios:

  1. Algunos me preguntan por qué bautice a mis cuatros hijos, cuando cada uno aún no tenía más de dos meses. Mi respuesta es que creo estar siguiendo la tradición bíblica, que se remonta hasta el Antiguo Testamento, y que no fue abolida en el Nuevo, la de incluir a los hijos de los creyentes en el pacto de Dios con su pueblo. Bautice a mis hijos creyendo que, a través de este rito inicial, ahora forman parte de la Iglesia visible de Cristo aquí en la tierra sitio aquí

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    1. Excelente. Nos da gusto saber que entiende perfectamente el por qué nuestros hijos son parte del pacto y herederos de las promesas de Dios.

      Saludos

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  2. Muchas gracias por este artículo, es desde la Biblia y longitudinal

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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