ETICA SITUACIONAL “NUEVA MORAL”

 
-->Libro: Siguiendo a Cristo
Autor: R. C. Sproul

Identificar está teoría con un solo individuo es erróneo pues muchos han contribuido a ella, entre otros:  Dietrich Bonhoeffer con su “Ethics”(Etica); Emil Brunner con su “The Divine Imperative” (El imperativo divino); Paul Lehmann con su “Ethics in a Christian context” (La ética en el contexto cristiano).
También han entrado en este debate los obispos Jhon A. T. Robinson con su famoso “Honest to god” (Digno de Dios) y James Pike. Pero es Joseph Flecher con suSitunation Ethics(Etica Situacional) quien mayor aporte ha efectuado para popularizar esta teoría.
Un taxista de San Luis, Missouri, comentó así: “Hay momentos en que un hombre tiene que dejar todo de lado y hacer lo correcto”, lo cual indica el estilo  y animo del libro de fletcher. Un personaje del libro  “The Rainmaker” (el hombre que hacia llover), el ranchero de tejas, uno de los héroes del libro de fletcher , comenta “estas tan repleto de lo correcto que no puedes ver lo bueno”.
 La base general de la ética situacional es que la ley del amor, no siempre fácil de discernir, es el único principio ético, normativo y absoluto al cual está sujeto todo ser humano. Fltcher se daba cuenta que la palabra “amor” es una palabra “resbalosa”.
 Fletcher aduce que hay tres aproximaciones fundamentales a la toma de decisiones éticas: Legalismo, antinomianismo y Situacionismo. El define legalismo como la preocupación por la letra de la ley. Los principios de la ley no son meros lineamientos o principios que esclarezcan una situación dada, sino que son directivas que deben de seguirse en forma absoluta, son soluciones preestablecidas que uno puede “buscar en el libro”. Acusa Fletcher que en este sentido son legalistas el judaísmo, el catolicismo romano y el protestantismo clásico. Menciona episodios de burdo legalismo de la historia de la iglesia tal como quemar homosexuales en la hoguera durante la edad media. En el antiguo Testamento los homosexuales también estaban sujetos a la pena de muerte.
El antinomianismo no se preocupa ni se interesa por la ley. Cada decisión es puramente existencial. Las desiciones morales se toman al azar en forma espontanea. Fletcher advierte que el legalista tiene demasiado máximas y el antinomianismo ninguna. Sostiene que el situacionismo es un trasfondo intermedio para una ética mas elaborable. El situacionismo trata con los principios tradicionales de su herencia, pero siempre está listo para descartarlos si, en la situación dada, el amor parece mejor servido con esa actitud.
Fletcher distingue entre los principios que guian y las reglas que mandan. El establece los siguientes principios que operan como lineamientos, al elaborar las aplicaciones de la ley del amor.
1.      Pragmatismo: Lo bueno y lo verdadero son determinados por lo que sirve;
2.     Relativismo: El situacionista evita las palabras como “nunca”, siempre“, “perfecto”, “absolutamente”. El desvío básico del hombre secular es negar la existencia de los absolutos. Fletcher afirma que hay solamente un punto de referencia absoluto para el “relativismo normativo”.
3.  Positivismo: Particularizado en forma, ad hoc, a los principios esenciales. El situacionista no busca las universales; sus afirmaciones son situadas como ciertas, nunca deducidas.
4.   Personaliso: La ética trata de las relaciones humanas. El legalista pregunta siempre “¿Qué dice la ler?” El situacionista pregunta “¿quién es el beneficiado?”, pues se interesa por él quien; destaca a las personas antes que a las ideas o principios abstractos.  
Seguimos con la pregunta ¿Qué preguntarnos para descubrir lo que exige el amor en una situación dada?¿como protegernos de una visión distorsionada del amor?, Fletcher ofrece cuatro preguntas para considerar:
1.       El fin: ¿hacia qué resultado estamos apuntando?
2.       Los medios: ¿Cómo podemos garantizar ese fin?
3.       El motivo: ¿Por qué este es el blanco al que apuntamos?
4.       Las consecuencias: ¿Qué es lo que predeciblemente puede pasar?
Todas esas necesidades deben ser tomadas en cuenta antes de decidir éticamente.
Hay ciertos aspectos positivos en este sistema de ética situacional puesto que algunos de los principios considerados son plausibles. Primero, la ética situacional no es un absoluto relativismo, sino una ética normativa de índole absolutista. La situación a un absoluto facilita la toma de decisiones eliminando ciertas parálisis en la persona que considera muchos absolutos.
Unas de las intuiciones más interesantes que ofrece la ética situacional es que no toma las decisiones éticas en el vacío, sino que son hechas en contextos muy reales, a menudo dolorosos. Estos contextos deben considerarse. El alto valor atribuido al amor y al valor de las personas es también meritorio de esta posición.
Sin embargo considerando todo lo expuesto, hay ciertas impropiedades en este enfoque. Lo debatible entre el cristianismo ortodoxo y la ética situacional es la cuestión de la normatividad de la revelación de Dios en la escritura.
Fletcher sobresimplifica las distinciones entre legalismo, antinomianismo y situacionalismo y sus respectivas definiciones. El legalismo es una distorsión del absolutismo, hasta Fletcher es un absolutista, aunque con un solo absoluto y también con todos los riesgos legalistas del absolutismo presente en sus sistema. Uno podría con toda facilidad, obedecer legalistamente la ley del amor. Si esta ley es separada de su contexto, emerge fácilmente el legalismo.
¿Por qué entonces acusar de legalismo el sostenimiento de más de un absoluto? ¿Acaso los situacionistas no han simplistas y reduccionistas al elegir arbitrariamente al amor como el único absoluto? Dios ha establecido más de un requisito absoluto para el hombre. Nada en hay en la razón o en la revelación que haga aislar al amor como el único absoluto. Cuando se les cuestiona, estos hombres apelan a las escrituras por lo cual y a las enseñanzas de Jesús y de Pablo, pero son sumamente selectivos para apelar a las Escrituras por lo cual caen en la incertidumbre de la arbitrariedad ética.
 La deficiencia más grave de Fletcher en relación con lo expuesto es el problema de determinar lo que exige el amor. Estamos de acuerdo con el principio de que uno debe hacer lo que exige el amor. Pero fletcher presenta cierto problema para definir esas exigencias. La biblia nos enseña, por cierto, a hacer lo que manda el amor, siendo Dios quien define el contexto del amor en su revelación. Hacer lo que el amor exige es lo mismo que hacer “haz lo que Dios manda”. Si obedecemos las Escrituras como si fueran un esteril libro de reglas, seriamos legalistas. Pero si miramos la Biblia como la revelación de Aquel es amor, entonces, debemos tomar muy enserio lo que Amor ha mandado.
Cuando nos quedamos en libertad de decidir éticamente sabiendo que somos caidos, sabiendo que somos dados a los vicios; sabiendo que nunca podremos leer perfectamente nuestros motivos; sabiendo que estamos limitados a la consecuencia previsible; sabiendo que nunca podremos analizar íntegramente los fines y medios; sabiendo todas esas cosas, tenemos una situación sumamente precaria en nuestras manos si hemos rechazado la Biblia como revelación normativa. Dios no nos ha dejado a nosotros decidir en esta forma sin ayuda en nuestro razonamiento.
Efesios 5: 1-3 nos entrega un imperativo para ser seguidores de Dios.
Sed, pues imitadores de Dios como hijos de amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entrego asi mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante, pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre nosotros, como conviene a santos.
La ética bíblica choca aquí con el situasionismo. Ser seguidor de Dios es un absoluto. En ningún momento ni en situación alguna se nos permite dejar de seguir a Dios.  Tenemos que caminar en amor, la clase de amor corporizado en el ministerio sacrificial de Cristo. El amor se yergue aquí como absoluto: una norma. Su llamada absoluta a nosotros no queda, sin embargo, totalmente librada de la situación, sino que nos llega con guías informativas. El apóstol agrega inmediatamente una aplicación absoluta que abarca la fornicación, la inmundicia y la codicia. Dice: “ni aun se nombre entre vosotros”. Pablo cae en lo que Fletcher define como legalismo al efectuar esa prohibición universal. El apóstol cae en el reino absoluto del “nunca”.
El situacionismo se detiene en el precepto de caminar en el amor. Entonces debe permitir ciertas situaciones donde no solamente deja fornicar, sino que lo prefiere. Si el amor “lo exige” en cierta situación, entonces debemos fornicar. Cuan peligrosa es esa clase de pauta, particularmente a la luz de esa tan antigua estratagema seductora de “si me amas, accederas a….”
Difícil resulta concebir situaciones concretas en que la idolatría sea virtuosa o codiciar sea expresar amor. Pablo concluye su amonestación con esta advertencia:
Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.   Efesios 5.5
El situacionismo relativiza los preceptos de Dios, dejándonos con la orden de caminar en amor, pero librados, permitiendo que decidamos ser guiados por el pragmatismo, relativismo, positivismo y personalismo. En este punto, el situacionismo queda expuesto por lo que es: una forma exagerada del antinomianismo, disfrazado  de opción legítima entre el legalismo y el antinomianismo. En realidad no debemos esperar que los legalistas se autodenominen como tales o que los antinomianos expongan su culpa ante el mundo. Aunque fletcher proteste lo contrario, los elementos sustantivos del antinomianismo dominan su pensar.
El Cristianismo Ético afirma que la Biblia no solamente nos exige que hagamos lo que nos demanda el amor, sino que revela con toda precisión qué es lo que demanda el amor a veces. En las escrituras tenemos órdenes claras; no estamos dejados a la iluminación de otras, sino a las órdenes divinas.
Examinemos desde el punto de vista situacional algunos de los Diez Mandamientos:
“No tendrás dioses ajenos delante de mi” a menos que en cierta situación el amor así te lo exija.
“No te harás imagen ni ninguna semejanza……” a menos que basándose en fines, medios, motivos y consecuencias previsibles, el amor sea mejor servido haciéndose una imagen o semejanza.
Veamos la situación de Daniel en el foso de los leones. Podría haberse refrenado de orar a Dios. Ciertamente el pueblo necesitaba su liderazgo ¿De qué le servía al pueblo de Dios dentro del foso de los leones? ¿Tenía que abandonar a su pueblo, dejándolo sin el agente de la revelación de Dios, por el simple principio de la oración? El tenia que sobrevivir como fuera, ese era su fin. Sus medios eran los de obedecer al rey. Su motivo era servir al pueblo de Dios. Las consecuencias previsibles hubieran sido la desilusión de ciertas personas, pero Daniel hubiera podido seguir siendo su líder y guía. De esta manera Daniel hubiera recibido la bendición de Dios por hacer lo que el amor exige y abstenerse de orar a su Dios.
 Una de las características únicas del verdadero pueblo de Dios no es el legalismo sino la fidelidad, la confianza y la obediencia a Dios. Obedecer la ley de amar a Dios no es legalismo. Cuando consideramos la obediencia de Cristo a Dios y a la ley, parece imposible no considerar al situasionismo como una grave distorsión hereje de la ética Bíblica.
Hay un principio en y de la ética bíblica que rara vez se advierte en los escritos de los situasionistas. Ellos no destacan, como la biblia, que hacer lo que exige el amor, lo que Cristo manda, a menudo significa soportar indecible sufrimiento. Significa participar en radical humillación y contar como nada la vida propia en aras de la exaltación de Cristo.
Puede significar tener que pasar la vida pudriéndose en una celda de un campo de concentración en vez de violar un mandamiento e Cristo.  
Nuestra norma es lo que dice Cristo sobre el amor: la prueba de nuestro amor es obedecer los mandamientos de Cristo. La ética situacional establece una falsa dicotomía entre amor y obediencia. La ética situacional falla porque no toma suficientemente enserio el amor.


bY LeMS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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