Por Loraine Boettner
Tomado
de: La importancia práctica de
la doctrina de la Predestinación
El sistema de teología comúnmente conocido
como el calvinismo o la fe reformada halló su más perfecta expresión en la
Confesión de Westminster. La Asamblea de Westminster fue llamada a sesión por
el parlamento inglés. Su trabajo se prolongó unos cinco años y medio y concluyó
en 1648. Dicha asamblea era un cuerpo representativo de ciento veintiún
ministros o teólogos, once lores, veinte miembros de la Cámara de los Comunes,
de todos los condados de Inglaterra y de las universidades de Oxford y
Cambridge, y siete comisionados de Escocia. Y sea que lo juzguemos por el grado
y la habilidad de sus labores o por su influencia sobre generaciones
subsiguientes, mantiene la primacía entre los concilios protestantes. La más
importante producción de la asamblea fue la Confesión de Fe, un inigualable
compendio de verdad bíblica y el más noble logro del mejor período del
protestantismo británico. Dicha Confesión ha sido justamente llamada la obra
maestra teológica de los últimos cuatro siglos. El Dr. Warfield ha dicho que la
• Confesión de Westminster es "la más completa, elaborada y cuidadosamente
redactada de todas las confesiones; la más perfecta y la más vital expresión
jamás escrita por mano de hombre, de todo lo que compone aquello que llamamos
la religión evangélica, y de todo lo que debe salvaguardarse si es que la
religión evangélica ha de perdurar en el mundo".
El Dr. F. W. Loetscher, en un discurso ante
la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana de los E.U., 1929, refiriéndose
a la Confesión de Westminster, empleó frases como las siguientes: "esa
incomparable obra de genio religioso y teológico"; "ese nobilísimo
producto del gran avivamiento religioso que llamamos la Reforma; ese
inigualable formulario que la cristiandad de habla inglesa, al menos, ha llegado
a considerar como la expresión más comprehensiva, precisa y adecuada del
evangelio puro de la gracia de Dios". Y en el mismo discurso dijo,
"Estoy consciente de que tal caracterización de estos venerables
documentos parecerá a muchos, aun a muchos a los cuales tengo el honor de
dirigirme en esta ocasión, como una exageración injustificada y quizá hasta
como un verdadero anacronismo, ya que la moda del día es la de minimizar la
importancia de los credos. Y nuestra confesión, como muchas otras, tiene que sufrir
la dolorosa experiencia de ser desacreditada aun en el hogar de los que
profesan ser sus adherentes".
El Dr. Curry, quien por algún tiempo fue
editor del "Methodist Advocate" de Nueva York, en un editorial sobre
credos, calificó a la Confesión de Westminster como, "el más capaz, claro,
y comprehensivo sistema de doctrina cristiana jamás formulado —un maravilloso
monumento a la grandeza intelectual de sus redactores".
En esta Confesión tenemos la más sublime
concepción de verdad teológica que jamás haya penetrado en la mente del hombre.
Como sistema exhibe mucha más profundidad de visión teológica que cualquier
otro, y es justamente merecedor del elogio de los siglos. Es un sistema que
produce hombres de sólidas convicciones doctrinales. La persona que lo abraza
posee una base doctrinal de gran firmeza y no será "llevado por doquiera
de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres, que para engañar
emplean con astucia las artimañas del error".
Pero, a pesar de que la Confesión de
Westminster es tan lógica, clara y comprehensiva en sus afirmaciones,
desafortunadamente es descuidada hoy día por los miembros y aun por los
ministros mismos de las iglesias presbiterianas y las reformadas. "La Confesión
de Fe", dice el Dr. Frank H. Stevenson, el primer presidente de la junta
directiva del Seminario Teológico de Westminster, "aunque es parte de la
constitución de la iglesia presbiteriana, se encuentra abandonada y casi
olvidada, aunque sin enmiendas ni alteraciones durante estos veinticinco años
de confusión doctrinal. La Confesión de Westminster es el credo de la iglesia y
cada una de sus líneas es un baluarte valeroso. No sólo por ser lo que es, sino porque da todo el honor a Cristo,
dicha confesión es un digno estandarte bajo la cual podemos continuar lo que
Pablo proféticamente llamó - La buena
batalla de la Fe -. Con estas palabras estamos totalmente de acuerdo.
bY LeMS
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