Por Martin
Scharenberg
Los mártires
Patrick Hamilton (1504-1528) y George Wishart (1513-1546) marcaron el
comienzo del protestantismo en Escocia, al promover las doctrinas de Martín Lutero (1483-1546) entre
un pueblo sufriente disconforme con la iglesia romana, corrupta y sin
posibilidades reales de recuperación. La “nueva religión”, como así la
llamaban, atrajo el interés de los nobles, quienes en 1557convinieron en sellar
un pacto para defender a los protestantes de los ataques de la iglesia romana. Tras
esta declaración histórica, y en medio de un vacío de poder, comenzó a predicar
la reforma Juan Knox (1510-1572),
quien recién llegado de Ginebra trajo consigo la semilla del
“orden presbiteriano” expresado en la Institución de la Religión Cristiana
de su maestro Juan Calvino (1509-1564).
Knox predicó con tanta fuerza y vehemencia, que el pueblo se rebeló y presionó
al Parlamento escocés a adoptar la “nueva religión” como religión oficial en 1560.
Este fue el comienzo de nuestra iglesia presbiteriana. Lo primero que hizo el
Parlamento fue prohibir la misa romana, e inmediatamente encomendó a Knox la
preparación de un texto doctrinal (la Confesión Escocesa) y de un documento que
definiera la forma de gobierno eclesiástico. Este documento se conoce como el
“Primer Libro de Disciplina “y es el antecedente directo del libro de orden que
usamos las iglesias presbiterianas en todo el mundo.
Este
documento incorporó por primera vez a los laicos al gobierno de la iglesia (los
presbíteros o ancianos). Así también estableció el gobierno por cortes: el
consistorio (o sesión de ancianos), la asamblea sinodal (recién a partir de la
revisión de 1562) y la asamblea general (o nacional).
Debido a la
falta de pastores reformados en muchas de las parroquias, con carácter
transitorio se nombraron “superintendentes o ministros itinerantes”, para
supervisar los territorios de las antiguas diócesis de la iglesia romana, y
para plantar iglesias en comunidades rurales. Así también se nombraron
“lectores” y “exhortadores” laicos para ayudar en el ministerio regular
(generalmente estudiantes, algunos rentados). La función del obispo fue
reasignada a su función estrictamente bíblica, poniéndolos a la par de los
demás pastores y ministros. Ante la falta de recursos ministeriales, se alentó
a que varias congregaciones afines puedan ser gobernadas por consistorios
unificados, ya que de otra manera trabajando aisladamente “servirían más para
oscurecer que para edificar”. Establecía asimismo que los candidatos al
ministerio debían ser examinados integralmente en Biblia y vida cristiana, y
que la congregación tenía la última palabra en la confirmación de su pastorado.
Resulta interesante ver que el documento sostenía que la iglesia debía de
garantizar casa y salario dignos para todos sus pastores, la asistencia a los
pobres y una educación libre y gratuita para todos los niños y jóvenes
(incluyendo estudios universitarios). ¡Que visión para su época! Los
primeros años del nuevo sistema de gobierno presbiteriano fueron muy complejos,
por lo que luego de algún tiempo se hizo necesario publicar una versión
actualizada. De esta forma en 1578 la Asamblea General aprobó un Segundo Libro
de Disciplina, fruto del trabajo de Andrew Melville(1545-1622), discípulo de
Knox. Este documento desarrolló dos asuntos importantes:
1. Organización: Se estableció el esquema de gobierno por presbíteros
maestros u obispos (para la exposición de la doctrina), doctores (para el
estudio y enseñanza de la palabra), presbíteros gobernantes (para la
disciplina, el gobierno y la visitación) y los diáconos (para el cuidado de los bienes
de la iglesia y la distribución de ayuda a los pobres). Se abolieron los superintendentes
pues sus abusos se habían tornado intolerables. Los presbíteros conformaban el
consistorio y se establecieron los sínodos territoriales que vinieron a
reemplazar a los superintendentes. Si bien al presbiterio no se lo
menciona con ese nombre, se hace referencia a él con el nombre de “ancianato” (como
nueva corte intermedia entre los consistorios y el sínodo). El nombre de
“presbiterio” comenzó oficialmente a usarse tras la aprobación de la Asamblea
General en 1592.
2. Vocaciones pastorales: Se estableció la necesidad de promover la excelencia
en el pastorado, por lo que se requirió que los mismos deberían no solo
tener una solida preparación teológica, sino que también era necesario un
llamado verdadero y profundo al ministerio pastoral. Estableció que la elección
del pastor no era un simple acto de “ejercicio democrático”, sino que la
congregación debía limitarse a confirmar la “autoridad y llamado de Cristo”
hecha a cada candidato. Debía ocurrir ahora una concurrencia del “llamado
interior de Dios” por un lado, y la confirmación de ese llamado por la
congregación local y el “ancianato”. De esta forma se aseguraba la existencia
de una verdadera y sincera vocación en los candidatos.
Comenzado el
siglo XVII, y con una iglesia ya madura, el deseo de uniformidad
religiosa promovida por los puritanos ingleses y los presbiterianos
escoceses, reunidos en la asamblea de Westminster (1645), produjo un nuevo
documento de gobierno conocido como la “Forma Presbiterial de Gobierno
Eclesiástico”. Este documento incorporó el concepto de “presbiterio” tal como
lo conocemos hoy. Definió más claramente el proceso para la ordenación de
pastores, y profundizó la examinación pública de los candidatos, que debía
durar al menos dos o más días. Eliminó definitivamente el uso del término
“obispos” para designar a los ministros. De todo esto, podemos ver que el
sistema presbiteriano de gobierno no surgió mágicamente de la noche a la
mañana, sino que fue fruto de un largo proceso del que participaron pastores,
eruditos y laicos, y que a lo largo de su historia estuvo caracterizado por la
“prueba y el error”. También vemos que el presbiterianismo no conformó un
conjunto de reglas rígidas e inamovibles, sino que fue modificado a medida que
las circunstancias así lo requerían. Por ejemplo, la iglesia de Escocia no dudó
en designar superintendentes o lectores laicos cuando la necesidad de las congregaciones
así lo demandó. Fue también lo suficientemente sabia como para corregir
diversos errores que fueron surgiendo, en especial hacia finales del siglo XVI.
Recordemos que en la iglesia presbiteriana, Jesucristo es el único rey y cabeza
de la Iglesia y gobierna directamente por medio de su Palabra y su Espíritu.
Por esta razón no debemos olvidar quela fidelidad al orden escritural es el
fundamento inconmovible de nuestro sistema de gobierno. Al repensar nuestra
iglesia presbiteriana hacia el futuro, sujetémonos por sobre todo a la
revelación bíblica, y valoremos la sabiduría expresada por el pueblo
reformado en estos últimos 500 años. Ambas son razones más que suficientes para
moderar cualquier impulso que nos sugiera promover cambios sustanciales a
nuestro hermoso sistema de gobierno
bY LeMS
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