EL DESCENSO DEL SALVADOR
AL HADES
Luis Berkhof en su libro
de Teología Sistemática comenta:
1. Esta doctrina en el Credo de los
Apóstoles.
Después
de que el Credo de los Apóstoles ha mencionado los sufrimientos, muerte y
sepultura del Señor, continúa con las palabras "descendió a los infiernos
(hades)". Esta afirmación no estaba en el Credo desde muy al principio, ni
es tan universal como las otras. Por primera vez se usó en la forma del Credo
de Aquilea (alrededor del 390 A. D.), "Descendit in interna". Entre
los griegos algunos tradujeron "inferna" por "hades", y
otros por "partes bajas". Algunas formas del Credo en donde se
encuentran estas palabras no hacen mención del entierro de Cristo, en tanto
que, en las formas romana y oriental, se menciona por lo general el entierro,
pero no el descenso al hades. Rufino hace notar que estas últimas formas
contienen la idea del descenso en la palabra "sepultado". No
obstante, posteriormente, la forma romana del Credo añadió la afirmación de que
estamos tratando, después de mencionar el entierro. Calvino arguye correctamente
que para aquellos que las añaden después de la palabra "sepultado",
debe denotar algo adicional. Debe recordarse que estas palabras no se
encuentran en la Escritura, y que no se basan en declaraciones directas de la
Biblia como el resto de los artículos del Credo.
2. La base bíblica de esta expresión.
Hay cuatro pasajes de la Biblia que especialmente debemos considerar aquí.
a.
Ef. 4:9, "Y eso de que subió ¿qué es, sino que también había descendido
primero a las partes bajas de la tierra?" como equivalente a
"infierno". Pero esta es una interpretación dudosa. El Apóstol arguye
que el ascenso de Cristo presupone un descenso. Pues bien, lo opuesto de la
ascensión es la encarnación, compárese Juan 3: 13. De aquí que la mayoría de
los comentadores toman la expresión como refiriéndose tan sólo a la tierra. La
expresión puede derivarse del Salmo 139: 15 y referirse más particularmente a
la encarnación.
b.
I Ped. 3: 18, 19, que habla de Cristo como "siendo a la verdad muerto en
la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los
espíritus encarcelados". Este pasaje se refiere, según se supone, al
descenso al infierno y al propósito del descenso. El Espíritu a que se refiere
tiene que entenderse que es el alma de Cristo, y la predicación de que se habla
debió haber tenido lugar entre su muerte y la resurrección. Pero lo uno es
precisamente tan imposible como lo otro. El Espíritu mencionado no es alma de
Cristo sino el espíritu vivificante, y fue ese mismo Espíritu viviente por el
que Cristo predicó. La interpretación que comúnmente dan los protestantes a
este pasaje es que Cristo en espíritu predicó por medio de Noé a los
desobedientes que vivieron antes del diluvio, que eran espíritus aprisionados
cuando Pedro escribió, y por lo mismo, podían ser designados de ese modo.
Bavinck considera que esto es insostenible e interpreta el pasaje como que se
refiere a la ascensión, la que él considera como una rica, triunfal y poderosa
predicación a los espíritus en prisión
c.
I Ped. 4: 4-6, particularmente el versículo 6, que dice como sigue:
"Porque por eso también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para
que sean juzgados en carne según los hombres pero vivan en espíritu según
Dios." En relación con esto el Apóstol advierte a los lectores que no
deben vivir el resto de su vida en la carne conforme a la concupiscencia de los
hombres, sino conforme a la voluntad de Dios, aun cuando con ello ofendan a sus
anteriores compañeros y sean ultrajados por ellos, puesto, que éstos tendrán
que dar cuenta de sus hechos a Dios que está listo para juzgar a los vivos y a
los muertos. Los "muertos" a quienes el evangelio fue predicado
evidentemente todavía no estaban muertos cuando se les predicó, puesto que el
propósito de esta predicación era en parte "que pudieran ser juzgados
según los hombres en la carne". Esto podría haber tenido lugar sólo
durante la vida terrenal de ellos. Con toda probabilidad el escritor se refiere
a los mismos espíritus aprisionados de los que ya habló en el capítulo
precedente.
d.
Sal 16: 8-10 (compárese Hech. 2: 25-27, 30, 31). Especialmente el versículo 10
es el que viene a consideración aquí, "porque no dejarás mi alma en el Seol
ni permitirás que tu santo vea corrupción". Pearson partiendo de este
pasaje llega a la conclusión de que el alma de Cristo estuvo en el infierno
(hades) antes de la resurrección, porque se nos dice que no fue dejada allí
Pero debemos notar
lo siguiente:
i.
La palabra nephesh (alma) se usa con frecuencia en el hebreo
como pronombre personal y sheol como el estado de muerte.
ii.
Si entendemos aquí de esa manera esta palabra, tendremos un
claro paralelismo de sinónimos. La idea expresada sería que Jesús no fue dejado
en poder de la muerte.
iii.
Esto está en perfecta
armonía con la interpretación de Pedro en Hech. 2: 30, 31, y la de Pablo en
Hecho. 13: 34, 35. En los dos casos está citado el salmo para probar la
resurrección de Jesús.
3. Interpretaciones diferentes de esta
expresión del Credo.
a.
La iglesia católica la toma para dar a entender que, después de su muerte,
Cristo
fue al Limbus Patrum, en donde los santos del Antiguo Testamento estaban
esperando la revelación y aplicación de la redención de Cristo, y les predicó
el evangelio, y los sacó de allí para llevarlos al cielo.
b.
Los luteranos consideran al descenso al hades como el primer paso de la
exaltación de Cristo. El fue al bajo mundo para revelar y consuman su victoria
sobre Satanás y los poderes de las tinieblas, y para pronunciar contra ellos
sentencia de condenación. Algunos luteranos colocan esta marcha triunfal entre
la muerte de Cristo y su resurrección; otros después de la resurrección.
c.
La Iglesia de Inglaterra sostiene que, entre tanto que el cuerpo de Cristo
estuvo en la tumba, el alma fue al hades, más en particular, al paraíso, la
morada de las almas de los justos, y les dio una muy amplia exposición de la
verdad.
d.
Calvino interpreta la frase metafóricamente como refiriéndose a los sufrimientos
penales de Cristo en la cruz, en donde El, de verdad, sufrió las angustias del
infierno. Similarmente lo hace el Catecismo de Heidelberg.
Según
la posición acostumbrada entre los Reformados, las palabras se refieren no
solamente a los sufrimientos en la cruz sino también a las agonías del
Getsemaní.
e.
Verdaderamente la Escritura no enseña un descenso literal de Cristo al
infierno. Además, hay serias objeciones a este concepto. No pudo haber
descendido al infierno en el cuerpo, porque éste estaba en la tumba. Si
descendió realmente al infierno, tenía que haber sido solamente en su alma, y
esto indicaría que solamente la mitad de su naturaleza humana participó en esta
etapa de su humillación (o de su exaltación), Además, en tanto que
Cristo
no se levantara de los muertos no llegaría la hora de una marcha triunfal tal
como la consideran los luteranos. Y, finalmente, en la hora de su muerte Cristo
encomendó su espíritu al Padre. Esto parece indicar que El estaría pasivo más
bien que activo desde el momento de su muerte hasta levantarse de la tumba. En
resumen, parece mejor combinar dos pensamientos:
i.
Que Cristo sufrió las penas del infierno antes de su muerte, en el Getsemaní, y
en la cruz, y
ii.
Que entró a la más profunda humillación en el estado de muerte.
El Teólogo Reformado Charles Hodge
comenta al respecto:
Cristo se humilló hasta
la muerte, y prosiguió durante un tiempo bajo el Poder de la muerte. La
realidad de la muerte de Cristo nunca ha sido discutida entre los cristianos.
Algunos modernos
racionalistas, mal dispuestos a admitir una resurrección milagrosa, han tratado
de mostrar que en Su caso la muerte no quedó finalmente consumada sino que Él
fue depositado inconsciente en la tumba. Como respuesta a estos argumentos de los
racionalistas ciertos escritores se han tomado el trabajo de demostrar, en base
de los hechos narrados en el relato de la crucifixión, que no hubo desmayo,
sino que lo que tuvo lugar fue una verdadera muerte. Somos levantados por
encima de estas dudas creyendo en la inspiración del Nuevo Testamento. En los escritos
apostólicos la muerte de Cristo es tan a menudo mencionada y asumida que nadie
que admita la autoridad infalible de estos escritos puede dudar del hecho.
Bajo la cláusula
«Continuó bajo el poder de la muerte» se quiere expresar todo lo que se
significa en los credos antiguos que afirmaban «descendió a los infiernos». Al
menos, ésta es la postura presentada en nuestras confesiones en conformidad con
las enseñanzas de la mayoría de los teólogos Reformados.
Queda claro que los sufrimientos de
Cristo cesaron en el momento en que Él expiró en la cruz, en base de Juan
19:30, donde se registra: «Luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado
está. Y habiendo entregado la cabeza, entregó el espíritu». Esto está admitido
universalmente. ... .
En el Catecismo
Mayor de Westminster se dice: «La humillación de Cristo tras su muerte
consistió en ser sepultado, y en continuar en el estado de la muerte, y bajo el
poder de la muerte hasta el tercer día, lo que ha sido expresado de otra forma
con estas palabras: Descendió a los Infiernos.» El hecho de que ésta es
la postura correcta acerca del descensus ad inferos de Cristo se puede
mostrar:
1. En base del
sentido original y propio del término griego hadës, y de la palabra
correspondiente castellana infierno. Ambas se refieren al mundo invisible. ...
Ambas se usan como traducción de la palabra hebrea she’ol (probablemente
de sha’al, pedir, o exigir), el estado o lugar de los muertos; el
orcus rapax de los latinos. Todos los muertos, los justos y los malvados,
van por un igual al mundo invisible, o, en este sentido, «descienden al
infierno». Así que ser sepultados, descender al sepulcro, descender al
infierno, son en el lenguaje de las Escrituras formas equivalentes de
expresión. En Génesis 37:35 Jacob dice ’ered she’olah, lo que es
traducido en la LXX como katabësomai eis hadou; la Vulgata, Descendam
in infernum; en castellano, «Descenderé ... hasta el Seol», o, en la RV,
«tengo que descender ... hasta la sepultura». Así también en el Salmo 30:3 (4),
David dice: he‘eliytha miz she’ol napheshy, lo cual es traducido por la
LXX como anëgages ex hadou tën psuchën mou; la Vulgata, «Eduxisti
ab inferno animam meam»; y lo mismo Lutero, «Du hast meine Seele aus der Hölle
geführet»; mientras que la versión inglesa es : «Thou has brought my soul from
the grave»; en castellano: «Hiciste subir mi alma del Seol», o, en la RV,
«hiciste subir mi alma del sepulcro».
Esto es
explicado en la siguiente cláusula como: «Dísteme vida, para que no descendiese
a la sepultura.» Así, en el lenguaje escriturario, descender al Hades o al
Infierno, no significa nada más que a descender a la sepultura, para pasar del
mundo visible al invisible, como les sucede a todos los hombres cuando mueren y
son sepultados.
2. Este punto de vista
queda confirmado por el hecho de que no formaban parte original del credo.
Fueron introducidas en el siglo cuarto, y luego no como un artículo separado o
distinto, sino meramente explicativo: «Fue muerto y sepultado», esto es,
descendió al infierno. Es evidente que estas dos cláusulas fueron consideradas
primero como equivalentes, porque algunas copias del credo tenían la primera
forma, algunas la segunda, y algunas ambas, aunque todas querían decir lo
mismo.
3. Los pasajes de la
Escritura que se aducen para demostrar que Cristo descendió al infierno en un
sentido peculiar a Él mismo no enseñan esta doctrina. En el Salmo 16: 10,
«Porque no dejarás mi alma en el Seol ni permitirás que tu santo vea
corrupción», se expresa sencillamente la confianza de quien habla de que Dios
no lo dejaria bajo el poder de la muerte. Este es precisamente el sentido que
San Pedro atribuye a este pasaje en Hechos 2:27-31, y por San Pablo en Hechos
13:34,35. En ambos casos el Salmo es citado para demostrar la resurrección de
Cristo. David fue dejado en el estado de los muertos; su cuerpo vio corrupción.
Cristo fue liberado del sepulcro antes que la corrupción tuviera tiempo de
afectar a Su sagrada persona. Mi alma (napheshiy) puede tomarse aquí,
como tantas veces en otros lugares, como pronombre personal, como en el pasaje
citado antes…. Pero incluso si las palabras «mi alma» se toman en su sentido
estricto, el sentido sigue siendo el mismo. En la muerte las almas de los
hombres pasan al mundo invisible, quedan ocultas a la vista y compañía de los
hombres. Esta condición debía proseguir en el caso de Cristo sólo unos pocos
días. Debía ser llamado de nuevo a la vida. Su alma seria reunida con su
cuerpo, como lo estaba antes. ...
Falta todavía una última entrada sobre el tema.
Ver parte 3
Soli Deo Gloria
bY LeMS
Hola! Me gusto mucho tu blog :) tratas unos temas muy interesantes, y me agrada tu forma de escribir!
ResponderBorrarTe invito a pasarte por mi blog:
arbol-de-amor.blogspot.com.ar
Para que me digas tu opinión :D
Saludos!
Hola:
ResponderBorrarGracias por su comentario, voy a visitar su blog.
Soli Deo Gloria
Saludos
Si todo esta interezante!!!Yo aprendo mucho!!!
ResponderBorrarentonces cual es la verdadera doctrina acerca del descenso de nuestro Señor a los infiernos?? que es lo que debemos creer acerca de eso??'
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