Tomado del libro La Santidad
De Joel R. Beeke
Eliminación de Falsos
conceptos
Santo y Santidad son términos que en sí mismo llevan la carga de una
considerable mala interpretación. A algunos la palabra santo les parece arcaica;
imaginan algo represivo y anticuado. Para otros, la santidad tiene un sabor a
legalismo moralizante. Suponen que la santidad requiere una larga lista de
prohibiciones. Aceptan que la lista varíe de persona a persona, de grupo a
grupo, pero a pesar de todo, siguen pensando en la santidad en términos de
regulaciones. Hay otros para quienes la santidad está asociada a una repugnante
actitud de “soy más santo que tu.” Identifican el término con una superioridad
arrogante que menosprecia a los demás. Finalmente, para algunos, la santidad
denota una perfección inalcanzable. Consideran que la santidad es una doctrina
desalentadora que no predica sino el pecado y exige una perfección radical.
Aunque existen algunos fragmentos de verdad en algunas
de estas concepciones, todas ellas fallan en expresar el verdadero concepto de
la santidad. De acuerdo al uso original bíblico de la palabra, santidad, en
todas sus formas, significa el ser o estar apartado del uso común secular, con
el propósito de consagrarse a Dios. Este es el sentido, tanto si la palabra se
usa con referencia a personas, lugares, ocasiones u objetos.
Santidad significa ser apartado. Pero ¿qué
significa el ser apartado? Significa dos cosas:
El sentido negativo de apartado es el
llamamiento de la santidad a apartarnos del pecado.
El sentido positivo de apartado es el
llamamiento de la santidad a consagrarnos a Dios.
Estos dos conceptos: Separación del pecado y consagración
(o separado para) a Dios, constituyen la palabra santidad. Una vez combinados
los dos conceptos, la santidad se hace más comprensible. De
hecho, la santidad abarca el todo de la vida. Todas las cosas, nos dice Pablo
en 1 Timoteo 4: 4-5, deben de ser santificadas.
El llamamiento a la santidad es absoluto y exclusivo.
Dios nunca pide que le demos un trozo de nuestro corazón. El llamamiento a la
santidad está dirigido a todo nuestro corazón: “Dame, hijo mío, tu corazón…..”
(Proverbios 23:26).
En un sentido real, el llamamiento a santidad es un
llamamiento integral, ya que toda nuestra vida está involucrada (cuerpo y
alma; tiempo y eternidad). Incluye todas las esferas de la vida en las que se
nos ha llamado a actuar: en la intimidad con Dios, en la reclusión de nuestros
hogares, en la competitividad de nuestra profesión o trabajo, en los placeres
de las relaciones sociales, así como en el culto los domingos. El llamamiento a
la santidad es un llamamiento de siete días a la semana y de 365 días al año. Es
absolutamente comprensivo; pertenecen a la esencia de la fe y a la práctica
religiosa.
Podemos ver, de esta manera, cuan erróneas son las
falsas interpretaciones de “arcaísmo, legalismo y arrogancia con relación a la
santidad. La santidad nunca se presenta en la Escritura como un concepto
farisaico con una lista sin fin de “hacer” y “no hacer”, combinada con una
actitud de justicia propia. Por el contrario, la santidad es un compromiso
vitalicio de apartarnos para el señorío de Jesucristo.
La santidad no consiste en una lista sino en una vivencia.
La santidad significa vivir con referencia a Dios. Santidad
es religión por excelencia. Es una relación con Dios (por su puesto una relación
de pacto) manifestada por gracia en fe y practica, a través de todas las
esferas de la vida.
Soli Deo Gloria
bY LeMS
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