Tomado del libro La Santidad
De Joel R. Beeke
Con los datos bíblicos a la mano, podemos trazar el
bosquejo de una teología de la santidad. La doctrina resultante se llama La Santificación.
Por razón de brevedad podemos clasificar la naturaleza de la santificación en
dos apartados.
EL STATUS CONFERIDO POR LOS
MERITOS DE CRISTO.
El Nuevo Testamento nos dice que todo creyente, por
principio, es santificado por el sacrificio de Jesucristo: “Somos Santificados”
(Hebreos 10:10). Cristo es nuestra santificación (1 Corintios 1:30), y la
iglesia viviente es santificada (Efesios 5:25-26). El status del creyente ante
Dios es de santidad en Cristo, a pesar de que su carácter no sea todavía
perfecto en santidad (1 Corintios 1:2). (Cf. 1 Pedro 1:1-2; Hebreos 2:11; 9:13-14;
10:14,29; 13:12).
COMFORMIDAD A LA IMAGEN DE
CRISTO
A pesar de su estado santificado, el cristiano
verdadero aun no ha llegado a una situación completamente santificada.
Deberá seguir esforzándose por la santidad y la piedad (Hebreos 12:14). El crecimiento
en la santidad vendrá tras la regeneración (Efesios 1:4; Filipenses 3:12).
Pablo ora para que los tesalonicenses sean completamente santificados, como
algo que está todavía por realizarse.
Amigo creyente, la santificación es algo que tienes en
Cristo, ante Dios, por lo cual debes esforzarse con el poder de Dios. Tu estado
de santidad ya está otorgado; pero tu situación de santidad ha de ser
alcanzada. Por medio de Cristo eres santificado en tu situación ante Dios, y
por medio de Cristo estás llamado a reflejar esa situación siendo santo en tu
vida diaria. Por gracia has sido llamado a ser en la vida real lo que ya eres
por principio. Así pues, en concreto ¿Qué es lo que debes buscar? Tres cosas.
1. Conformidad al carácter de Dios el Padre. Dios dice: “Sed santos como yo soy santo”. Esfuérzate
por ser como tu padre celestial en rectitud, santidad e integridad. En el Espíritu,
lucha para pensar como Dios piensa, siguiéndole con la ayuda de su Palabra,
para vivir y obrar como Dios mismo quiere que lo hagas.
2. Conformidad a la imagen de Cristo. Por supuesto, no serás capaz de ser santo con tus
propias fuerzas. Toda nuestra justicia es como trapos sucios (Isaías 64:6). No pretendas
conformarte a Cristo como condición para salvación, sino como
un fruto
de la salvación recibida por fe.
Busca en Cristo la Santidad, como Calvino diría: Pon a Cristo ante ti como espejo de la santificación,
y pide la gracia para reflejar su imagen. En cada situación pregúntate: ¿Qué pensaría,
haría o diría Cristo?, y después confía en Él para tu santificación. El no te
dejará ni te desamparará (Josué 1: 2-7).
3. Conformidad a la mente del Espíritu. El Espíritu Santo fue enviado para conformar tu mente
a la mente del Espíritu (1 Corintios 2). Vino para ser santos a los pecadores. Apóyate
plenamente en el.
¿Cómo realiza el Espíritu Santo la santidad? Primero, nos muestra la necesidad
de la santificación a través de la convicción de pecado, justicia y juicio (Juan
16:38). Segundo, implanta un deseo
de santidad. Su obra salvífica nunca nos lleva a la desesperación, sino a la santificación
en Cristo. Tercero, El provee de la fortaleza
necesaria para vivir una vida santa. “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Andad en el Espíritu, eso es lo importante.
Y eso significa vivir en obediencia y dependencia del Espíritu. Cuarto, alimentándote humildemente con
la Escritura y la práctica de la oración, el proporciona una percepción constante
de que la santidad sigue siendo esencial para ser digno de Dios y de su reino (1
Tesalonicenses 2:12; Efesios 4:1; Colosenses 1:10; Filipenses 1:27), y para la
idoneidad en el servicio (1 Corintios 9:24-25; Filipenses 3:13). La santidad
significa esforzarse en la consagración personal de todo el ser (tal como el apóstol
Pablo al escribir como un sumiso doulos, es decir, sirviente,
esclavo, o, en definitiva, como un hombre enamorado de su Dios.)
Hay lugar para un crecimiento ilimitado, ya que la suficiencia
de Cristo es infinita. Jesus es la inagotable fuente de la salvación. No es
posible excederse en pedirle la santidad, porque Él es la santidad por
excelencia. La es, la vivió, la mereció, y envió su Espíritu para aplicarla. “Cristo
es el todo y en todos” (Colosenses 3:11), incluyendo la santidad y la santificación.
La santidad se resume en esto: El debe crecer y yo menguar
(Juan 3:30). Esa es la esencia de la santidad. ¡Oh, qué gran bendición la de
ser inundados por esta verdad cuando vamos en busca de la santificación, en
nuestro camino entre las multitudes de este mundo! “Yo no soy nada; Cristo res
todo.”
Nuestra oración, entonces, será: “Dios misericordioso,
confórmanos a tu carácter, a la imagen de Cristo, a la mente del Espíritu. Ayúdanos
a ver nuestra necesidad de santidad, a desear la santidad, y a esforzarnos en
la santidad.”
Soli Deo Gloria
Lenin MS
bY LeMS
Cómo la descargo. Cómo.
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