Libro: Como
Defender su Fe.
Por R. C. Sproul
Aun cuando se niegue la
existencia de la verdad absoluta, quienes la niegan afirman por lo menos un
absoluto, es decir, que no existe ningún absoluto.
Si la verdad es
relativa, entonces la verdad de Dios no es verdad en manera alguna sino una
mentira. Ya que la Palabra de Dios afirma que hay una verdad que trasciende el
universo, una verdad que es la fuente y norma de toda verdad.
También latente en el
relativismo existe una negación de la lógica en general, y de la ley de la no
contradicción en particular. En las palabras del filósofo Aristóteles (c.
384-322 a. C), la ley de la no contradicción declara que es: “imposible que
atributos contrarios puedan pertenecer al mismo tiempo al mismo sujeto”. Eso
equivale a nuestro propio resumen de la ley expresada: “A no puede ser A y no
ser A al mismo tiempo y en el mismo sentido”. Aristóteles también formuló otros
principios lógicos que ahora llamamos “Lógica Aristotélica”. Pero debemos tener
en mente que Aristóteles no inventó la lógica sino que, más bien, la definió.
El defendía la postura de que la lógica es una herramienta necesaria para el
pensamiento humano y para la comunicación, como también un medio para que
comprendamos la estructura racional del universo. Eso es especialmente verdad
para la ley de la no contradicción. La negación de esa ley equivaldría a decir:
“El libro que ahora tienes en tu mano no es un libro sino un pez”. La ley de la
no contradicción nos permite hacer frente a tal necedad. . . .
La doctrina histórica
de la trinidad afirma que Dios es uno en esencia, o sustancia, y tres en
personas. Si escribimos eso de manera lógica se haría de la manera siguiente:
Dios es uno en A (esencia) y tres en B (personas). Según este principio, vemos
que la trinidad no infringe la lógica. La Ortodoxia afirma que Dios, con
relación a una cosa, está unificado, pero con respecto a otra cosa tiene
diversidad o pluralidad. Dios es tres en una cosa, y uno en otra cosa. Eso no
es una contradicción. Una contradicción tendría lugar si dijésemos que Dios es
uno en esencia (A) y tres en esencia (no
A), o tres personas (A) y uno en persona (no B), en el mismo sentido y al mismo
tiempo.
Lo que tenemos en la
doctrina de la trinidad no es una violación de la ley de la no contradicción
sino una paradoja. Lingüísticamente hablando, el vocablo paradoja procede del
griego “para” (lo que está alado de algo) y dokeo (parecer). El
término paradoja simplemente describe una declaración que, aunque verdadera,
tiene una apariencia de contradicción.
La diferencia entre
contradicción y paradoja es muy clara.
Si entendemos la
diferencia entre los dos vocablos, no debemos tropezar en las dificultades en
las que muchos tropiezan. Desafortunadamente, hay otro vocablo que tiende a
enturbiar las aguas y ese término es antinomia.
En la filosofía
clásica, el vocablo antinomia es equivalente a la palabra contradicción. Es
decir, en la filosofía clásica, una antinomia es una contradicción.
Contradicción procede
del latín. “Contra” es un prefijo que antepuesto a “dicción “literalmente
significa “hablar en contra de algo”. Esto se ve más claramente cuando
analizamos el vocablo “antinomia” que procede del griego “anti” es el prefijo
que significa “en contra de” y la raíz es el vocablo nomos que significa “ley”.
Una antinomia literalmente significa “contra la ley”. La ley que se contempla
en el origen de este vocablo es la ley de la no contradicción y por lo tanto,
es una contradicción.
Ambos vocablos,
contradicción y antinomia, histórica y clásicamente significan lo mismo.
Desafortunadamente, en nuestro tiempo, son usados diferentemente, y con
frecuencia antinomia se utiliza como un sustituto o como un equivalente de
paradoja.
Si acudimos a algunas
ediciones recientes de diccionarios veríamos que antinomia y paradoja se
clasifican como sinónimos de contradicción. ¿Cómo se explica esto? El idioma es
dinámico. Experimenta cambios con el tiempo. Cuando un lexicógrafo se da a la
tarea de definir palabras y preparar un diccionario, estudia la “etimología” de
la palabra, que implica por lo menos tres consideraciones importantes. Primero,
mira al origen de la palabra. En el caso del vocablo “contradicción”, irá a la
raíz del latín original. En el caso de “antinomia” ira al griego. Entonces
examina el uso histórico. Si miramos a los numerosos tomos del diccionario
etimológico de la Real Academia, veremos referencias a como las palabras eran
históricamente usadas. Puede haber citas por ejemplo, de Cervantes, mostrando
como dicho autor en su época usó un vocablo particular, y luego al llevarlo a
través de los siglos, mostrando como dicho vocablo experimente cambios sutiles
en su uso. Pero el criterio final por el que los lexicógrafos definen las
palabras es el uso contemporáneo. Mantienen su oído alerta para observar cómo
la gente moderna está usando el vocablo. Si un número suficiente de personas
usa una palabra incorrectamente, y lo hacen con mucha frecuencia, ese uso
incorrecto del vocablo será considerado como correcto.
No me sorprende nada,
pues, ver que algunos diccionarios modernos llaman a la paradoja y a la
antinomia sinónimos de contradicción, aun cuando históricamente hay diferencias
cruciales entre ellas.
Sin embargo, puesto que
hablamos de filosófica y teológicamente, estoy usando esos términos en su
sentido histórico, no de la manera en que son amalgamados por nuestra cultura
contemporánea.
Soli Deo Gloria
bY LeMS
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