La Salvación, ¿Personal o Corporativa?
__________________________________
Cornelis P. Venema
Enero, 2003
Todo en la obra de
redención es personal, individual y preparado para cada persona. Todo tiene
su propia dirección, número y título. No es una tienda al por menor donde se venden
las cosas y, por lo tanto, todos pueden tomar según su propia elección. Es
un palacio donde se distribuyen los dones y el don está designado, por lo tanto,
a cada uno de aquellos para quienes están destinados.
(Abraham Kuyper,
Gracia Particular, 87.)
En círculos Reformados y Presbiterianos, en los años recientes, ha
habido un loable redescubrimiento de
la importancia del pacto de gracia y la iglesia en la comunicación de la gracia de Dios en Jesucristo. Mientras
que muchos Cristianos evangélicos colocan el énfasis primario en tener una “relación personal
con Jesucristo,” los Cristianos Reformados reconocen que el compañerismo con Cristo ocurre
ordinariamente a través del compañerismo de la iglesia y su administración de los medios de gracia,
la predicación de la Palabra de Dios y
la administración de los sacramentos del bautismo y la santa comunión. La iglesia es la “sociedad”
divinamente señalada, para usar la expresión de Calvino, dentro de la cual los creyentes y sus
hijos son nacidos de nuevo espiritualmente y nutridos en la vida Cristiana. En lugar de
enfatizar, como de primera importancia, que los pecadores individuales “tomen una decisión por
Jesús,” el Cristianismo Reformado comienza con la iniciativa de Cristo en reunir y
preservar Su iglesia por Su Espíritu y Su Palabra.
Hasta aquí, en lo que concierne a los hijos de los creyentes, la fe
Reformada los considera como “Cristianos” o
miembros de Cristo en virtud de la promesa del pacto, que es expresada y sellada para ellos en el
sacramento del bautismo. Tales hijos no son considerados como “mundanos,” fuera del compañerismo
de Cristo hasta que escojan creer y arrepentirse. Más bien, son considerados como
miembros de la iglesia Cristiana, a quienes se les ha de enseñar a vivir y actuar de manera
consecuente. Los padres Cristianos no esperan a que sus hijos lleguen a la “edad de la
responsabilidad” antes que les enseñen a confesar que “su único consuelo en la vida y en la
muerte” es que pertenecen a su fiel Salvador, Jesucristo (Catecismo de Heidelberg, Día
del Señor 1). Confiando en la promesa del pacto, instruyen a sus hijos en la Palabra de
Dios y confiadamente anticipan que el Señor confirmará Su promesa en las vidas de estos
hijos mientras crecen y maduran en Cristo.
Corporativismo
Sin embargo, la naturaleza pactal y corporativa de la administración del
evangelio puede fácilmente ser
distorsionada en otro error tan mayúsculo como el del individualismo evangélico. Si un problema clave con el
evangelicalismo es su individualismo, un problema potencial dentro del Cristianismo Reformado
contemporáneo es el corporativismo. Por “corporativismo” quiero decir la idea de que es
innecesario cualquier énfasis en la apropiación personal de la gracia de Dios en
Cristo. Debido a que la gracia de Dios es comunicada a los creyentes por medio de la iglesia
y sus medios de gracia, nuestra respuesta personal al evangelio disminuye en importancia. Esta idea
puede tomar varias formas. Por ejemplo,
algunas personas Reformadas simpatizan con la afirmación de N. T. Wright de que “si tienes lo
corporativo, te deshaces de lo individual.” Este lenguaje parece sugerir que es suficiente simplemente
saber que una persona es un miembro de la iglesia por medio del bautismo. La soteriología está
totalmente subordinada, y agotada, por la eclesiología. Insistir en el punto de si un miembro
bautizado de la iglesia responde apropiadamente al sacramento por la vía de la fe y
el arrepentimiento es un asunto secundario en el mejor de los casos, quizás un individualismo mal
dirigido. En tanto que conozcamos la
identidad de una persona a través del sacramento del bautismo, no necesitamos enfatizar demasiado la
respuesta necesaria y personal que requiere el bautismo.
El sacramento del bautismo se vuelve, en este esquema, un tipo de
“ordenanza salvadora” que asegura la
elección de una persona y su favor para con Dios, independientemente de su apropiación del evangelio por medio de
la fe. De manera similar, están aquellos que censuran el énfasis de la teología clásica
Reformada en un ordo salutis, la manera en que la gracia de Cristo se hace nuestra por medio de la
obra del Espíritu de Cristo en el renacimiento, conversión y demás. En tanto que
vemos el gran cuadro de la historia salutis, la historia de la obra salvadora del Dios Trino
culminando en la Persona y obra de Cristo, tenemos todo lo que es importante. Demasiado
enfoque en la apropiación del creyente individual de la gracia de Dios, particularmente
como esta ha sido entendida en las categorías tradicionales del ordo salutis, conduce
al subjetivismo y a una visión demasiado introspectiva de la vida Cristiana.
Aunque esta es más bien una descripción simplista del problema, me
gustaría proponer que es una ilustración
sorprendente de lo que podría llamarse un falso dilema, una yuxtaposición innecesaria de cosas que
están genuinamente en armonía. El Cristianismo Bíblico y Reformado no necesita escoger entre lo
corporativo y lo personal, entre la historia salutis y la ordo salutis. Para tomar el lenguaje
Bíblico desde otro contexto, no necesitamos
“separar lo que Dios ha unido.” El desafío real para el Cristianismo
Bíblico en nuestro día no es un énfasis en
la respuesta personal del creyente al evangelio, sino un énfasis en la fe y la vida Cristiana como un asunto
privado o meramente individual. Sin embargo, históricamente en la confesión y práctica de las
iglesias Reformadas, se ha entendido correctamente que lo corporativo y lo personal
están íntimamente ligados, aunque siguen siendo distintos. Esto puede ser ilustrado
fácilmente por ejemplos Bíblicos e históricos.
Si consideramos la predicación del Señor Jesucristo, como nos es atestiguada
en los evangelios del Nuevo
Testamento, es difícil suprimir la obvia verdad que Él consideraba la apropiación personal de Su mensaje como
algo de importancia crítica, cualquiera que fuese la naturaleza de la identificación corporativa de
una persona con el pueblo pactal de Dios.
Unas pocas citas aleatorias del Evangelio de Mateo, que podrían
multiplicarse por docenas, bastarán para mostrar que este es el caso.
Por tanto, os digo
que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:20).
Cuando ores, no seas
como los hipócritas (Mateo 6:5).
No todo el que me
dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos (Mateo 7:21).
Pero los hijos del
reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes
(Mateo 8:12).
A cualquiera, pues,
que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de
mi Padre que está en los cielos (Mateo 10:32).
(Hablando a los
Fariseos) Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada (Mateo
15:13).
Si alguien quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame
(Mateo 16:24).
Por tanto, os digo que
el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca
los frutos de él (Mateo 21:43).
Asimismo el apóstol Pablo, aunque algunas veces ha sido interpretado
hoy, de manera arbitraria, como si
tuviese poco, si es que algún, interés en las cuestiones personales de una ordo salutis, parece ser bastante
enfático acerca de la necesidad de responder personalmente al evangelio. Considere solamente tres
textos, que también podrían ser multiplicados muchas veces.
No que la palabra de
Dios haya fallado, porque no todos los que descienden de
Israel son israelitas
(Romanos 9:6).
Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en
la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo
por mí (Gálatas 2:20).
Palabra fiel y digna
de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Timoteo 1:15).
La Comunidad del
Pacto
Como sugieren claramente estos pasajes, el evangelio de Jesucristo, que
es comunicado a través de la
predicación y los sacramentos, no prescinde sino que acentúa la necesidad de una respuesta dirigida por el Espíritu
en la forma de fe y arrepentimiento personal. Sin importar qué tan cierto es que la gracia de Dios es
comunicada pactalmente, y por lo tanto, corporativamente, el pacto no es meramente un
asunto corporativo. La comunidad del pacto está compuesta de personas, y entre esas personas
hay algunos que quebrantan el pacto por la incredulidad y la falta de penitencia, y hay
otros que guardan el pacto. Es imposible, por tanto, hablar solamente de la comunidad corporativa
y su medio objetivo de gracia, cuando hablamos de la comunicación del evangelio.
La confesión y práctica histórica de las iglesias Reformadas también
confirma que este es el caso. Uno de los
catecismos más conocidos de la tradición Reformada es el Catecismo de Heidelberg. Este Catecismo sirve (entre
otras funciones) para instruir a los niños en la Fe, quienes son miembros de la comunidad
pactal o iglesia. Sin embargo, lo que llama la atención acerca de este Catecismo es que es
dominantemente pactal (sin usar el término muy a menudo) y personal al mismo tiempo. No hay en
su lenguaje la más mínima insinuación que la
inclusión corporativa de los creyentes y sus hijos haga superflua una respuesta personal al evangelio de
Cristo. Dentro del escenario del pueblo corporativo de Dios, este catecismo le enseña a los
creyentes (como es habitual en los símbolos clásicos de la tradición Cristiana) a hablar en la
primera persona del singular mientras se une a toda la compañía de los fieles. Es más, en
su tratamiento de los sacramentos, este catecismo insiste que estos medios de gracia son
simultáneamente los actos más corporativos y personales imaginables. En el bautismo cristiano,
los creyentes y sus hijos son abordados personalmente (¡por nombre!). Por medio del
bautismo Dios condesciende para darnos una señal o signo y una promesa de nuestra
incorporación en Cristo. Lejos de disminuir nuestra responsabilidad personal, el sacramento
lo acentúa. De igual forma, cuando los creyentes son nutridos en la mesa del Señor, lo hacen
solamente mientras vienen con la “boca” de la fe, recordando, proclamando y discerniendo el
cuerpo y la sangre de Cristo que les son dados. Este sacramento significa y sella que “Su
cuerpo [el de Cristo] fue ofrecido y quebrantado en la cruz por mí, y Su sangre fue
derramada por mí” (Día del Señor 28, énfasis mío).
Por lo tanto, lo que estoy sugiriendo es que no deberíamos oponer lo
corporal y lo personal, la historia y la ordo
salutis. Todo tipo de daños se siguen por un fracaso en mantener juntos estos dos lados de la realidad única de
la obra salvadora del Dios Trino: los sacramentos son separados de la Palabra de Dios y la respuesta
de fe requerida; la iglesia o comunidad del pacto en su expresión histórica es simplemente
identificada con la compañía de los elegidos, la distinción entre la iglesia como Dios
la conoce de manera infalible (la así llamada “iglesia invisible,” o mejor, la
“invisibilidad” de la iglesia) y como esta existe concretamente, como la compañía mixta de creyentes
verdaderos e hipócritas, es comprometida; y una presuntuosidad ilegítima crece con respecto a la
salvación de todos los que están
señalados pactalmente como Cristianos. El Cristianismo Reformado, aunque ni pietista ni individualista en sus
mejores expresiones, nunca niega que la gracia de Dios en Cristo requiera la confesión
intensamente personal (aunque común entre el pueblo de Dios): “Que no me pertenezco a mí
mismo, sino que pertenezco, en cuerpo y alma, a mi fiel Salvador Jesucristo, quien ha hecho
satisfacción plena por todos mis pecados.”
______________________________
Cornelis Venema enseña teología sistemática en el Seminario Reformado
del Centro de América. Además de
enseñar y predicar, ha escrito muchos libros incluyendo Pero por la Gracia de Dios: Una Exposición de los
Cánones de Dort. Puede ser contactado en cornel@jorsm.com.
Soli Deo Gloria
bY LeMS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar