Por William Hendriksen y A. T. Robertson
Ninguno puede
venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el
día postrero.
Aquí se subraya
el decreto divino de predestinación realizada en la historia. Cuando
Jesús se refiere a la actividad divina de traer, emplea un
término que indica claramente que esto significa más que influencia moral. El Padre no se
limita a rogar o a aconsejar— ¡trae! El mismo verbo (_λκω, _λκύω) se
utiliza también en 12:32, donde esta actividad de traer se atribuye al Hijo;
y también, en 18:10; 21:6, 11; Hch. 16:19; 21:30; y Stg. 2:6. El traer del
que hablan estos pasajes indica una actividad muy poderosa—incluso,
podríamos decir, irresistible.
Claro está, el hombre resiste, pero su resistencia es ineficaz. En este
sentido hablamos de la gracia de Dios como irresistible. Se saca, o se arrastra la
red a la orilla, llena de grandes peces (21:6, 11). Pablo y Silas son
llevados al foro (Hch. 16:19). Pablo es arrastrado fuera del templo (Hch. 21:30). El rico arrastra al pobre ante
los tribunales (Stg. 2:6). Volviendo ahora al cuarto Evangelio, Jesús atraerá a sí mismo a
todos los hombres (12:32) y Simón sacó o desenvainó la espada,
para herir al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha (18:10).
Claro que es diferente sacar una red o una espada, por una parte, y traer a un
pecador, por otra. En este caso Dios tiene que ver con un ser responsable.
Influye poderosamente en la mente, la voluntad, el corazón, toda la
personalidad. Todas estas facultades comienzan a funcionar por sí
mismas, de modo que a Cristo se le acepta con una fe viva. Pero tanto en
el comienzo como en el curso de todo el proceso de ser salvado, el poder
viene siempre de lo alto; es muy real, vigoroso, efectivo. ¡Dios mismo lo
ejerce!
Se puede
preguntar: ¿Por qué en la enseñanza de Jesús (12:32) esta actividad de
atracción se atribuye al Padre (6:44) y al Hijo (12:32), pero no al Espíritu
Santo?
Respondemos: a.
mientras no se haya derramado el Espíritu, no se puede esperar que se enseñe
nada detallado respecto a él; b. sin embargo, en la noche de la traición Jesús
sí se refirió al poder de atracción del Espíritu Santo, aunque con palabras
diferentes (14:26; 15:26; 16:13, 14; véase sobre todo el versículo trece de ese
capítulo); y c. la obra de regeneración que se atribuye específicamente al
Espíritu (3:3, 5) va ciertamente incluida en este proceso de traer a un pecador
de la muerte a la vida. En relación con la obra del Dios trino en traer a
pecadores hacia sí, véase también Jer. 31:3; Ro. 8:14; y Col. 1:13.
El que es
traído, ciertamente llega: aquél a quien el Padre trae, el Hijo lo levanta a la
vida. Además, la poderosa operación afecta tanto al alma como al cuerpo. Jesús
dice, “Yo le resucitaré en el día postrero”. El día postrero es el día
del juicio. Acerca de Jesús como el enviado del Padre, véase 3:34; cf. 1:6.
A. T. Robertson comenta:
44. Si el Padre…
no le atrae (ean më helkusëi auton). Condición negativa de la tercera
clase con ean më y primer aoristo de subjuntivo en voz activa de helkuö,
la forma más vieja helkö, arrastrar como una red (Jn. 21:6), o
espada (18:10), u hombres (Hch. 16:19), atraer mediante poder moral (12:32),
como en Jeremías 31:3, LXX. Surö, la otra palabra para denotar arrastrar
(Hch. 8:3; 14:19), no se emplea del poder atractivo de Cristo. El mismo punto
se repite en el versículo 65. El acercamiento al alma es iniciado por Dios, el
otro lado del versículo 37. Véase Romanos 8:7 para la misma doctrina y el uso
de oude dunatai como oudeis dunatai aquí.
bY LeMS
Excelente en la primera parte del comentario, pero le falta claridad en la segunda parte, pero aun así, excelente trabajo con este sitio web.
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